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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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Madison, Wisconsin:

Un vil ataque... Una respuesta poderosa... y las tormentas por venir

Revolución #227, 20 de marzo de 2011

El miércoles 9 de marzo, los republicanos en la legislatura del estado de Wisconsin forzaron la aprobación del proyecto de ley del gobernador Bill Scott Walker que en esencia rompe los sindicatos de empleados públicos. El proyecto de ley es equivalente a una reducción salarial de 8 por ciento para la mayoría de los trabajadores públicos y grandes incrementos en las deducciones de la nómina para seguro médico y pensiones. Lo que es aún más ominoso: el proyecto de ley efectivamente le priva a los sindicatos de servicios públicos de su derecho de representar a los trabajadores en todo menos las negociaciones salariales más limitadas.

Durante más de tres semanas, hasta cien mil personas de Wisconsin, y de más allá, salieron a las calles de Madison. Rodearon el capitolio estatal, marchando, coreando y tocando instrumentos musicales. Miles ocuparon el edificio del capitolio. Sus protestas desafiantes y espíritu rebelde cautivaron la imaginación de personas alrededor de los Estados Unidos y les dieron inspiración. La ocupación de Madison prendió otras protestas más pequeñas en otros estados e incluso fue acogida con mantas de apoyo en la plaza Tahrir de El Cairo.

El choque entre el gobernador y los manifestantes representó y reunió un conjunto de contradicciones tensas y potencialmente explosivas que hierven debajo la superficie en la sociedad estadounidense. El capítulo final del desenlace de estas contradicciones está por escribirse.

Un vil ataque

El viernes 11 de febrero, el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, presentó su proyecto de ley, que afectará directamente a unos 175.000 empleados del sector público en el estado. La ley le quitaría a una amplia gama de trabajadores del estado —desde el cuerpo docente de la Universidad de Wisconsin hasta trabajadores que prestan servicios de salud a casa— el derecho de negociar colectivamente un contrato. No tiene efecto sobre la policía ni los bomberos. ("What's in Wisconsin's new law?", USA Today, 12 de marzo de 2011)

En una palabra, la ley es un vil y draconiano ataque sobre la vida de cientos de miles de trabajadores y aquellos que dependen de ellos. Más allá de eso, la eliminación del derecho de organizarse en un sindicato para negociar con su empleador —algo por lo que se peleó y que se ganó, a veces a gran costo y sacrificio— asesta un golpe a lo que muchas personas consideran un derecho básico. El hecho de que esto ha ocurrido alentará —y ya está alentando— muchos ataques parecidos, en el gobierno así como en las empresas privadas, y afectará a millones de personas.

Enorme manifestación de protesta

Tan pronto como el gobernador presentara el proyecto de ley, la gente se puso a armar movilizaciones y protestas a través de Wisconsin. El viernes 15 de febrero, decenas de miles de personas cayeron sobre el capitolio del estado en Madison, y las protestas crecieron día a día. Estudiantes de escuelas secundarias a través del estado abandonaron sus clases y muchos de ellos se encaminaron a Madison para juntarse con los estudiantes universitarios quienes estaban protestando. Manifestaciones de decenas de miles continuaban durante días y estallaron en estados vecinos: en Columbus, Ohio, cuatro mil protestaron contra un proyecto de ley similar en la legislatura. Según un informe en progressive.org, estudiantes en Alaska, California, Colorado, Idaho, Illinois, Kentucky, Massachusetts, Maryland, Michigan, Minnesota, Carolina del Norte, Nueva Jersey, Nueva York, Ohio, Oregon, Texas y el estado de Washington participaban en protestas en apoyo a los trabajadores de servicios públicos de Wisconsin.

Para el 19 de febrero, el número de manifestantes había crecido a 70.000, mientras que el Partido del Té y otros reaccionarios beligerantes se movilizaron y aparecieron en números mucho más pequeños para apoyar al gobernador. Los manifestantes también ocuparon el edificio de capitolio del estado.

Tal vez en parte conscientes de las comparaciones al régimen de estado policiaco bajo sitio en Egipto en ese momento, las autoridades de Wisconsin se abstuvieron de cometer un asalto masivo y violento contra los manifestantes. Pero al llegar el 3 de marzo, la seguridad en el capitolio se había puesto tan restrictiva que se impidió el acceso al edificio a un equipo de bomberos que respondía a una emergencia y unos agentes del orden público taclearon al representante demócrata Nick Milroy cuando éste trataban de entrar al capitolio para recoger su ropa. Milroy describió el capitolio como el “ambiente de palacio armado creado por el gobernador Walker”. Después de tres semanas de ocupación del edificio del capitolio, las cortes fallaron que los manifestantes no podrían permanecer durante la noche, pero las protestas continuaron y consiguieron apoyo amplio, inclusive la presencia de Michael Moore, Tom Morello, Susan Sarandon, Tony Shalhoub y otros.

El 9 de marzo, después del voto que forzó la aprobación del proyecto de ley de Walker, cientos de manifestantes se unieron fuera de la entrada cerrada del capitolio, coreando: “¡A tumbar la puerta!” y “¡Huelga general!”. El jueves 10 de marzo, la asamblea legislativa entera de Wisconsin aprobó el proyecto de ley mientras que los manifestantes gritaban: “¡Vergüenza!”. Y el 11 de marzo, el gobernador Walker lo firmó.

El sábado 12 de marzo, 100.000 personas se unieron en Madison para protestar contra la firma. Se trata de algo extraordinario y bienvenido: es muy raro que 100.000 personas se presenten para protestar después de que una lucha haya sido derrotada, al menos por ahora. Esto representa el grado alto de enojo y combatividad que esto ha producido en la gente.

Hay llamados para que aquellos que han resistido este ataque canalicen su enojo y ultraje hacia los límites de votar por los demócratas y las campañas de destitución. Pero que nadie se olvide una lección decisiva: lo que al principio se parecía a otra arremetida unilateral contra la vida del pueblo ¡se transformó en una lucha de dos bandos por el cambio, únicamente en el momento en que la gente dio un paso fuera de aquellos límites y se tomó la calle!

Entre aquellos quienes se pusieron en pie y entraron a la lucha hay mucho que discutir acerca de lo que existe detrás de todos los viles ataques, una receptividad a nuevas ideas y un forcejeo sobre cuál es el siguiente paso.

Profundo descontento

El estallido de enormes y resueltas protestas en Madison no salió de la nada. El índice oficial de desempleo en Estados Unidos ronda en un 10%, una cifra que no incluye a la enorme cantidad de personas que han abandonado su búsqueda de un trabajo digno ni refleja la absoluta falta de oportunidades para millones de personas en las zonas urbanas marginadas del país.

Satanizan a los maestros, trabajadores sociales y otros trabajadores públicos, por arruinar la economía. Poderosas voces tachan de “autoritarismo comunista” al propio concepto de proporcionar servicios sociales como escuelas, servicios médicos, consultas personales y financieras para los pobres, acceso a las artes y servicios de alcantarilla, pero nadie de los corredores del poder del lado demócrata de la ecuación, hasta Obama en la cima, los denunciará por lo que realmente son: fascistas.

En el caso de muchas personas, parece que se está esfumando ante sus ojos incluso la capacidad de expresar su furia por medio del voto y otras cosas. Está en marcha una reaccionaria reconfiguración de la política electoral a fin de institucionalizar el dominio republicano del proceso: mediante cambios como fallos de los tribunales que otorgan a las corporaciones y los multimillonarios una libertad casi ilimitada para comprar anónimamente las elecciones. Mientras tanto, se están secando las fuentes tradicionales de financiamiento para los demócratas. El año pasado los republicanos orquestaron un ataque contra la organización comunitaria ACORN, un grupo que, entre otras cosas, llevaba a cabo campañas de empadronamiento electoral en las comunidades de pobres. Como resultado, en lo básico el grupo salió destrozado. Además, las leyes contra aquellos que han sido condenados de delitos graves (felonías) han privado del derecho de votar a millones de estadounidenses, muchos de ellos negros, quienes en un momento de su vida quedaron enredados en los racistas y discriminatorios tribunales y sistema carcelario.

Y durante todo esto, el Partido Demócrata, con Barack Obama en la Casa Blanca, ha estado llevando a cabo y “avanzando” la esencia de la agenda del odiado régimen de Bush. Parece más interminable que nunca la injusta guerra de ocupación de Afganistán. Guantánamo sigue funcionando. A pesar de que un afroamericano es presidente de Estados Unidos, el “nuevo Jim Crow” —lo que incluye el encarcelamiento en masa de un millón de afroamericanos y la omnipresente brutalidad y asesinato por parte de la policía— sigue siendo un elemento distintivo de la sociedad, sin oposición del Partido Demócrata — y de hecho la fomentó la corriente principal del mismo partido. Esto también ha aumentado la frustración y furia de las personas que en el pasado creían que el Partido Demócrata protegiera algunos de sus derechos y les proporcionara un mecanismo para expresar sus puntos de vista políticos.

Contradicciones complejas y compenetrantes

Todos estos factores y muchos más han creado una gran tensión debajo de la superficie en la sociedad. Esa presión irrumpió de maneras importantes en Wisconsin.

Una parte del panorama es la existencia de contradicciones en la cúpula de la sociedad: conflictos entre sectores de la clase dominante. Nos referimos a los representantes políticos de los intereses del imperialismo-capitalismo estadounidense. Para repetir, éstos son conflictos al interior de la clase dominante: entre las fuerzas las cuales el Partido Demócrata representa aproximadamente y el Partido Republicano. Si uno escucha los discursos de cualquiera de sus dirigentes y se examina lo que en esencia dicen, su punto de partida es mantener este sistema de imperialismo-capitalismo. Por ejemplo, durante los recientes levantamientos en el Medio Oriente y el norte de África tanto los demócratas como los republicanos hablaban acerca de “nuestros intereses” en el Medio Oriente y “nuestros intereses” en la conservación (o modificación) de este o aquel régimen represor. Pero en realidad en Estados Unidos las masas populares no tienen ningún interés fundamental en el mantenimiento de los verdugos en el poder, pues éstos obedecen a los “intereses” del imperio.

Este sistema capitalista se erige sobre la explotación y se refuerza mediante la opresión en Estados Unidos y, de formas aún más extremas, en todo el mundo. Por eso, en estos momentos estos partidos no tienen ninguna discrepancia de peso acerca de la necesidad de librar interminables guerras de ocupación en Afganistán e Irak, a pesar del terrible sufrimiento que han causado y siguen causando para los habitantes en esos países. Y por eso no tienen ninguna discrepancia de peso acerca de si se empeorará la situación de la vida de grandes sectores de la población de Estados Unidos, o no. Por ejemplo, nadie en los corredores del poder habla de poner fin a la situación desesperanzada y desesperada en las zonas urbanas marginadas de Estados Unidos.

Pero tienen verdaderas discrepancias acerca de cómo mantener el dominio del imperialismo estadounidense. El sector de la clase dominante asociado con los demócratas considera que se tiene que hacer esto con un dejo de diversidad y multiculturalismo, conservando alguna forma de las fuerzas como los sindicatos y manteniendo un nivel mínimo de servicios sociales. El sector más abiertamente reaccionario y agresivo de la clase dominante, agrupado aproximadamente en torno al Partido Republicano, considera que es necesario darle una nueva cohesión a la sociedad estadounidense en torno a un vil programa de recortes brutales de servicios sociales y el apuntalamiento de los elementos más crueles de la cultura imperante de intolerancia e individualismo mezquino, enmarcada por una fuerte y opresiva base en la religión fundamentalista cristiana y las instituciones religiosas. (Un examen completo de todos estos conflictos y cómo se compenetran con los conflictos entre los intereses del pueblo, de una parte, y de otra, la clase dominante en su conjunto, rebasa el ámbito de este artículo, pero recomendamos fuertemente que la o el lector chequee “La pirámide del poder y la lucha por cambiar de base el mundo”, de Bob Avakian, que se puede adquirir en revcom.us.)

Aunque los dirigentes sindicales y sus aliados en el Partido Demócrata de Wisconsin le han asegurado al gobernador que en esencia claudicarían ante sus demandas de fuertes recortes salariales y de prestaciones, éste, como han señalado muchos comentaristas, no aceptó una respuesta de “sí”. Cuando los demócratas del senado de Wisconsin respondieron huyendo a otro estado para así evitar la formación de un quórum, tal vez eso tuvo el efecto de darle un sentido de lo justo y un impulso de protesta a la gente en general.

Otro factor muy positivo de la ecuación general ha sido el heroico levantamiento del pueblo de Egipto, Túnez y otros países del norte de África y el Medio Oriente. Un corresponsal envió un informe a Revolución de que “había referencias salpicadas a través de las multitudes a los levantamientos de Egipto y el Medio Oriente: en una entrada de la rotonda dentro del capitolio: ‘Bienvenidos a Wis-Cairo’, ‘Mubarak, Walter: uno fuera, queda uno’. ‘Camina como un egipcio’. Un par de mujeres que frisaban los 30 años, que dejaban en claro que trabajaban para un sindicato en el sector privado pero que estaban presentes porque la lucha era tan importante, dijeron que ‘Egipto subió a la ola de Túnez, nosotros subimos a la ola de Egipto y ahora la estamos pasando a los siguientes. Ya todos somos surfistas” ("Correspondence from the Wave of Protests in Madison", Revolution #225, 27 de febrero de 2011, en inglés)

Ataques… resistencia… y el movimiento para la revolución

El ataque a los trabajadores de Wisconsin es parte de un panorama más amplio del destripamiento de la red de seguridad social, tal como ha existido, y otros ataques a la vida del pueblo. Estos ataques vienen de décadas atrás y se están dando en todo el mundo, incluso en los países relativamente prósperos de Europa con una tradición de servicios sociales más completos. Con la crisis financiera muy seria de 2008-2009 y las repercusiones que continúan, los imperialistas capitalistas están bajo presiones para restaurar las condiciones de “acumulación lucrativa” y lo están haciendo mediante fuertes ataques contra los medios de vida del pueblo. Los fenómenos de los sin techo, desempleo y mayor desesperación en lugares como Estados Unidos… y la abierta inanición y la muerte en los países oprimidos del “sur global” o el tercer mundo.

La forzosa aprobación del ataque a los trabajadores de Wisconsin sí asumió la forma de pisotear los procesos democráticos acostumbrados (en esencia, el gobernador y los republicanos en el senado estatal burlaron la regla que estipula que solamente se puede aprobar los proyectos de ley sobre la política fiscal teniendo un quórum de los legisladores). Además, a los grandes cambios en la sociedad los acompañan maniobras de “imponer el mayoriteo” al interior de la contienda de las fuerzas de la clase dominante representadas por los republicanos y demócratas. Pero en esencia una erosión de los derechos democráticos no impulsa las causas fundamentales de tales ataques ni es la causa de éstos. Al contrario, la clase de democracia en Estados Unidos se erige sobre factores mucho más distintivos y fundamentales y les sirve. En lo más esencial: la naturaleza del capitalismo. Y hoy día, estos factores con frecuencia requieren que se descarten los “métodos normales”.

Las cosas que muchas personas consideran que definen la sociedad estadounidense, como la capacidad de las personas de organizarse en sindicatos y ciertas concesiones a la lucha del pueblo negro y de la mujer que se otorgaron en los años 60, son el producto de un complejo conjunto de factores. Entre estos factores figuraban las luchas del pueblo, que brotaron con una magnitud y determinación sin precedentes en los años 60. Los desafíos de las luchas revolucionarias por todo el mundo en ese entonces así como de su rival, la Unión Soviética, aumentaron la necesidad de los gobernantes de eliminar o cuando menos modificar ciertas instituciones descaradamente reaccionarias, tal como la segregación legal abierta contra los negros, o el “Jim Crow”.

Pero el nivel de vida general en Estados Unidos y la relativa “movilidad social en ascenso” de sectores de la clase obrera son, en lo más fundamental, un producto del surgimiento de Estados Unidos en las secuelas de la Segunda Mundial como la superpotencia dominante del mundo. Sobre esa base, sobre la base de las superganancias generadas por la vil explotación en las minas del Congo, en las plantaciones de América Central, en las maquiladoras de Corea y en la agroindustria de México… los gobernantes de Estados Unidos tuvieron la libertad así como se sintieron impelidos a otorgar ciertas concesiones a algunos sectores de la población. Mediante estas concesiones, se logró presentar a Estados Unidos ante el mundo como un modelo de “libertad y democracia”.

Se podría decir mucho más acerca de la naturaleza esencial del “sueño de la vida estadounidense” pero aquí solamente podemos señalar que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se han operado grandes cambios en el mundo, incluyendo el ascenso y la caída de la Unión Soviética como un país socialimperialista (imperialista, si bien por un tiempo era socialista de nombre). Hoy, una amplia gama de rivales ponen toda una serie de desafíos contra la dominación estadounidense sobre el mundo. Las presiones y tensiones de mantener este imperio, lo que incluye el enorme aparato militar y tecnológico que se requiere para mantenerlo y defenderlo en el mundo, han cambiado radicalmente lo que la clase dominante estadounidense en su conjunto considera que es posible y necesario por lo que respecta a las concesiones a sectores de la población del país.

Debido a estos cambios subyacentes de los cimientos de la sociedad estadounidense, ambas “alternativas” en la cúpula de la estructura de poder aceptan que es necesario “terminar en su forma actual” las cosas como la red de seguridad social (tal como haya existido). Bill Clinton puso fin a la ayuda pública "tal como ha existido", y Barack Obama ha vuelto a hablar de un “compromiso bipartidario” con las fuerzas que están empecinadas en desmantelar el Seguro Social y el Medicare.

A los republi-fascistas, que insisten que es necesario tener una reconfiguración fascista de la sociedad para que sobreviva este sistema… y a los republi-cratas, que sostienen “bueno, qué se puede hacer, tenemos que adaptarse a la nueva realidad”… hay que decirles que en el marco de su sistema, ustedes tienen razón: de una u otra manera la supervivencia de este sistema depende de terribles y peores horrores y ultrajes, en Estados Unidos y de una manera aún más extrema, para aquellos que viven bajo la bota de los regímenes con aval estadounidenses por todo el mundo. Siempre que las personas permanezcan atrapadas en el marco de elegir entre estas dos alternativas “igualmente peores”, es decir, estos dos partidos que juntos mantienen un juego perfecto de engaños a favor de los capitalistas, los intereses fundamentales del pueblo resultarán traicionados.

Pero en tiempos como éstos, también se presenta la pregunta: ¿las cosas tienen que ser así? Y los brotes de protesta del lado del pueblo, tal como pasó en Madison (y todavía no se ha escrito el último capítulo de esa lucha) también contribuyen a demostrar ante millones de personas que hay muchos enajenados, muchos iracundos y muchos que quieren lidiar con eso mediante lucha colectiva contra aquellos que presiden este sistema y refuerzan sus dictados.

Si los revolucionarios están en el ambiente, ayudando a las personas a conocer las verdaderas causas de los atropellos que resisten y las verdaderas raíces de estos ultrajes en el sistema de capitalismo y si los revolucionarios se esfuerzan por darle vida a la posibilidad de una revolución y de una sociedad y mundo completamente nuevos…, pues estas luchas podrían contribuir a hacer retroceder el ultraje específico así como construir un movimiento para la revolución y llegar a un mundo libre de toda opresión.


 

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