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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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03-15-11

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El décimo aniversario del 11/9:

Diez años de una fuerza arrollador del imperio… y el mundo completamente Nuevo que se necesita

Revolución, edición 26 de septiembre de 2011

A continuación presentamos una versión levemente modificada de un discurso que dio el 11 de septiembre de 2011, Andy Zee, el vocero de Libros Revolución-Nueva York, con motivo del décimo aniversario del 11/9.

Maher Arar, un ingeniero de Canadá, iba de viaje de regreso a casa desde Túnez en septiembre de 2002 y tuvo que hacer una corta escala en el aeropuerto JFK de la ciudad de Nueva York. De inmediato, las fuerzas de inteligencia del gobierno estadounidense lo detuvieron y lo mantuvieron en aislamiento dos semanas y le privaron de toda comunicación de importancia con un abogado. Aunque las autoridades estadounidenses no tenían pruebas en su contra, de volada lo subieron a un avión y lo llevaron, o entregaron, a Siria, y no a Canadá, cuyo gobierno se había mostrado interesado en él.

En Siria, lo metieron en una tumba subterránea: una celda subterránea de 1 m. x 2 m. sin luz y una infestación de ratas. Lo dejaron salir solamente para someterlo a repetidas torturas, interrogarlo brutalmente y para colmo, lo mantuvieron en su ataúd subterráneo solitario sin recurso ni comunicación con el mundo exterior. Después de diez meses, diez largos meses, lo dejaron en libertad y lo mandaron a casa. No entablaron cargos. Ninguno. Por ello, Arar tiene irrevocables cicatrices psicológicas. Su esposa y dos hijos vivieron su propio infierno. Y nunca se olvida eso. Con el tiempo, el gobierno canadiense pagó una indemnización por haber entregar datos erróneos el gobierno estadounidense, el que no aceptó ninguna responsabilidad, por razones de confidencialidad, lo que continúa bajo el gobierno de Barack Obama.

LA VIDA DE LOS ESTADOUNIDENSES NO ES MÁS IMPORTANTE QUE LA DE LA GENTE DE OTROS PAÍSES.

Syed Fahad Hashmi es un ciudadano estadounidense que es musulmán y tiene 30 años de edad. Vino con su familia a Estados Unidos desde Pakistán cuando tenía tres años de edad y creció en Flushing, Queens, Ciudad de Nueva York. Consiguió su ciudadanía estadounidense y egresó de la secundaria Robert F. Wagner en 1998 y del Brooklyn College en 2003. Fue a Inglaterra donde obtuvo una maestría en 2005.

En junio de 2006, la policía británica lo arrestó en el aeropuerto Heathrow (cuando estaba a punto de viajar a Pakistán donde tiene familiares) por una orden de detención girada por el gobierno estadounidense. En mayo de 2007, fue extraditado a Estados Unidos, siendo el primer ciudadano estadounidense extraditado bajo las leyes contra el terrorismo ratificadas después del 11/9.

Bajo los gobiernos de Bush 2 y Obama, Fahad estuvo en aislamiento en el Centro Correccional Metropolitano (MCC) de la Ciudad de Nueva York, a unas pocas manzanas del “punto cero”, en condiciones tanto kafkianas como absurdas por su brutalidad. No permitieron que leyera un diario más reciente que de hace 30 días, lo mantuvieron en aislamiento sin acceso a aire fresco, lo monitorearon las 24 horas al día, con 23 en una celda y una hora en una jaula. Por la vileza de las restricciones sobre su vida, unos artistas de teatro sostuvieron vigilias fuera del MCC.

No lo acusaron de ningún delito violento, sino por el hecho de que alguien, quien paso un tiempo en su departamento, guardó ponchos y calcetines ahí presuntamente destinados al uso de unos terroristas.

Lo procesaron bajo condiciones tan militarizadas e injustas en la Ciudad de Nueva York que al final, se declaró culpable para que no pasara el resto de la vida en la cárcel.

Fahad es un activista político en pro de causas musulmanas, y por esa razón, entre otras, el procurador general de Obama, Eric Holder, lo procesó de manera tan vengativa, a fin de perpetuar e intensificar el clima de intimidación contra el disentimiento que era el lema del gobierno de Bush 2 y que el de Obama ha elevado cada vez más al nivel de ley.

LA VIDA DE LOS ESTADOUNIDENSES NO ES MÁS IMPORTANTE QUE LA DE LA GENTE DE OTROS PAÍSES.

La ironía es que Fahad en realidad es un ciudadano estadounidense, pero a él, junto con miles de otros musulmanes y otras personas de origen sudasiático, el gobierno los ha castigado y detenido, en el sentido muy literal. He aquí el mensaje que continúa y que se recalca con motivo de este fin de semana del aniversario del 11/9: “Viven entre nosotros enemigos extranjeros.” Se han llevado a cabo ataques racistas, incluido el asesinato, contra árabes y musulmanes en todo el país.

No importa que Fahad sea ciudadano estadounidenses, lo que es aún más cierto bajo el régimen de Obama que bajo el de Bush 2. Pues, el presidente Obama se ha adjudicado el derecho de ejecutar a cualquiera, donde quiera en el mundo, meramente porque él lo ordene, incluso contra ciudadanos estadounidenses. En abril de este año, el gobierno de Obama tomó la medida extraordinaria de autorizar el asesinato selectivo de Anwar al-Awlaki, quien alega se había vuelto un reclutador de una red terrorista, donde quiera que lo encontraran, sin importar la distancia desde el campo de batalla y sin ningún proceso establecido legal de ninguna clase, sin levantarle cargos ni juzgarlo. Es el colmo que los gobernantes estadounidenses y sus loros mediáticos critiquen a los estados islámicos por dar fatuas [órdenes religiosas].

Esta política extraordinariamente fascista es una lógica extensión de la doctrina de la guerra preventiva, en que Estados Unidos se adjudica el derecho de atacar a cualquier país del mundo, entrar a cualquier país soberano y llevar a cabo un operativo militar meramente porque decida que en el futuro, alguien, algún grupo o algún gobierno pudiera perjudicar sus intereses. Todo ello bajo el lema de proteger la vida de estadounidenses.

“LA VIDA DE LOS ESTADOUNIDENSES NO ES MÁS IMPORTANTE QUE LA DE LA GENTE DE OTROS PAÍSES”.

Cuando Bob Avakian dijo esas palabras por primera vez, lo hizo como parte de un discurso previsor y acertado: Forjar otro camino. Al repasar está década desde el 11 de septiembre de 2001, y reflexionar, no existe nada que deberíamos querer hacer con más ganas que forjar otro camino completamente diferente para el mundo.

Barack Obama ha dicho repetidamente que tiene la “…creencia de que tenemos que mirar hacia el futuro en oposición a mirar hacia el pasado”. ¿Por qué? Porque, según él: “…una parte de mi trabajo es cerciorarme de que en la CIA, por ejemplo, haya individuos extraordinariamente talentosos, que estén trabajando con mucho esmero para mantener en la seguridad a los estadounidenses. No quiero que de repente, ellos se sientan en la necesidad de pasar la vida cuidándose la espalda y contratando a abogados”. Así, Obama expresa exactamente dos cimientos fundamentales de los Estados Unidos post 11 de septiembre. Uno, la guerra permanente sin restricciones ni frenos, tanto abierta como encubierta, a una escala completamente nueva sin siquiera restricciones debido a las formalidades del derecho internacional. A la vez, se une al coro de burlas contra el estado de derecho mediante la queja tan acostumbrada de las series policíacas de que los acusados “contraten demasiados abogados”, si bien, al mismo tiempo, Obama se preocupa de que sus asesinos de la CIA sean objeto de las restricciones de la ley. Obama no mirará hacia atrás, porque para defender y extender el sanguinario imperio del cual es hoy comandante en jefe, tiene que hacer más de lo mismo: entregar personas para que las torturen en otros países, masacrar mediante bombardeos aéreos a la sombra de la noche, librar guerras y ocupaciones aún más violentas de países enteros, a la vez que impulsa el crecimiento del aparato estatal de vigilancia policial en un momento en que tantas personas en Estados Unidos están llevando una vida de privaciones y desesperanza.

No. Nosotros estamos mirando hacia adelante, hacia un futuro completamente diferente, por medio de la revolución. Una parte de alcanzar eso es entender lo que pasa hoy y por qué y al hacerlo, ver no sólo los enormes crímenes de este sistema sino descubrir sus grietas fundamentales, guiando a la gente para que vea que sus intereses corresponden a la resistencia a lo que hace el gobierno en su nombre y llegue a ver y actuar a partir de ese entendimiento, de que este imperio, al igual que los anteriores, puede terminar, y además, que hay un mundo nuevo que ganar y una manera de alcanzarlo.

En términos sencillos y directos, la “Guerra contra el Terror” nunca ha tenido que ver con ninguna otra cosa salvo una Guerra por Imperio. Hay un mundo mejor que es posible alcanzar mediante la revolución.

* * * * *

Cinco horas después del derrumbe de las torres gemelas en la Ciudad de Nueva York, Donald Rumsfeld dijo: “A gran escala. Arrásalo con todo. Cosas relacionadas [a los ataques] y no relacionadas”. Desde el principio, ordenó que su equipo del Pentágono empezar a elaborar planes para invadir a Irak así como a Afganistán.

Según los neoconservadores del gobierno de Bush 2, todo el Medio Oriente era un pantano que habría que avenar. Después del hundimiento de la Unión Soviética, este sector de la clase dominante captó que Estados Unidos tenía una oportunidad y necesidad concreta de establecerse agresivamente como superpotencia única sin permitir ningún rival. La “Guerra contra el Terror” era la pantalla perfecta para hacerlo, sobre todo porque los terroristas, quienes Bush llamaba “malhechores” invocando su propio tropo fundamentalista cristiano, fueran quienquiera y cualquiera que ellos dispusieran. Una Guerra contra el Terror no tiene fin.

Revolución resume:

“Lo que motiva concretamente la llamada 'guerra contra el terror' es una gran estrategia con el objeto de remoldear al mundo entero, empezando con el Medio Oriente y estableciendo de modo permanente a Estados Unidos en una posición que nunca antes haya existido en la historia de los imperios del mundo: que no tiene rival y que no se le puede desafiar en toda dimensión a una escala nunca vista en la historia. Su objetivo ha sido rehacer con la violencia las relaciones internacionales y hacer de Estados Unidos el gobernante del mundo al cual no se puede desafiar”. (“10 años después del 11-9: La fuerza arrolladora del imperio y el mundo completamente nuevo que se necesita...”, #245, 11 de septiembre de 2011)

Además, estas metas y objetivos ya estaban en la agenda antes del 11/9, a la vez que muchos planes pertinentes se armaron agresivamente en los días y años después del 11 de septiembre de 2001. En 1992, este equipo de neoconservadores en política exterior formado por Cheney/Rumsfeld/Wolfowitz, que eran parte de la saliente gobierno de Bush 1, redactó un documento titulado “Guía de Planeación de Defensa,” que sostenía que Estados Unidos debiera asegurar que “ninguna superpotencia rival pudiera surgir en Europa Occidental, Asia ni el territorio de la antigua Unión Soviética” y que era necesario concretar tales objetivos mediante ataques preventivos a rivales o estados que buscaba tener “armas de destrucción masiva”, fortaleciendo el control estadounidense sobre el petróleo del golfo Pérsico y no permitiendo que ninguna ley ni coalición internacional inhiba la libertad de acción de Estados Unidos.

En septiembre de 2000, en su “Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense” se escribió que “el proceso de transformación [de la posición global estadounidense], aunque provoque un cambio revolucionario, probablemente será de larga duración, salvo algún suceso catalizador y catastrófico, como un nuevo Pearl Harbor.”

La noche del 11 de septiembre de 2001, Bush 2 escribió en su diario: “El Pearl Harbor del siglo 21 tuvo lugar hoy”.

Así que todo eso ya estaba en marcha antes del 11/9. Poco después del 11 de septiembre de 2001, el Comité del Movimiento Revolucionario Internacionalista hizo la siguiente observación, sintetizada aquí por Bob Avakian, que aún tiene gran relevancia:

“En el mundo tenebroso y tramposo de los servicios de espionaje tal vez nunca se conocerá con precisión quién organizó los ataques del 11 de septiembre. En realidad, ¿quién es Osama bin Laden? Claro, es el villano del momento, como lo fueron Noriega y ‘Saddam, el Dictador’ (y no olvidemos a Milosevic). Pero en realidad, ¿quién sabe quién es bin Laden o con quién o para quién trabaja? No es posible saber todo esto, pero al menos parece muy probable que algunas fuerzas (no fuerzas positivas ni del proletariado sino fuerzas reaccionarias) le asestaron un golpe al imperialismo yanqui por sus propios motivos. Independientemente de lo que supiera o no la clase dominante, o sea, si sabía que el ataque venía pero decidió no pararlo por sus propios motivos o si sabía que se iba a dar algún tipo de ataque, en el país o en el extranjero, pero no esperaba lo que sucedió (lo cual es muy posible); independientemente de todo esto (y, repito, a lo mejor no se aclarará nunca) el hecho es que se ha producido una situación en que tienen tanto libertad como necesidad” (citado en “Los grandes retos de la nueva situación”, que se puede conseguir en línea en revcom.us).

Y tal como nos enteramos en 2004, el 6 de agosto de 2001 Bush recibió un memo con una advertencia sobre un “ataque de Bin Laden en Estados Unidos”.

Lo que Estados Unidos hizo en respuesta al 11/9 fue extraordinario por su abierta declaración de guerra preventiva, su abierto rechazo del derecho internacional y del derecho constitucional de Estados Unidos, por su resucitación de una retórica vaqueresca, bravucona y patriotera de “Se busca vivo o muerto”. Pero al nivel de su actuar, no fue extraordinario ni fuera de lo ordinario, ni una aberración. Porque, de hecho, representa la historia de Estados Unidos, fundada sobre el genocidio, los huesos y el sufrimiento de personas por todo el mundo. El submarino era una práctica tan acostumbrada en las Filipinas durante la Guerra Hispano-Estadounidense al fin del siglo 19 que los soldados estadounidenses coreaban una cancioncilla al respecto. Los escuadrones de la muerte con aval y adiestramiento de Estados Unidos han dejado llagas en el cuerpo político y hasta en el alma, si me lo permitieran, de países desde América Central a África. No existe ningún continente (salvo, tal vez, Antártica) ni año en el último siglo y medio sobre el cual Estados Unidos no haya dejado su sangrienta huella en alguna parte del planeta.

Con demasiada frecuencia esta historia está relegada al olvido, sobre todo en casos de importancia. Y cuando sí tiene importancia, se dice, ya sabemos todo eso. Pero, cuando la clase dominante se empeñe en hacer que la gente vuelva a su proceso político de expresar sus elecciones para quiénes guiarán el barco de estado… por lo que se refiere a la convocatoria a las elecciones para el capitán de este imperio, sean Kerry en 2004, Obama en 2008 o ahora 2012, las personas se cuentan un bonito cuento de hadas que disfraza la realidad, persuadiéndose que el momento será distinto esta vez. Este momento sí es distinto: fíjese en lo que auguran estos fascistas fanáticos. Así imprimen su sello de aquiescencia sobre el proceso entero. De ahí, la humanidad y el planeta siguen en la maquina trituradora.

La verdad fundamental es que la promesa y la realidad de Estados Unidos siempre ha sido el genocidio, esclavitud, golpes de estado, invasiones y guerras de conquista. Haga un argumento de por qué eso no es cierto. Si usted lo puede hacer, pues díganos por qué no necesitamos y no  deberíamos construir un movimiento para la revolución para poner fin a tal sistema.

Para los imperialistas, la “Guerra contra el terror” no se ha desarrollado sin tropiezos. Han desatado lo que Bob Avakian, poco después del 11/9, llamó un “hervidero de contradicciones”, que encierra la posibilidad de dos extremos: pérdidas devastadoras para las fuerzas de la revolución en el mundo y el enorme fortalecimiento del imperialismo o, al contrario, que se abran caminos para la revolución, así como todas las posibilidades entre esos dos extremos. Ese hervidero todavía sigue en marcha.

Sí, ellos pueden tener a sus guerreros suburbanos en un parque de oficinas en Langley, Virginia que lanzan aviones no tripulados y asesinan a decenas de personas al otro lado del mundo. Pero, al hacerlo, están provocando la furia de millones de personas así como, de remate, están desatando fuerzas y contradicciones que están muy lejos de estar bajo su control. Hasta una examen superficial de la situación concreta en Afganistán y/o Pakistán revela la manera en que lo que ellos han forjado podría constituir su tendón de Aquiles potencial. Hasta los levantamientos en el Medio Oriente, con sus ilusiones democráticas así como con las maniobras e intervención directa de los militares de Estados Unidos y la OTAN, no obstante han desencadenado las aspiraciones positivas del pueblo y además han impulsado la iniciativa de fuerzas sociales que podrían ser muy problemáticas para la continuación de la estabilidad del imperialismo.

Para el imperialismo, ésta no ha sido y está muy lejos de ser una grandiosa década. Los imperialistas no van viento en popa. Al analizar profundamente la situación, existe una base estratégica profunda para la revolución, y tal base vive dentro del alineamiento ideológico y político actualmente desfavorable. Nosotros estamos trabajando para transformar y tenemos que trabajar para transformar esta situación.

Los gobernantes estadounidenses tampoco han tenido la chancha despejada para cometer sus crímenes en el frente interno. En general, su “Guerra contra el Terror” no se ha desarrollado sin una resistencia de importancia, a veces, en Estados Unidos, si bien por ahora éste la han contenido y suprimido, y la gente está atascada en un estado de desubicación y parálisis. Justo después del 11/9, al reunirse en Union Square en la Ciudad de Nueva York, la gente bregaba sobre la manera de obtener un cambio positivo tras la muerte de tantos inocentes. El proyecto de arte y teatro callejero, “Nuestro dolor no es un grito de guerra”, figuró entre las primeras protestas públicas, y sus imágenes recorrieron el mundo. En el verano de 2002, una Declaración de Conciencia, “No en Nuestro Nombre”, se cuajó, la que pronto incorporó a cientos de intelectuales públicos, con desplegados de plana entera en los diarios por todo Estados Unidos, lo que a su vez, condujo a la primera gran protesta de 25 mil personas en Central Park. De ahí, crecieron las protestas en Washington y para el invierno de 2003, 15 millones ya protestaban por todo el mundo. La madre de un soldado estadounidense muerto en Irak acampó fuera de la casa de Bush y llegó a ser un símbolo de resistencia. En las convenciones nacionales de los partidos políticos en 2004 y 2008, continuaron las protestas. Se fundó El Mundo No Puede Esperar/Fuera el Régimen de Bush, y ahora persigue a los criminales de guerra que están de gira en la Ciudad de Nueva York con una exagerada impunidad. Los ex combatientes que han resistido, a menudo a gran costo personal son los que son héroes. Esta noche no es la ocasión para hacer un balance de la resistencia y analizar los obstáculos que enfrenta por la represión de la clase dominante y las ilusiones, confusiones y desmoralización de la gente. Pero, es importante reconocer que ha habido una resistencia, la que se puede magnificar y se tiene que magnificar como parte de construir el movimiento para la revolución.

Las draconianas medidas de vigilancia y estado policial que han montado, de una manera perversa representan un reconocimiento al potencial del surgimiento de una resistencia en masa y a la resistencia misma hoy. Con razón, estas medidas pueden considerarse cierta admisión de parte de la clase dominante de lo injusto de su dominio, así como de su voluntad de conservarlo sin importar los crímenes que tenga que cometer para así lograrlo. Estas medidas efectivamente tienen colmillos y efectos reales, pero también ponen la razón del lado del pueblo. Además, no descartemos las muchas personas en Estados Unidos y en el mundo quienes lo reconocen. De hecho, lo que señalé al principio, “La vida de los estadounidenses no es más importante que la de la gente de otros países”, expresa una moral con la que muchas personas en este país están de acuerdo y según la cual quieren vivir. A propósito, ello es uno de los legados positivos de los años 60.

En la contraportada del número 245 del periódico Revolución de esta semana, se halla una cita de Lo BAsico que originalmente salió en Forjar otro camino:

“Los intereses, objetivos y grandes planes de los imperialistas no corresponden a nuestros intereses — no corresponden a los intereses de la gran mayoría de la población en Estados Unidos ni de la abrumadora mayoría de la humanidad. Hay que entender las dificultades en que se han metido los imperialistas en aras de sus intereses, y hay que responder a ellas, pero no desde su punto de vista y sus intereses sino desde el punto de vista de la gran mayoría de la humanidad y de la necesidad básica y urgente de un mundo diferente y mejor, de otro camino”.

Lo importante es que un mundo diferente y mucho mejor es posible. Existe una visión y plan viable para cómo podría ser una nueva sociedad revolucionaria. Se halla en este libro, la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto), lanzado el año pasado por el Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos.

Permítame leer del Artículo I, Sección 2, C.2:

“Según dicho propósito y papel y en concordancia con su orientación internacionalista, la Nueva República Socialista en América del Norte desmantelará todas las bases militares que quedan de los antiguos Estados Unidos de América imperialistas que se hallen en otros países y renunciará a todos los tratados y acuerdos militares o de otro tipo impuestos por dicho estado imperialista sobre otros países y pueblos o que en todo caso tuvieron el propósito de imponer y defender la dominación de los Estados Unidos de América imperialistas. La Nueva República Socialista en América del Norte renuncia a todas las guerras de agresión y dominación y a toda ocupación de otros países en aras de tal dominación y agresión y no estacionará sus fuerzas ni establecerá bases militares en otro país a excepción de las circunstancias en que lo hiciera en clara concordancia con los deseos de las masas populares en dicho país y en que esa medida sería una manifestación concreta de la orientación internacionalista y los otros principios y objetivos fundamentales establecidos en la presente Constitución y contribuiría al avance de la lucha revolucionaria en el mundo según estos principios y objetivos”.

¿Usted se da cuenta, nosotros nos damos cuenta del peso que eso quitaría de la espalda de la gente del mundo? A la gente progresista que chacharea sobre ese fin de semana del aniversario de que el 11/9 era un “asunto policíaco” y que no hay mejor forma de hacer que Estados Unidos esté seguro, elévense las aspiraciones y vean a Estados Unidos como es en realidad y chequeen esta visión liberadora de lo que la humanidad necesita en serio.

Ésta es solamente un cláusula de una conceptualización concreta de un poder estatal radicalmente nuevo, un futuro que, como señaló el periódico Revolución esta semana, “suponga tomar partido con los oprimidos del mundo y no librar guerras en su contra. Un futuro que se zafe de todos los fundamentalismos y patriotismo ciego de mi país primero y que suponga el fomento del espíritu crítico y un dinamismo incluyente en la cultura y la política que ni se puede imaginar en el restrictivo marco de hoy”.

Este futuro no es un espejismo en el cielo ni una visión utópica. En el mundo actual existe la base material para darles comida, ropa y vivienda a todas las personas sobre el planeta. Existe el conocimiento y la ciencia para salvar el planeta y proteger las demás especies. Pero el obstáculo es: el mundo actual está organizado sobre la base del capitalismo e imperialismo, a fin de promover las exigencias del imperio y las ganancias. Lo más decisivo es que existe un análisis de un sistema mejor y diferente y cómo alcanzarlo. Existen respuestas.

En realidad, es posible hacer lo que dice esta Constitución, es posible organizar la sociedad con un camino completamente diferente, con una economía basada en lo que necesita la humanidad, un gobierno que promueva las relaciones cooperativas entre las personas a la vez que movilice a la sociedad para superar los legados de la opresión de las nacionalidades y de la mujer. Una sociedad que esté esforzándose para superar la gran división entre los que desde su nacimiento han estado excluidos de una participación y disfrute de la vida de la mente y los que sí tienen tal privilegio hoy. Una sociedad con una moral basada en la eliminación de toda opresión. Una sociedad con un etos de cooperación que protege los derechos del pueblo de formas que van mucho más allá de la muy ostentada Carta de Derechos de la Constitución de los explotadores de Estados Unidos, la que hizo leyes las que en sus comienzos protegieron la esclavitud de personas como propiedad y que existen para perpetuar y reforzar la esclavitud asalariada. La visión y plan en esta nueva Constitución socialista no sólo es una sociedad mucho más deseable y justa sino es una sociedad que está en movimiento hacia un mundo entero sin opresión o explotación. Éste es un futuro en que por fin la gente podría vivir como seres humanos.

Ésta es una visión fundada sobre la nueva síntesis del comunismo que ha desarrollado Bob Avakian y la que por ella se ha hecho posible. Por el trabajo que él ha hecho durante varias décadas, de hacer un balance de las experiencias positivas y negativas de la revolución comunista hasta ahora y de aprender de una amplia gama de experiencias de la humanidad, existe en realidad una visión y estrategia viable para una sociedad y mundo mucho mejor y radicalmente nuevo y existe la dirección crucial que se requiere para continuar la lucha hacia ese objetivo.

El mundo está muy adolorido. Diez años después del 11/9, mucha gente lo palpa, pero en realidad no sabe por qué. No sabe que existe una salida. No ha escuchado acerca de Bob Avakian y aquellos que sí, no saben mucho acerca de lo que él ha desarrollado. Tienen que saber que existen respuestas y que existe una dirección para cambiar el mundo y una visión de ese mundo por el cual vale la pena luchar.

Así que cuando usted vaya a casa esta noche y prenda el televisor y escuche mientras los politicastros, los curas y los altos sacerdotes de los medios de comunicación envenenan mentes con sus habladurías sobre el carácter duradero y elástico de los valores de Estados Unidos, del espíritu de Estados Unidos, recuerde todo lo que hemos comentado acá.

Si bien es desgarradora la muerte de inocentes en el ataque a las torres gemelas neoyorquinas, piense en los horrores del millón de iraquíes muertos, los 3.5 millones de refugiados descartados de Irak como represalia con el fin de proteger y extender los intereses estratégicos del imperialismo estadounidense. Además, piense en el bombardeo de Libia. En su memoria, no se aleje de las imágenes de Abu Ghraib y Guantánamo. Piense en los miles de musulmanes y sudasiáticos que todavía reciben tratos como chivos expiatorios. No olvide que en sus desenfrenadas ambiciones de reorganizar la situación de pies a cabeza, empezando con el Medio Oriente, los imperialistas han desatado un hervidero de contradicciones que es posible que no asegure su permanencia, pero que encierra gran potencial de lo que tenemos que representar.

Éste es un mundo en que Estados Unidos está librando la guerra  de manera permanente. Los estudiantes universitarios de primer año este otoño han vivido en un país en guerra desde el primer año de primaria, sin fin a la vista. La tortura es “normal”. Es normal el derecho del gobierno de conocer todo acerca de usted. Éste es el mundo en que vivimos. Aquellos que gobiernan en este país no van a hacer algo mejor ni van a verse impelidos por la razón o los votos a hacer algo mejor. Usted no va a presionar a Obama para que él pueda hacer lo que usted se dejó imaginar por engaños que él realmente quiere hacer. No existe otra persona tras los bastidores de su sistema, algo, en algún lugar, de alguna manera que va a rescatarnos de este horror. Hace más de tres décadas, en un discurso que dio en Washington, D.C., Bob Avakian dijo: si queremos ser libres, tendremos que emanciparnos a nosotros mismos.

Para conocer de qué se trata todo esto, para ser parte de crearlo, adquiera un ejemplar… no, adquiera tres ejemplares de Lo BAsico, de los discursos y escritos de Bob Avakian: uno para sí mismo, uno para un amigo y uno para que el Fondo de Literatura Revolucionaria para Presas y Presos pueda enviárselo a un preso o presa. No se puede cambiar el mundo sin conocer lo BAsico.

No diga que no puede funcionar la clase de visión que he venido comentando sin primero leer el proyecto de texto de la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte.

Nadie debe ser cómplice de lo que este sistema, este gobierno, está haciendo en esta país y en el mundo. El Mundo No Puede Esperar lo expresó con mucha razón cuando publicó el desplegado de plana entera en el New York Times: SILENCIO + TORTURA = COMPLICIDAD. Únase a los que están protestando contra los criminales de guerra que están de gira por el país con una exagerada impunidad.

Esta noche, mediante obras de arte, el testimonio de los ex combatientes que hablaron antes y al adentrarse profundamente en todo eso, tenemos que recordar en serio y extraer buenas lecciones del 11 de septiembre de 2001: podemos cambiar esa oda odiosa y omnipresente a la soplonería, de “si usted ve algo, diga algo”. De hecho, hemos visto algo, así que esta noche debemos decir mucho más aquí y de ahí salir al mundo y decir mucho y comentarlo con otras personas: dar a conocer a la gente la pura verdad acerca de este sistema, la resistencia que se necesita y el movimiento para la revolución que se está construyendo a fin de gestar un mundo completamente nuevo. Muchas gracias.


 

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