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Sobreviviendo el huracán Sandy en la orilla sur de Staten Island

Elaine Brower
2 de noviembre de 2012
Traducido del inglés por
Periódico Revolución revcom.us

¿Dónde comenzar? Qué tal si digo que jamás esperaba que el huracán Sandy creara tanta devastación, tanta destrucción y tanta consternación a Nueva York y al área triestatal. Escribo esto hoy para recordar y para compartir mi experiencia individual de la peor tormenta de mi vida.

En 1993, cuando la "tormenta perfecta" golpeó Long Island y Connecticut, yo estaba en un barco atado a un muelle en la bahía de Long Island. Mis hijos eran pequeños en ese entonces y estábamos pasando el fin de semana en una lancha de motor de 35 pies. Como era demasiado tarde para regresar a casa, decidimos aguantar la tormenta en la lancha. A pesar de estar ahí en la pura tormenta y ver barcos que volaron por encima de nuestras cabezas, no la pasamos tan mal. También he sobrevivido grandes tormentas de nieve y apagones desde los años 60 hasta los años 70. Así que no le di mucha importancia al pronóstico del tiempo que daban las caras bonitas de los noticieros. Nos aprovisionamos de agua, pilas y comida para las mascotas. Yo no podía creer que ya empezando el miércoles, cinco días antes de que el huracán fuera a tocar tierra, cada informe noticioso sin excepción chillaba sobre la "SUPERTORMENTA" que se nos acercaba. Y me irritó muchísimo que [el alcalde] Bloomberg le decía a la población que ésta debería salir, o si no... Claro que junto a Ray Nelly [el jefe de la policía], planeaban cortar la luz en los multifamiliares y apagar los ascensores. Vivo en lo que clasifican como la "Zona A", justamente en una zona de inundaciones. En realidad crecí en este vecindario, y de niña durante las tormentas usaba cámaras de llantas para ir flotando en las alcantarillas.

Hurricane Sandy - Boat in houses on Staten Island

El huracán Sandy — yates y veleros que chocaron con casas en Staten Island tras la tormenta.
Foto: Especial para Revolución


Este es un vecindario de clase media muy blanca y está a menos de 0.4 kilómetros de la playa. Muchas veces me he preguntado si Staten Island se hundiría si ocurriera algún tipo de supertormenta, pero me reía de la posibilidad. Durante el fin de semana, las advertencias y el drama en la tele aumentaron de forma exponencial. Antes del domingo, se anunciaron planes de suspender los servicios del metro, autobuses y de ferrocarril, además de cerrar los puentes. Un ataque preventivo del gobierno para hacer que la población se quedara en casa; además, el presidente Obama declaró el lunes que el área triestatal se consideraba inmediatamente una zona federal de desastre.

Bloomberg declaró que quien no evacuara era "egoísta" y estaría "poniendo en peligro al personal de primeros auxilios". Para mí, eso estaba totalmente fuera de lugar, pero todo lo que dice y lo que hace están fuera de lugar. Mientras tanto, no había manera de ir al trabajo y las escuelas estaban cerradas. Para salvar la "infraestructura" y todo el equipo necesario, los trasladaron a una "zona segura". Nadie mencionó [la cárcel] Rikers Island, ni una evacuación de las Tumbas [otro reclusorio], y los medios de comunicación, tan "preocupados", no hicieron pregunta alguna acerca de las personas recluidas en el sistema carcelario. Sigo sin saber qué les pasó.

Para el lunes los vientos empezaron a soplar contra mis ventanas y la veranda. Pensamos que estábamos preparados. Yo miraba mientras el viento arrancaba de raíz a los árboles del vecindario, uno por uno, incluido un peral de 10 años de edad que cayó en la valla de atrás. Para las 3:00 pm del lunes se cortó la luz, como era de esperarse. Eso justamente cuando estábamos mirando un reportaje televisivo sobre el puerto deportivo "Great Kills", que estaba a unas cuadras de mi casa y se había inundado; las lanchas se habían levantado y se dirigían hacia los restaurantes y casas cercanas. Unas horas más tarde, las luces se encendieron de nuevo y hubo noticias sobre más inundaciones. Pero ahora Chris Christie y Cuomo [los gobernadores de Nueva Jersey y Nueva York, respectivamente], además de Bloomberg, parecían cagados de miedo. Por más que pensaran que estaban preparados, la tormenta los pilló desprevenidos. Cada funcionario del gobierno tenía su propia versión acerca del porqué.

Durante todo eso, me quedé pensando que la única reacción, la única respuesta, de los que estaban en control era literalmente declarar algún tipo de ley marcial. Bloomberg literalmente tenía a la población encerrada en sus casas, Christie estaba exigiendo que las personas evacuaran y la única voz de la razón era la del gobernador de Connecticut, que dijo que "las personas deben actuar de acuerdo a su mejor criterio". El lunes por la noche me quedé escuchando el soplar del viento, que en verdad era muy tranquilizador. Las luces ya se habían cortado de forma permanente, los árboles estaban derrumbados y la mayoría de las personas estaban dentro de sus casas. Con la excepción de un grupo de niños que estaban fuera jugando a fútbol americano. Acostada en la cama no oía más que el viento, que casi se oía como el mar. De lo que yo sepa, tal vez era el sonido del océano que no estaba muy lejos. El aire tenía una frescura agradable, para variar, y pensé: eso no está tan mal. Yo estaba afortunada. Tenía una cama cómoda, frazadas calientitas y comida. También tenía agua caliente y una estufa de gas que funcionaba. Pensé en la gente de Haití y otras partes del Caribe que sufren esto cada año y que desde un principio no tienen nada. Trabajo por ratos como voluntaria en Haití y he visto a primera mano que vivir en una carpa de lona les da una lección de humildad a las personas como yo, pero es lo normal para ellos.

En la noche, los vientos arreciaron y empezó a caer granizo. Me preocupaba más por mi mamá de 90 años, que vive a diez casas de mí, a la vuelta. Llegó la mañana del martes y, al salir afuera, no pude creer el desastre. Todos los vecinos estaban en la calle, con expresiones bastante aturdidas, esperando ver los vehículos de emergencia. Noté que desde la noche hasta la mañana, no oí ni vi ningún vehículo de emergencia. Y de hecho yo no estaba sola. Todos lo comentaron.

Es que por cinco días antes de la tormenta, solo veíamos a figuras políticas, funcionarios del gobierno y medios de comunicación que nos daban órdenes; pasaban transparencias y daban presentaciones acerca de la manera en que la tormenta iba a pegar, cuáles zonas serían las más afectadas, qué se iba a hacer para responder y que había que prestar atención a las instrucciones, porque si no… Por cinco días antes de la tormenta, las personas saqueaban los supermercados, almacenando lo que se les antojaba. Aquí en Staten Island vi carritos llenos de galletas, cereales y refrescos. Pero ahora, después de que la tormenta tocó tierra, esos mismos políticos, funcionarios del gobierno y personajes de los medios no sabían cómo reaccionar. Cada uno repetía una y otra vez que jamás había visto algo similar; Cuomo hizo referencia a su conversación con Obama, diciendo: "ahora tenemos una tormenta del siglo cada dos años; ¿cómo lidiamos con eso?" Quería decir: "¿cómo lidiamos con la población?"

Mirando por alrededor de mi calle, no vi a ningún "personal de emergencia". Ningún vehículo, ningún policía. Llegó un amigo a decirme que la Guardia Nacional se había desplegado a lo largo del bulevar Hylan, a proteger las casas a orillas del océano. Resulta que los yates y veleros atracados en ese puerto deportivo muy prestigioso, que alberga a barcos valorados en un millón de dólares, se soltaron y flotaron por unas dos cuadras hasta chocar con todas las casas. Es triste que las aguas crecieron tanto que se adentraran casi un kilómetro, hasta las casas, y esperábamos que nadie quedara lisiado, pero el mensaje nos quedó claro: la Guardia Nacional no estaba ahí para ayudar a nosotros, sino para proteger las propiedades. No se hizo ninguna evacuación de emergencia. De hecho, a lo largo de la orilla sur, las personas quedaron abandonadas en sus casas, algunas llevadas por el agua y pidiendo auxilio. No les llegó el auxilio.

Después de pedir que la población le prestara atención a los funcionarios gubernamentales, ahora el gobierno la abandonaba a arreglárselas sola. Bloomberg y los demás bustos parlantes salieron en los medios a decir que, como se le dijo a la población que evacuara, ahora había que esperar. Empezaron a oírse declaraciones de que las luces no se encenderían por cinco a siete días como mínimo, y que la prioridad era hacer que la [Bolsa de] Wall Street, que estaba inundada, volviera a abrirse.

Martes no estaba mal, pero la gente parecía atolondrada. Pasé mucho tiempo en la casa de mi mamá, y descubrí que empezaba a hacer mucho frío. Mi mamá tenía puesto dos abrigos, y su casa es todo eléctrico así que no hubo nada de gas. Sus vecinos estaban afuera, compartiendo fotos e historias de las inundaciones y las líneas eléctricas caídas. Pero todavía no hubo indicio de NINGUNA ayuda. Decidí aventurarme en carro para buscar gasolina, porque el tanque estaba en vacío. No podía creer cómo reaccionaba la gente. Bueno, soy fanática de las películas "de zombis pos-apocalípticas", y siempre me reía de las personas "renegadas", hasta que iba en mi carro a buscar gasolina. Los semáforos no funcionaban, había árboles en medio de las calles y casas destruidas. Sin embargo, vi centenares de vehículos, en su mayoría vehículos deportivos utilitarios, y conductores maníacos al volante. La gente tenía la cara pálida, los ojos salidos de las órbitas y los pelos de punta. En serio. Encontré una farmacia CVS que estaba abierta y las personas empujaban entre sí simplemente para comprar pilas y agua. Caras de enfado, enfado en el lenguaje corporal y voces fuertes. Me pensé: ¡ahora sé de dónde se sacan los guiones para esas películas! Yo seguía mirando por encima del hombro para cuidarme de los muertos andantes.

Nadie sabía qué hacer; solo sabían comprar. Las personas en la cola tenían dulces, cartones de mezcla preparada para tortas, gaseosas y otros artículos similares. Todos andaban perdidos y preguntaban dónde estaban los socorristas. Habían escuchado a los que estaban en control cuando estos les dijeron qué hacer, y ahora un silencio total. Resulta que Staten Island fue una de las zonas más afectadas. Las familias perdieron vidas, casas y negocios.

Salí de la tienda y fui a una gasolinera. Otra vez, los carros se metieron en cada entrada y salida, sin orden ni concierto, queriendo ser el primero que llegara al surtidor. Las personas gritaban por las ventanas y parecían zombis vivos. Fui directamente a casa. No llegarían los socorristas y nadie quería ayudar.

Hay algo de verdad en que algunas comunidades aúnan fuerzas para salir adelante, pero por lo que vi tras esta devastación, eso no es común. Posiblemente usted lo verá en los noticieros, pero no se presentan las muchísimas veces que las personas le atropellan primero y hacen preguntas después. Empecé a examinar por qué ocurría aquí. Primero, aquí en una colonia de clase media, las personas no tienen muchos tratos sociales con sus vecinos, a menos que tienen niños pequeños. No existe en realidad el sentido de comunidad. No vivimos en apartamentos, donde se ve al vecino varias veces al día, como en los multifamiliares o en las zonas urbanas. La gente aquí básicamente mira por sí misma.

Para miércoles, ahora dos días sin luz, la frustración estaba evidente en todas partes. No llegó ningún socorrista, pero la radio pasaba noticias sobre la apertura de la Bolsa de Valores. Yo me quedaba en la casa de mi mamá porque ahora le hacía mucho frío en la noche. Después de pensar que sí podíamos aguantar todo esto, ahora yo entré en pleno "modo de emergencia". No funcionó mi celular ni el lunes ni el martes; pensé que el servicio volvería y esperaba que la luz también. Pero no, y se estaba haciendo cada vez más frío. La gente en las calles estaba diciendo que era más que un huracán; era más como un tsunami o un maremoto. Muchos pensaban que no nos estaban diciendo la verdad completa, y todavía no llega nada de ayuda. La mayoría se siente impotente porque en su mente sigue dependiendo de los mismos funcionarios que decían que estaban en control antes de la tormenta pero ahora eran casi invisibles, si no se tratara de una rueda de prensa.

Es asombroso que una persona, después de dar por sentada la existencia de la televisión, el internet, los celulares, refrigeradores y carros, a pesar de comprender en algún recoveco de la mente que en realidad no se debe depender de todas esas comodidades, ahora vive hora a hora, pensando solamente en cómo mantenerse en calor, cómo se va a comer y al anochecer asegurándose de que tiene suficientes velas encendidas y suficientes linternas. Literalmente uno empieza a funcionar en modo de emergencia. En algún momento del miércoles sentí que mi mente se me puso a toda marcha. Pensando que si hubiera que aguantar eso por otros cinco días, necesitaríamos comida y calefacción. Con mi esposo planeamos ir el jueves a Filadelfia para comprar pilas y un generador, y así por los menos sobrevivir. Por lo menos podríamos mantenerles en calor a mi mamá, y a mis perros y gatos que ya estaban asustaditos. Ya ni siquiera pensaba en mirar la televisión o conectarme al internet. Arrancó el puro instinto de sobrevivir.

Lo único en que yo podía pensar era Haití y Nueva Orleáns. Que en Nueva Orleáns, los mercenarios de Blackwater empezaron a disparar contra los damnificados. Que la gente de Haití comenzó a quemar llantas en frustración. ¿Pasaría lo mismo aquí? ¿Cómo sería la nueva normalidad? Es cierto, ahora tenemos la tormenta del siglo cada dos años, o con más frecuencia. Además, los que están en control están "alterando" sus grandes planes para el resto de nosotros. ¿Qué significa eso?

Por cierto no significa que vienen a ayudarnos de inmediato. Significa que impondrán la ley marcial más temprano y con más dureza, y dejar que TODOS nos las arreglemos mientras que ellos mantienen el "orden". Claro que la gente se siente impotente, enfadada y temerosa. No estamos en control. Estamos acostumbrados a las comodidades, pero no tenemos el dedo sobre el botón que las controlan. Los que están en los podios las controlan y las controlarán, a las fuerzas armadas y a nosotros en el proceso. Temprano la mañana del jueves, mientras todos dormíamos, se prendieron las luces y los electrodomésticos. Miré para arriba y me di cuenta de qué tanta energía uso en realidad; eso fue la primera cosa que se me ocurrió. Caminé por la casa apagando luces, televisores, computadoras y la máquina de lavar. Era un susto que me hizo pensar en qué tanto dependo de esos aparatos, y que los doy por sentados o, para colmo, que hago caso omiso de esa dependencia.

Me alegraba tener calefacción una vez más, y mi mama también, pero ahora estoy más consciente de quién está en control, y de cómo puedo yo tener más control. De alguna manera tenemos que romper nuestros vínculos con quienes controlan nuestras vidas.

En estos momentos estoy mirando las noticias en mi sala de estar, y solo veo a personas que claman por ayuda. La frustración va en aumento, y la mayoría de las personas está peleando entre sí, por comida, por gasolina y por cualquier otra cosa que no puede obtener. La gente está sola, con hambre, y preguntando ante la cámara: "¿dónde está la Cruz Roja? ¿Dónde está toda la ayuda?" Esto no ha terminado, ni remotamente. Más que nunca, tenemos que recuperar nuestra vida, nuestro mundo y NO depender en que otros mantengan el control en nuestro nombre. En el ínterin, voy a sentarme a mirar una buena película de zombis.


 

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