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Los archivos de la CIA demuestran que EE.UU. apoyó los ataques químicos de Sadam Hussein contra Irán

Matthew M. Aid
Znet/ICH
01 de septiembre de 2013

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

El gobierno de EE.UU. puede estar considerando una acción militar como reacción ante ataques químicos cerca de Damasco. Pero hace una generación, las comunidades militares y de inteligencia de EE.UU. estaban informadas y no hicieron nada por detener una serie de ataques con gases tóxicos mucho más devastadores que cualquier cosa que Siria haya visto, según Foreign Policy.

En 1988, durante los últimos días de la guerra de Irak contra Irán, EE.UU. supo mediante imaginería satelital que Irán estaba a punto de lograr una importante ventaja estratégica aprovechando una brecha en las defensas iraquíes. Funcionarios de los servicios de inteligencia estadounidenses transmitieron la ubicación de las tropas iraníes a Irak, plenamente conscientes de que los militares de Hussein atacarían con armas químicas, incluyendo el sarín, un arma química de extrema potencia como agente neurotóxico letal.

La inteligencia incluía imaginería y mapas sobre movimientos de tropas iraníes, así como la ubicación de instalaciones logísticas y detalles sobre las defensas aéreas iraníes. Los iraquíes utilizaron gas mostaza y sarín antes de cuatro importantes ofensivas a principios de 1988 que se basaron en imaginería satelital, mapas, y otra información estadounidense. Estos ataques ayudaron a inclinar la guerra a favor de Irak y a llevar a Irán a la mesa de negociación, y aseguraron que tuviera éxito la antigua política de asegurar una victoria iraquí del gobierno de Reagan. Pero también fueron los últimos en una serie de ataques químicos que duraron varios años y que eran conocidos pero no revelados por el gobierno de Reagan.

Funcionarios de EE.UU. han negado durante mucho tiempo su aquiescencia a los ataques químicos iraquíes, insistiendo en que el gobierno de Hussein nunca anunció que iba a utilizar las armas. Pero el coronel en retiro de la Fuerza Aérea, Rick Francona, quien era agregado militar en Bagdad durante los ataques de 1988, describe un cuadro diferente.

“Los iraquíes nunca nos dijeron que se proponían utilizar gas paralizante. No tenían que hacerlo. Ya lo sabíamos”, dijo a Foreign Policy.

Según documentos recientemente desclasificados de la CIA y entrevistas con antiguos funcionarios de inteligencia como Francona, EE.UU. tenía evidencia firme de ataques químicos iraquíes que comenzaron en 1983. En aquel entonces, Irán afirmaba públicamente que tenían lugar ataques químicos ilegales contra sus fuerzas, y estaba preparando un caso para presentarlo a las Naciones Unidas. Pero carecía de la evidencia que implicara a Irak, que en gran parte estaba contenida en informes y memorandos de máximo secreto enviados a los más altos funcionarios de inteligencia en el gobierno de EE.UU. La CIA se negó a comentar para este artículo.

En contraste con el actual penoso debate sobre si EE.UU. debería intervenir para detener supuestos ataques con armas químicas por el gobierno sirio, EE.UU. aplicó hace tres décadas un cálculo impasible ante el uso generalizado de armas químicas por Hussein contra sus enemigos y su propio pueblo. El gobierno de Reagan decidió que más valía permitir que los ataques continuaran si podían cambiar el desarrollo de la guerra. E incluso si eran descubiertos, la CIA apostó a que la indignación y condena internacionales serían acalladas.

En los documentos, la CIA dijo que Irán no podría descubrir evidencia persuasiva del uso de las armas – a pesar de que la agencia la poseía. La agencia también señaló que la Unión Soviética había utilizado previamente agentes químicos en Afganistán y sufrido pocas repercusiones.

Se ha informado previamente que EE.UU. suministró inteligencia táctica a Irak al mismo tiempo que funcionarios sospechaban que Hussein usaría armas químicas. Pero los documentos de la CIA, que permanecieron sin que casi nadie se diera cuenta en un cúmulo de material desclasificado en los Archivos Nacionales en College Park, Md., combinados con entrevistas exclusivas con antiguos funcionarios de inteligencia, revelan nuevos detalles sobre la amplitud del conocimiento de EE.UU. sobre cómo y cuándo Irak empleaba agentes químicos letales. Muestran que altos funcionarios estadounidenses estaban siendo regularmente informados sobre la escala de los ataques con gases tóxicos. Equivalen a una admisión oficial estadounidense de complicidad en algunos de los más horrendos ataques con armas químicas que hayan sido realizados.

Altos funcionarios de la CIA, incluyendo al Director de la Inteligencia Central, William J. Casey, buen amigo del presidente Ronald Reagan, fueron informados sobre la ubicación de las plantas de montaje de armas químicas de Irak; que Irak estaba tratando desesperadamente de producir suficiente agente de mostaza para satisfacer la demanda de primera línea de sus fuerzas; que Irak estaba a punto de comprar equipamiento de Italia para acelerar la producción de munición de artillería y bombas con carga química; y que Irak también podría utilizar agentes neurotóxicos contra tropas y posiblemente civiles iraníes.

Los funcionarios también fueron advertidos de que Irán podría lanzar ataques de represalia contra intereses de EE.UU. en Medio Oriente, incluyendo ataques terroristas, si creía que EE.UU. era cómplice en la campaña de guerra química de Irak.

“Mientras los ataques iraquíes continúan y aumentan las posibilidades de que las fuerzas iraníes obtengan una granada con marcas iraquíes con un contenido de agente mostaza”, informó la CIA en un documento de máximo secreto en noviembre de 1983, “Teherán llevará la evidencia ante la ONU y acusará a EE.UU. de complicidad en la violación del derecho internacional”.

En esos días, la oficina del agregado militar seguía los preparativos iraquíes para la ofensiva utilizando imaginería de reconocimiento satelital, dijo Francona a Foreign Policy. Según un antiguo funcionario de la CIA, las imágenes mostraban movimientos iraquíes de materiales químicos a baterías de artillería frente a las posiciones iraníes antes de cada ofensiva.

Francona, experimentado veterano en Medio Oriente y lingüista árabe quien sirvió en la Agencia Nacional de Seguridad y en la Agencia de Inteligencia de la Defensa, dijo que supo primero del uso por Irak de armas químicas contra Irán en 1984, mientras servía de agregado aéreo en Amman, Jordania. La información que vio mostraba claramente que los iraquíes habían utilizado agente nervioso Tabún (también conocido como “GA”) contra fuerzas iraníes en el sur de Irak.

Los documentos desclasificados de la CIA muestran que Casey y otros altos funcionarios fueron repetidamente informados sobre ataques químicos de Irak y sus planes de lanzar más. “Si los iraquíes producen o adquieren nuevos grandes suministros de agente mostaza, ciertamente los utilizarían contra tropas y ciudades iraníes cercanas a la frontera”, dijo la CIA en un documento de máximo secreto.

Pero era política expresa de Reagan que se asegurara una victoria iraquí en la guerra, fuera cual fuera el coste.

La CIA señaló en un documento que el uso de agente neurotóxico “podría tener un impacto significativo en las tácticas de oleadas humanas de Irán, obligando a Irán a renunciar a esa estrategia”. Esas tácticas, que involucraban a fuerzas iraníes atacando en masa contra posiciones iraquíes con armamento convencional, habían resultado decisivas en algunas batallas. En marzo de 1984, la CIA informó que Irak había “comenzado a utilizar agentes neurotóxicos en el frente Al Basora y probablemente podrán emplearlos en cantidades significativas desde el punto de vista militar a fines de otoño de este año”.

El uso de armas químicas en la guerra está prohibido según el Protocolo de Ginebra de 1925, que señala que las partes “ejercerán todos los esfuerzos posibles para inducir a otros Estados a acceder” al acuerdo. Irak nunca ratificó el protocolo; EE.UU. lo hizo en 1975. La Convención de Armas Químicas, que prohíbe la producción y uso de armas semejantes, no fue aprobada hasta 1997, años después de los incidentes en cuestión.

La ola inicial de ataques iraquíes, en 1983, utilizó agente mostaza. Aunque generalmente no es fatal, el gas mostaza causa severas ampollas en la piel y las membranas mucosas, que pueden conducir a infecciones potencialmente fatales, y causar ceguera y enfermedades respiratorias superiores, mientras aumentan el riesgo de cáncer. EE.UU. todavía no suministraba información del campo de batalla a Irak cuando fue utilizado el gas mostaza. Pero tampoco hizo nada por ayudar a Irán en sus intentos de presentar pruebas de ataques químicos ilegales de Irak. El gobierno tampoco informó a las Naciones Unidas. La CIA determinó que Irán tenía la capacidad de bombardear las instalaciones de montaje de armas, si podía encontrarlas. La CIA creía que conocía su ubicación.

La evidencia concreta de los ataques químicos iraquíes salió a la luz en 1984. Pero eso hizo poco para disuadir a Hussein de utilizar los agentes letales, incluso en ataques contra su propio pueblo. Porque por mucho que la CIA sabía sobre el uso de armas químicas por Hussein, los funcionarios se resistieron a suministrar Irak con información durante gran parte de la guerra. El Departamento de Defensa había propuesto un programa para compartir información con los iraquíes en 1986. Pero según Francona, fue vetado porque la CIA y el Departamento de Estado veían a Sadam Hussein como “anatema” y a sus funcionarios como “matones”.

La situación cambió en 1987. Los satélites de reconocimiento de la CIA adquirieron indicaciones evidentes de que los iraníes estaban concentrando grandes cantidades de tropas y equipamiento al este de la ciudad de Basora, según Francona, que entonces servía en la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA). Lo que preocupaba más a los analistas de la DIA era que la imaginería satelital mostraba que los iraníes habían descubierto una inmensa brecha en las líneas iraquíes al sudeste de Basora. La brecha se había abierto en la confluencia entre el III Cuerpo iraquí, desplegado al este de la ciudad, y el VII Cuerpo iraquí, que estaba desplegado al sudeste de la ciudad, sobre y alrededor de la muy disputada Península Fao.

Los satélites detectaron unidades iraníes de ingeniería y construcción de puentes que eran movidas en secreto a áreas de despliegue frente a la brecha en las líneas iraquíes, indicando que iba a ser el sitio en el cual se desarrollaría la ofensiva anual de primavera iraní, dijo Francona.

A fines de 1987, los analistas de la DIA en la sección de Francona en Washington escribieron un informe de Código de Máximo Secreto titulado parcialmente “A las puertas de Basora”, advirtiendo que la ofensiva de primavera iraní de 1988 iba a ser mayor que todas las ofensivas de primavera anteriores, y que esta ofensiva tenía buenas probabilidades de romper a través de las línea iraquíes y capturar Basora. El informe advertía que si Basora caía, los militares iraquíes colapsarían e Irán ganaría la guerra.

El presidente Reagan leyó el informe y, según Francona, escribió una nota al margen dirigida al secretario de Defensa Frank C. Calucci: “Una victoria iraní es inaceptable”.

Subsiguientemente, se tomó una decisión al máximo nivel del gobierno de EE.UU. (que requería casi seguramente la aprobación del Consejo Nacional de Seguridad y de la CIA). La DIA fue autorizada a dar a los servicios de inteligencia iraquíes toda la información detallada disponible sobre los despliegues y movimientos de todas las unidades de combate iraníes. Eso incluía imaginería satelital y tal vez alguna inteligencia electrónica en versión aséptica. Hubo un enfoque particular sobre el área este de la ciudad de Basora en la cual la DIA estaba convencida que tendría lugar la próxima gran ofensiva iraní. La agencia también suministró datos sobre la ubicación de instalaciones logísticas clave iraníes, y sobre la fuerza y capacidades de la fuerza aérea iraní y su sistema de defensa aérea. Francona describió gran parte de la información como “paquetes de objetivos” adecuados para el uso por la fuerza aérea iraquí para su destrucción.

Y luego tuvieron lugar los ataques con sarín.

El agente neurotóxico causa mareos, molestas respiratorias, y convulsiones musculares, y puede conducir a la muerte. Los analistas de la CIA no pudieron determinar con precisión las cifras de víctimas iraníes porque carecían de acceso a funcionarios y documentos iraníes. Pero la agencia estimó la cantidad de muertos entre “cientos” y “miles” en cada uno de los cuatro casos en los cuales armas químicas fueron utilizadas antes de una ofensiva militar. Según la CIA, dos tercios de todas las armas químicas utilizadas por Irak durante su guerra con Irán fueron disparadas o lanzadas en los últimos 18 meses de la guerra.

Cerca de 1988, la información estadounidense fluía sin restricciones a los militares de Hussein. En marzo de ese año, Irak lanzó un ataque con gas neurotóxico contra la aldea kurda de Halabja en el norte de Irak.

Un mes después, los iraquíes utilizaron bombas aéreas y granadas de artillería llenas con sarín contra concentraciones de tropas iraníes en la Península Fao al sudeste de Basora, contribuyendo a una importante victoria de las fuerzas iraquíes y a la recaptura de toda la península. El éxito de la ofensiva en la Península Fao también impidió que los iraníes lanzaran su tan esperada ofensiva a fin de capturar Basora. Según Francona, Washington quedó muy satisfecho con el resultado porque los iraníes nunca tuvieron una posibilidad de lanzar su ofensiva.

El profundo conocimiento del programa de armas químicas de Irak está en fuerte contraste con las evaluaciones defectuosas suministradas por la CIA y otras agencias de inteligencia sobre el programa de Irak antes de la invasión estadounidense en 2003. En esos días, la inteligencia de EE.UU. tenía mejor acceso a la región y podía enviar funcionarios para evaluar el daño.

Francona visitó la Península Fao poco después de su captura por los iraquíes. Encontró el campo de batalla lleno de cientos de inyectores que habían estado repletos de atropina, la droga utilizada comúnmente para tratar los efectos letales del sarín. Francona recogió algunos de los inyectores y los llevó consigo a Bagdad – como prueba de que los iraquíes habían utilizado sarín en la Península Fao.

En los meses siguientes, informó Francona, los iraquíes usaron tres veces más sarín en cantidades masivas en conjunción con fuego masivo de artillería y humo para ocultar el uso de agentes nerviosos. Cada ofensiva fue inmensamente exitosa, en gran parte gracias al uso cada vez más sofisticado de cantidades masivas de agentes nerviosos. El último de estos ataques, llamado Ofensiva de Ramadán Bendito, fue lanzado por los iraquíes en abril de 1988 e involucró el mayor uso del agente nervioso sarín empleado por los iraquíes hasta entonces. Durante un cuarto de siglo, ningún ataque químico llegó a acercarse a la escala de los ataques con agentes químicos de Sadam. Hasta, tal vez, los realizados la semana pasada en las afueras de Damasco.

Fuente: http://www.zcommunications.org/cia-files-prove-america-helped-saddam-as-he-gassed-iran-by-matthew-m-aid.html


 

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