OPINIÓN
En nuestra prisión en el mar
Mansoor Adayfi
The New York Times
15 de septiembre del 2017
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 9 de septiembre de 2020
Una pintura de Mohammed Ansi, un ex detenido de Guantánamo.
Crédito: Mohammed Ansi
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Después de que el avión aterrizó, un camión nos llevó a un ferry y, bajo éste, sentimos el
mar. Estábamos cansados, hambrientos, con dolor y miedo acerca de todo. Nos amordazaron,
nos taparon los ojos y nos encadenaron. Nos arrastraron desde el ferry hasta
nuestras jaulas. Cuando llegamos a las jaulas, susurramos entre nosotros: “hay
un mar alrededor”. Podíamos sentirlo a pesar de todo el dolor, la confusión y
el miedo. Todo por lo que estábamos esperando al principio, era el mar.
Pocos detenidos habían visto el mar antes de llegar a Guantánamo. Todo lo que los
afganos sabían era que era mucha agua que mataba y se comía a la gente. Comenzaron
a preguntar acerca del mar. La gente que sabía lo que el mar era, gente como
yo, de países árabes, tratamos de explicarles, pero más que nada les dio más miedo.
Un afgano apuntó hacia un avión y dijo “¿El mar es tan grande como esto?”.
Más grande, le dijeron. “Los barcos pueden cargar muchos aviones de ese tamaño”
dijo otro detenido.
Los afganos les dijeron a otros detenidos que el los interrogadores estadounidenses los
habían amenazado diciéndoles que “cuando terminemos contigo aquí, serás llevado
al mar y se les arrojará a todos ahí”.
No era un buen comienzo con el mar.
Cuando todos llegamos, la primera cosa que quisimos saber era nuestra ubicación. Como
musulmanes, rezamos cinco veces al día y debemos apuntar hacia la Sagrada Kabba
en La Meca. La dirección hacia La Meca era imposible de determinar cuando
llegamos a Guantánamo.
Los detenidos comenzaron a considerar los hechos posibles: el clima, las aves, el mar.
Después, todo lo que pudiera indicarnos la ubicación. Incluso los sueños. Un
detenido dijo “basándome en mi sueño, estamos en Omán”. Algunos pensaron que
estábamos en la India porque las pipas que sostenían las rejas de nuestras
celdas decían “Hecho en India”.
Finalmente, después de varios meses, algunos detenidos que fueron arrestados después de que
Guantánamo se dio a conocer, fueron traídos. Nos dijeron que estábamos en Cuba,
en Guantánamo. Algunos de nosotros podíamos haber escuchado de Cuba, pero nunca
de Guantánamo. Algunos detenidos no lo creían. Al principio, era difícil
pronunciar el nombre o incluso memorizarlo.
Todo lo que sabíamos era que estaba el mar ahí.
Algunos de los campamentos en Guantánamo estaban más cerca del mar que otros. Después
de algunos meses, nos movieron del Campamento
X-Ray a Campamento Delta, que estaba más cercano al mar, pero no nos dejaban verlo. La gran cantidad de rejas
alrededor de nosotros estaban cubiertas de una malla verde para bloquear la
vista. Una vez intenté arrancar la malla, pero los guardias me vieron y me
mandaron a aislamiento. Lo intentamos en varias ocasiones. Cuando lo hacíamos, nos
dimos cuanta de que había más paredes, más rejas, más mallas así que era inútil
continuar.
La gente hará lo que sea para distraerse del infierno. Como
recordatorio de que existe un mundo más allá del infierno de Guantánamo,
queríamos enseñarles a los afganos el mar. No importaba cómo lo describíamos,
sabíamos que tenían que verlo por sí mismos. Conseguimos algunas revistas para
enseñarles cómo se veía. “Mucha agua”, decían. “Cómo puede cargar los barcos?”.
Les explicamos acerca de la Tierra y la proporción de tierra y océanos, los
ríos, mares, cómo los barcos navegan sobre el agua y qué tipo de embarcaciones.
Los años pasaron y nos perdimos todo en nuestras vidas.
Era difícil no ver el mar, a pesar de estar solo a unos cientos de pies de
distancia de nosotros. En la zona de recreación, si nos acostábamos sobre el
pecho, podíamos ver el mar a través de pequeñas aperturas en la malla. Cuando
los guardias se enteraron, taparon las aperturas. En algunas celdas, en algunos
bloques, podíamos pararnos en las ventanas de la parte trasera de las celdas
para ver el mar, pero eso era riesgoso, porque los guardias nos castigaban cada
vez que nos veían de pie viendo hacia afuera. Cuando alguno de nosotros quería
ver el mar, teníamos que pedirle a algún otro detenido que montara guardia y
que nos avisara si venían los guardias. No pasó mucho tiempo antes de que la
administración tapara áreas más grandes, bloqueando la vista del mar.
Cuando preguntamos por qué, nos dijeron que era por seguridad y protección.
No podíamos ver más allá de treinta pies más allá de nuestras celdas por las
paredes, rejas y mallas verdes cubriendo todo. Recuerdo que aquellos que no
podían ver el mar le preguntaban a los demás qué veían.
Pero algo sucedió en el 2014 que nos permitió, a la mayoría, finalmente ver el mar. Noticias
de que un huracán se estaba acercando a Cuba causó que la administración del
campamento retirara las mallas verdes que bloqueaban la vista al mar. Los
detenidos se veían tan felices cuando los guardias comenzaron a quitar las
mallas.
Todos vimos hacia una dirección: el mar. Se sentía como un poco de libertad, poder
verlo. Escuché a un afgano gritar “¡Allahu akbar!” al verlo, agradeciendo a
dios por la maravilla del mar, repitiendo varias veces, llamando a sus amigos.
Las lonas permanecieron abajo por algunos días y los detenidos comenzaron a hacer arte
acerca del mar. Algunos escribieron poemas del mar. Los que podían dibujar,
dibujaron el mar. Yo podía ver distintos significados en cada uno de los dibujos,
color y forma. Podía ver a los detenidos poner sus sueños, sentimientos, esperanzas
y vidas en ellos. Podía ver que algunos de estos dibujos eran mezcla de
esperanza y dolor y que el mar significaba libertad que nadie puede controlar o
apropiarse de, es libertad para todos.
Cada uno de nosotros encontró una manera de escapar hacia el mar.
Los que podían ver el mar pasaban la mayor parte del tiempo observándolo, escuchándolo
y viendo el gran color azul, que calmaba nuestras almas. El mar era un poco
rudo, por el viento. Olas enormes surgían a lo alto y se estrellaban contra la
arena. Viendo el mar como si fuera algo atemorizando, pero era lo que teníamos y
eso se sentía bien. Los afganos comenzaron a llamarse entre ellos y expresando
sus sentimientos acerca de lo que veían y recurrían a nosotros con muchas
preguntas acerca de la bestia.
Aquellos días sin las lonas fueron como una vacación. En el último día, el mar se veía
refrescado, tranquilo y maravilloso. Un barco enorme navegó cerca. Los
detenidos se llamaron entre ellos para ver le barco. Continuábamos a verlo como
si algo mágico fuera a suceder y todos fuéramos a ser liberados pero el barco
desapareció. Al siguiente día los trabajadores regresaron y nos taparon la
vista.
Mansoor Adayfi fue liberado en el 2016 y actualmente está trabando en un libro acerca
de su detención. Este ensayo está adaptado del catálogo de “Ode to the Sea: Art From
Guantánamo Bay.”
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