La cumbre sobre el clima en Durban:
Inacción criminal y peligro inminente
Orpheus Reed Revolución #253,
18 de diciembre de 2011
Durante la última semana se reunieron representantes de 195 países para la
17a cumbre sobre el clima patrocinada por la ONU en Durban, Sudáfrica.
Terminaron el 9 de diciembre. Desde 1992, estas conferencias sobre el clima han
hablado de cómo lidiar con el problema apremiante del cambio climático,
pero no han hecho nada en serio para poner fin al problema. Al
contrario, la situación está empeorándose cada vez más.
Incluso antes del comienzo de la cumbre, los representantes de los países más
poderosos, que controlan todo este proceso, anunciaron al mundo que no debemos
esperar ningún acuerdo importante sobre el cambio climático. El New York
Times dijo en un titular que la reunión concentraba "asuntos urgentes pero
expectativas reducidas". De hecho, de acuerdo al Guardian de Gran
Bretaña: "El Reino Unido, la Unión Europea, Japón, Estados Unidos y otras
naciones ricas están unidas ahora en optar por postergar cualquier acuerdo que
limite las emisiones".
De Copenhague a Durban
En la víspera de la cumbre de Copenhague, Dinamarca, en 2009, había grandes
expectativas de que al fin se alcanzaría un acuerdo real con compromisos
vinculantes a reducir los gases de efecto invernadero que son la causa del
calentamiento global. El acuerdo que se firmó no hizo nada para reducir las
emisiones de esos gases y ni siquiera era un plan serio para hacer eso. Al
contrario, y principalmente a instancias de Estados Unidos, se aprobó un acuerdo
criminal que no tenía la intención seria de cambiar nada, y la mayoría de los
demás países tuvo que tragárselo. (Véase "Acuerdo sobre el clima
en la cumbre de Copenhague: Un crimen contra el planeta", Revolución
#188, 10 de enero de 2010, en línea en revcom.us.)
La cumbre de Copenhague no fue una reunión urgente de científicos y otros con
el objetivo de resolver este problema. Fue una pelea entre los líderes de los
países más poderosos del mundo para hacer que cedieran sus rivales, mientras
promovieron con vileza sus propios intereses y abandonaron al planeta y a la
gente del mundo a enfrentarse al desastre global que está en ciernes.
Cuando la cumbre de Copenhague no llevó a nada serio, se le prometió al mundo
que un nuevo tratado sobre el clima podría concretarse dentro de un año. Después
se cambió el plazo a dos o tres años. Y ahora, las grandes potencias
imperialistas están diciendo que no se puede esperar ningún tratado antes de
2016, y que este ni siquiera entrará en vigor hasta 2020.
Si esa es la clase de decisión que toman, si tales decisiones y el poder de
tomarlas quedan en manos de esas potencias capitalistas, eso será un desastre
para los ecosistemas del mundo. La realidad es que al mundo no le queda
tanto tiempo. Importantes científicos climatológicos están advirtiendo con
siempre más frecuencia que hay que reducir las emisiones drásticamente, desde
ahora, si es que se quiere evitar cambios climáticos catastróficos en el
mundo.
La conferencia del año pasado en Cancún, México, no dio ningún resultado,
aparte de unas promesas vacías de crear un fondo mediante el cual los países
ricos costean la tecnología y los proyectos para que los países pobres
supuestamente den pasos para mitigar el cambio climático. Y al final esto
tampoco dio fruto, pues Arabia Saudita y Estados Unidos se retiraron del fondo
unas semanas antes de la cumbre de Durban.
Barack Obama y otros representantes estadounidenses afirman que la cumbre de
Copenhague fue un éxito rotundo que estableció un marco para medir el progreso.
Según el acuerdo cada país fijaría sus propias metas de reducción de emisiones
de efecto invernadero, y se afirmó que ese enfoque voluntario conduciría a un
progreso real. Eso era y es un engaño cruel que los propios hechos
desmienten.
La evidencia científica
Hace poco el Departamento de Energía de Estados Unidos dio a conocer que en
2010, las emisiones mundiales de dióxido de carbono (el gas de efecto
invernadero más común) aumentaron en un 6 por ciento en comparación con 2009.
John Reilly del Programa Conjunto sobre la Ciencia y la Política del Cambio
Global, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (la universidad MIT), dijo:
"Cuanto más hablemos de la necesidad de controlar las emisiones, más siguen
aumentando". Las emisiones de CO2 de Estados Unidos y China representan más del
50% del aumento, y eso a pesar de la crisis económica mundial. De acuerdo con
Tom Boden del Laboratorio Nacional de Oak Ridge, esas cifras indican que la
situación concreta está sobrepasando incluso los peores pronósticos del Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, un panel de
científicos y líderes mundiales que estudian el cambio climático). El IPCC
calculó que, según el peor de los panoramas, las temperaturas mundiales
aumentarían de 2.2 a 6.1 grados Celsius para finales del siglo. Esa eventualidad
traería un holocausto de sequías, cosechas arruinadas y escasez de agua en
África; la inundación de naciones isleñas y zonas enteras de países bajos como
Bangla Desh y partes de Egipto; la destrucción generalizada de grandes
cantidades de las especies del mundo; e incontables desastres adicionales por
todo el planeta.
La Sociedad Meteorológica Mundial acaba de publicar datos que demuestran que
los niveles de dióxido de carbono alcanzaron en 2010 su punto más alto desde que
se tienen datos: 389 partes por millón. Estudios anteriores han documentado no
solo que esos niveles van en aumento, sino que la tasa de aumento también está
subiendo.
La ciencia y los hechos son clarísimos y no dejan lugar a dudas. El cambio
climático, resultando del calentamiento global causado por los seres humanos, ya
ha comenzado y amenaza con ser una catástrofe total. Corren peligro el futuro y
la vida de muchas especies de nuestro planeta y tal vez la humanidad misma. Los
estudios demuestran que 2010 fue el año más caluroso del que se tienen datos. Y
un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial dice que, respecto a
la temperatura media del planeta a lo largo de la historia documentada, 13 de
los años más calurosos ocurrieron durante los últimos 15 años.
Los estudios están documentando cada vez más que existe una relación entre el
calentamiento global y la tendencia a que suceden eventos climáticos más
extremos: sequías más intensas en algunas regiones, lluvias e inundaciones más
intensas en otras, tormentas más poderosas y olas de calor sin precedentes. El
casquete polar y el mar Ártico, el centro de ricos ecosistemas que son cruciales
para el planeta en su conjunto y que han jugado un papel fundamental en el
sistema climático de la Tierra desde los comienzos de la humanidad, han estado
derritiéndose a niveles sin precedentes durante la última década. Los
científicos que estudian estos sucesos describen que esa situación "refuerza la
idea de que el hielo marítimo del Ártico se va en un descenso vertiginoso hacia
su desaparición".
Por décadas, se ha dado la alarma año tras año y con cada vez más fuerza: se
ha recalcado en estudio tras estudio científico; se ha corroborado de mil
maneras en los cambios de la conducta, hábitos y movimiento de los seres vivos
de la naturaleza; y la han augurado tormentas cada vez más destructivas, olas de
calor mortales y el nuevo rostro de nuestro planeta.
También, año tras año se agudiza el enorme abismo que media entre el
creciente peligro, y la inacción e incapacidad criminal de las potencias
mundiales de lidiar con ello. Esa criminalidad ha llegado a un extremo tan
grande en Estados Unidos que en los círculos de poder y en la opinión pública
oficial, tomar alguna acción seria contra este problema o incluso reconocer su
existencia de manera realista ya está fuera de discusión.
La cuestión es: ¿qué vamos a hacer nosotros la humanidad del mundo?
Revolución tendrá más cobertura sobre la conferencia de Durban, pero
lo siguiente ya está claro: las clases dominantes y los representantes de este
sistema son incapaces de salvar a nuestro planeta, no simplemente debido a su
avaricia de ganancias, sino al mero funcionamiento del sistema de capitalismo.
En el capitalismo, todo se convierte en mercancía y todo lo que se hace tiene
que ser rentable; la producción es de propiedad privada e impulsada por el
mandamiento de "expandirse o morir"; y existe una enorme brecha entre los países
imperialistas y los países oprimidos. (Véase "¿Corrompen
el sistema las corporaciones y bancos, o es el problema el sistema
capitalista?" de Raymond Lotta, Revolución #252, 11 de diciembre de
2011, en línea en revcom.us.) No existe ninguna razón que hiciera pensar que
este sistema y sus representantes sean capaces de lidiar con el cambio climático
mundial de la manera y con la urgencia que se requieren. Si el poder económico y
el poder político siguen en sus manos, la humanidad enfrentará el peligro
concreto de la llegada de un colapso ambiental mundial.
Pero las cosas no tienen que ser así. Existe un marco y un enfoque concretos,
expuestos en el número especial de Revolución "Emergencia global" (en
línea en revcom.us/medio_ambiente)
y en la Constitución para la
Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto),
que podrían comenzar a lidiar con la crisis del clima y del medio ambiente en
general, al establecer por medio de la revolución un nuevo sistema que tenga
como fundamento un enfoque económico sustentable que conserva y mantiene los
ecosistemas naturales. Un sistema que tendría la posibilidad de dirigir al mundo
en combatir la catástrofe ambiental como un elemento crítico de la lucha para
emancipar a toda la humanidad.
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