Guantánamo: Es hora de cerrar esa maldita cosa
Se cumplen 17 años desde la apertura y la llegada de los
primeros prisioneros a Guantánamo, ese agujero negro que ya debería estar
cerrado. Uno de sus exprisioneros nos cuenta por qué.
Mohamedou Slahi – exprisionero
Blog de Amnistía Internacional
11 de enero de 2019
© AI
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Recuerdo ese día que soy incapaz de olvidar, porque está
gravado para siempre en mi memoria como si fuera ayer.Fue hace más de 17 años,
cuando unos agentes de la policía secreta me llevaron a mi viejo automóvil,
que estaba aparcado a la puerta de la casa de mi madre, en Mauritania, y me
dijeron que fuera tras el vehículo discreto y sin distinto alguno que
utilizaban. Un agente visiblemente avergonzado me estaba esperando
para sentarse a mi lado en el automóvil.
Cuando salía por la puerta, mi madre me detuvo. Sospechó por su aspecto que
eran agentes. Temía por mí. Incluso una persona apolítica como mi madre podía
identificarlos enseguida.
"No quería que te encontraran", dijo el joven agente sentado a mi
lado en el automóvil. Ya lo conocía. En 2000, cuando regresaba a Mauritania de
un viaje a Canadá, fui detenido en Senegal por sospechas infundadas y a
instancias del gobierno de Estados Unidos. Cuando me llevaron de Senegal a
Mauritania, ese joven agente fue mi carcelero. Me habló de las dificultades por
las que pasaba porque su trabajo no le daba para vivir. Yo prometí ayudarlo si
salía alguna vez de la cárcel. Me dijo que sabía arreglar televisiones y
sintonizar los canales, y me propuse buscarle clientes y ayudarle a aprender
más. La noche antes de que me secuestraran en casa de mi madre le
había dicho que me arreglara la televisión.
Al arrancar vi por el retrovisor los dedos de mi madre, alzados al cielo y
contando plegarias. No volví a ver a mi madre ni a mi hermano
mayor, porque fallecieron antes de mi liberación.
Entonces no era todavía la prisión de Guantánamo que conocemos ahora. Me
entregaron a Jordania y me llevaron luego a la base aérea de Bagram, antes de
enviarme al centro de detención de Guantánamo.
A fin de hacerme confesar, los agentes estadounidenses me
sometieron a tortura y otros tratos crueles e inhumanos. Como si
perder la libertad y mi medio de vida y ser separado a la fuerza de mis seres
queridos no fuera lo bastante cruel.
Pasaron años de privaciones, dolor y sufrimiento antes de que me
reuniera finalmente con mi familia al final de 2016. Y más de dos
años después de mi liberación, sigo estando como un detenido en mi propio país,
sin que se me permita recibir fuera de él la atención médica que tanto necesito
porque el gobierno estadounidense ha pedido al mauritano que no me conceda el
pasaporte.
Todo aquello ocurrió en nombre de la democracia. En nombre de la
seguridad. En nombre del pueblo estadounidense.
Acto en el museo sobre la prisión de Alcatraz, en Estados Unidos / William Butkus
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Con la premisa de que sólo unas cuantas personas merecen el debido proceso,
dignidad y derechos humanos y de que la democracia más poderosa del mundo puede
hacer lo que le plazca con el resto de la humanidad.
Creo que Estados Unidos tiene el derecho y el deber de proteger a sus
ciudadanos, pero que no debe jamás hacerlo al margen del Estado de derecho que
ha prometido hacer valer.
Puedo decir con tranquilidad que soy un ejemplo viviente de que las sospechas
de un gobierno no pueden ser nunca un motivo para menoscabar el Estado de
derecho, por el que generación tras generación ha luchado en Estados Unidos.
Soy un ejemplo porque las sospechas del gobierno de que era un delincuente
estaban equivocadas totalmente, al cien por cien. Jamás fui
acusado formalmente y menos aún declarado culpable de ningún delito. El
único juez independiente ante el que comparecí durante mi suplicio ordenó que
fuera puesto en libertad, tras ver las pruebas secretas, que ni siquiera a mí
me permitieron ver.
Valientes activistas de Amnistía Internacional reconocieron que también
quienes no son ciudadanos estadounidenses tienen derecho a ser tratados con
dignidad y a acogerse al Estado de derecho. Han estado ayudándome
activamente hasta ahora. Ayudaron a dar a conocer al mundo mi versión de lo
ocurrido mientras permanecí encarcelado año tras año, reprimido y gritando en
la oscuridad. ¡Estaré siempre agradecido por ello!
Jamás ha estado ni está todavía bien visto salir en defensa de los derechos
humanos si al acusado se le considera un “oponente”, y mucho menos si la
acusación es por terrorismo. Sin embargo, creo que, precisamente por esa razón,
no se debe dar rienda suelta a la violencia del gobierno simplemente por la
naturaleza de la acusación y los antecedentes del acusado. Los linchamientos se
condenaron y se dejaron finalmente de realizar por una razón.
Han transcurrido ya 17 años desde la apertura del infierno infame que
es Guantánamo. Es por la dignidad del buen pueblo estadounidense que
su gobierno debe cerrar esa maldita cosa.
¡Cierren esa prisión y traten a las personas de acuerdo con el Estado de
derecho! ¡Qué Dios les bendiga!
*Mohamedou Slahi estuvo detenido en
Guantánamo. En la actualidad es activista de los derechos humanos, residente
Mauritania y autor del best seller “Diario de Guantánamo”.
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