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Los estadounidenses tienen demasiado respeto por sus presidentes y el poder

Charles Davis
telesurtv.net
14 de agosto de 2015

La prensa corporativa y sus expertos actúan horrorizados cuando los ciudadanos comunes interrumpen a las personas en el poder que están arruinando sus vidas.  Sin embargo, el satus quo merece ser interrumpido.

"Entrando a ‘The Situation Room’, una situación horrible", Wolf Blitzer, presentador de CNN en horario estelar, anunció con urgencia.

¿Fue un tsunami en Japón? ¿Otro ataque terrorista en Túnez? ¿Una fosa común en México?

"Una persona interrumpió", Wolf continuó con gravedad, "interrumpió al Presidente de los Estados Unidos hace un rato".

La noticia inquietante fue que a finales de junio una mujer transexual llamada Jennicet Gutiérrez había interrumpido a un hombre llamado Barack Obama para exigir que deje de deportar a cientos de miles de inmigrantes indocumentados como ella. Sin embargo, en Washington, DC, el decoro insiste en que el líder de la nación sólo puede ser interrumpido por aplausos espontáneos y gritos de adulación, no por algo tan torpe y vulgar como una queja legítima.

"Nadie aplaudió, nadie me apoyó", dijo Gutiérrez en una entrevista después de que fue expulsada de la Casa Blanca. De hecho, la hicieron callar y fue abucheada por los defensores de los derechos LGBT más obedientes y seleccionados para aplaudir la actuación del hombre más poderoso del mundo. En cuanto al propio Obama: "No, no, no - esta es mi casa", exclamó. "Qué vergüenza", dijo, señalando con el dedo a la activista de mala educación, mientras los otros que conocían su lugar, se rieron y aplaudieron.

El protocolo que rige las relaciones entre los gobernados y los gobernantes en Washington es como la propia ley: dictado por y para los pocos poderosos que se beneficiarán. Por lo tanto, se considera grosero que un miembro de una clase oprimida enfrente a su opresor en un lugar público - hay canales existentes, como un concurso cada cuatro años entre dos candidatos que en gran medida están de acuerdo en la mayoría de los problemas, en lugar de difundir tales iras. La confrontación directa es "terrible" para la élite, ya que crea un agujero en su propia burbuja de justicia, desafiando la sacralidad de su autoridad, y hacer toda esa pompa para gente que ni siquiera reclama un mandato divino parece un poco tonto.

Por supuesto tiene sentido que aquellos que se benefician del régimen de poder existente buscarán cultivar respeto por el sistema que tanto les ha beneficiado. Y en un nivel simple, superficial, a las personalidades de noticias les gustaría que se supiera que lo que hacen es tan importante como la gente sobre la que informan; seriedad por extensión. Estas personalidades trabajan para las empresas que son propiedad de los mismos que tienen un incentivo para aumentar la legitimidad percibida de las figuras públicas que patrocinan, a cambio de leyes que se adapten a sus intereses; no se requiere ninguna conspiración tenebrosa – o una versión para tontos de la tesis de Noam Chomsky sobre el sesgo de los medios de comunicación - para deducir que es probable que sea más fácil aparecer en el horario estelar de televisión si no eres visto como una amenaza para los dueños del canal.

Incluso los más duros críticos del presidente en televisión insisten en la deferencia a la autoridad inherente de poder. "Usted debe respetar la oficina de la presidencia, incluso si no le gusta la persona que se encuentra en ella," es la forma que Bill O’Reilly de Fox News se expresó la última vez que el presidente fue interrumpido. Inclusive la prensa acreditada, los que pretenden no servir a ninguna ideología, también están de acuerdo con la estrella de la extrema derecha de Fox: la autoridad, en virtud de su existencia, debe ser respetada.

Según los investigadores de la Universidad de Indiana, casi la mitad de los periodistas que encuestó se negarían a presentar un informe sobre un documento del gobierno si el propio gobierno lo desaprobó, quieren verse a sí mismos como parte del sistema - como, efectivamente, la rama de relaciones públicas que está presente para explicar al público las decisiones, no para desafiarlas.

El laico de centro-izquierda también insiste en este sentido por la religión del Estado y de sus ídolos, aunque con más fuerza cuando el respeto se le debe uno de los suyos. La "oficina del presidente es la más alta de la tierra", Catalina Pugh, una senadora estatal demócrata de Maryland lo recordó recientemente a los lectores del periódico ‘The Huffington Post’. Su ocupante actual es "un hombre del pueblo que ama su país y a todas las personas que viven en él", escribió, la retórica que convienen a un estado abiertamente totalitario, y que “deberíamos mostrar el respeto que hemos demostrado a cada presidente de los Estados Unidos antes de él". Uno podría imaginar que una demócrata no debería tener tanto respeto por el anterior presidente -. Con un par de cientos de miles de iraquíes muertos a sus espaldas - pero tópicos como los mencionados por Pugh, están destinados a hacerse sentir, no ha ser considerados cuidadosamente.

El caso más reciente de un miembro de los oprimidos en faltar el respeto a su opresor permitió a los buenos liberales una vez más repetir su papel de reprendedores autoritarios. "No, no está bien que se interrumpa al Presidente, aunque sea por una buena causa", fue cómo el editor de The Daily, un sitio web para los demócratas, respondió a lo sórdido del asunto, aclarando el punto de que el respeto se le debe aunque el objeto del reclamos sea correcto o incorrecto. El editorial admitió que "puede muy bien ser el caso de que los detenidos trans estén siendo asaltados y maltratados bajo la custodia de Inmigración y Control de Aduanas en este mismo momento", pero - el continuo abuso sistémico de los más maltratados por la sociedad - no es razón para ser grosera. Lo que puede ser una cuestión de vida o muerte para usted, es después de todo, sólo una disputa política para aquellos lo suficientemente maduros y que no son afectados por la situación.

Bajo la apariencia de buenos modales los autoritarios corteses de Estados Unidos buscan silenciar reparos al status quo y prefieren que la angustia se canalice de la manera menos perjudicial, más respetuosa y en gran parte ineficaz de la política electoral. ¿No le gusta el sistema? Vote por alguien que promete cambiar las cosas (y luego sea lo suficientemente maduro como para aceptar el hecho de que no lo harán). Así es como hemos estado haciendo las cosas desde 1776.

Los Estados Unidos no es Corea del Norte, por supuesto - los disidentes están en la lista negra, no se les dispara en la cabeza (siempre que estén en territorio estadounidense). Pero los EE.UU. también se diferencia de los estados totalitarios contemporáneos en que el líder que está en la parte superior del sistema jerárquico de autoridad posee mucho más poder durante su tiempo de duración limitada en el cargo que cualquier líder de por vida en Corea o en otro lugar: la autoridad para ordenar un ataque militar en cualquier parte del mundo y, sobre todo, la capacidad de llevarlo a cabo – incluso la capacidad de eliminar toda la vida en el planeta Tierra con solamente pulsar un botón nuclear. Los que se encuentran por debajo de él deberían respetar la cadena de mando.

Ni siquiera a la persona más honrada, más respetable se le puede confiar el poder envestido a un presidente en nuestros días. La historia muestra que aquellos que han ocupado el cargo más alto en los Estados Unidos - históricamente: esclavistas, limpiadores étnicos, aniquiladores atómicos, mentirosos, mujeriegos y sinvergüenzas de la clase más baja – no son santos.

Entonces, ¿quién es servido por "respeto" a una oficina de tan mala reputación? No los cientos de solicitantes de asilo expulsados ​​del país todos los días, ni los extranjeros en edad militar que murieron de forma remota a las órdenes y caprichos del comandante en jefe actual, sino unos pocos poderosos que se benefician de pisotear a los muchos por debajo de ellos.

Para aquellos en la parte inferior, tal vez es hora de dejar de escuchar a los que están en la parte superior y ser un poco menos educados.

**Charles Davis es un escritor en Los Angeles que ha publicado por medios como The Nation, The New Republic y Al Jazeera.


 

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