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Obama despide a McChrystal

El despido de un criminal de guerra...y la guerra criminal en Afganistán

Revolución #206
4 de julio de 2010

El miércoles 23 de junio, el presidente Barack Obama convocó a una rueda de prensa a fin de anunciar lo que había decidido hacer respecto a Stanley McChrystal, el general al mando de la guerra estadounidense en Afganistán. El día anterior un artículo sobre McChrystal en la revista Rolling Stone salió en la red (vea el recuadro). Cuando el general ya estaba en el avión, llamado a comparecer por Washington, en todo el mundo ya se leía acerca de sus burlas y desdén por los funcionarios a cargo de la política exterior y sus comentarios que desafiaban la autoridad del presidente. Esto era algo muy grueso. Y pronto las ondas radiales y televisivas se llenaron de especulaciones sobre lo que ocurriría en seguida.

En una maniobra extraordinaria, Obama relevó (despidió) sin más ni más al general del mando de las operaciones estadounidenses en Afganistán. Pero sin demora puso dos cosas en claro. Primero, que Estados Unidos valoraba el gran servicio que el general había cumplido para con la patria. Dos, que el despido “constituye un cambio de personal pero no un cambio de política”.

El presidente dijo: “Confiaba en su servicio, en particular su ayuda para elaborar y comandar una nueva estrategia en Afganistán. Así que todos los estadounidenses deberían estar agradecidos por la excepcional carrera de uniformado del general McChrystal”.

Obama agregó: “Pero, la guerra es más grande que cualquier hombre o mujer, sea cabo, soldado raso, general o presidente. Por difícil que sea dejar al general McChrystal, creo que esto es la decisión indicada para nuestra seguridad nacional”.

En Estados Unidos, en su mayoría los políticos y los medios establecidos felicitan la decisión de Obama. David Petraeus, el general que asumirá el mando en Afganistán, recibe loas por ser el indicado para el puesto. Se le atribuye el “aumento” exitoso de tropas en Irak. Era comandante de las operaciones estadounidenses en toda la región y se considera alguien con el que se puede contar para comandar la guerra de imperio en Afganistán.

Algunos comentaristas y analistas se inquietan que este cambio de mando interrumpa la guerra. Pero el despido de McChrystal NO ha suscitado una discusión pública de los políticos o articulistas de opinión sobre los crímenes de guerra que este general presidió (vea el recuadro “Crímenes de guerra… y la promesa de más”), ni tampoco POR QUÉ esta guerra, ahora la más larga de la historia de Estados Unidos (ya superó a la guerra de Vietnam), sigue matando a civiles inocentes. Ni POR QUÉ Estados Unidos está extendiendo, y no terminando, la guerra, lo que incluye ataques con aviones no tripulados en Pakistán.

Estados Unidos está combatiendo a reaccionarias fuerzas fundamentalistas islámicas en Afganistán las que claramente no representan los intereses de las masas. Pero entre estas dos fuerzas reaccionarias anticuadas, o sea, Estados Unidos y los fundamentalistas islámicos, son los Estados Unidos los que han hecho muchísimo más daño, no sólo en Irak, Afganistán y Pakistán sino en el mundo en conjunto.

Ésta es una guerra para promover y proteger los intereses del imperialismo estadounidense, y no para liberar al pueblo de Afganistán. Ésta es una guerra de imperio en que Estados Unidos se ha puesto a dominar este región crucial de importancia estratégica en el mundo con un poderío político y militar sin rival. Con esas metas estratégicas en mente, la ocupación e intervención estadounidense se está extendiendo y profundizando, expandiéndose, así como conservando y expandiendo sus operaciones militares en los países de toda la región.

La guerra no le está saliendo bien a Estados Unidos

Obama recibe loas por nombrar a Petraeus y existe la esperanza de que él se haga cargo con eficacia de la guerra en Afganistán. Pero en esta guerra, Estados Unidos está enfrentando GRANDES problemas

Estados Unidos está tratando de invertir lo que McChrystal llamó las “matemáticas insurgentes”, en que para cada persona inocente asesinada, surgen diez enemigos. Se supone que el entrenamiento de las fuerzas militares y la policía de Afganistán permitiera la retirada de los soldados estadounidenses. Se supone que el aumento de 30.000 soldados por Obama trajera importantes avances en el exterminio del Talibán. Se ha fijado el inicio de la retirada de las tropas estadounidenses para julio de 2011.

Pero todo esto no ha estado saliendo bien. El  aumento de tropas estadounidenses ha resultado en un incremento de los problemas. El aumento de víctimas civiles continúa exacerbando un odio generalizado contra Estados Unidos. Muchos de los soldados y policías afganos entrenados por Estados Unidos no son muy confiables. Las bajas estadounidenses han sobrepasado los 1.000. El presidente Hamid Karzai, el títere de Estados Unidos, está ampliamente desacreditado en la población de Afganistán. Dos días después del despido de McChrystal, escribió en el Financial Times el experto en el Medio Oriente Ahmed Rashid:

“[L]a estrategia de la OTAN-Estados Unidos en el sur de Afganistán apenas afectó la resistencia del Talibán, la cual se está esparciendo por todo el país. La ofensiva de la OTAN en Marja, en Helmand, ya lleva cinco meses y aún no se ha asegurado la zona. Se ha pospuesto el anticipado aumento de tropas para asegurar la provincia de Kandajar debido a la penetración del Talibán en la región. En junio hasta ahora, han resultado muertos 79 soldados de la OTAN, que es la cifra más alta mensual desde que empezó la guerra”.

Estrategia continua de contrainsurgencia

Es algo extraordinario cuando un presidente estadounidense despide al general al mando de una guerra mayor, pues es algo que raras veces sucede. Irónicamente, Obama puso a McChrystal a cargo de la guerra en Afganistán en mayo del año pasado cuando despidió al general David McKiernan. Esta reorganización señaló un cambio mayor en la adopción de una nueva estrategia de contrainsurgencia (COIN).

Los combates de las fuerzas de la OTAN y Estados Unidos se han apoyado fuertemente en la fuerza aérea, armas de alta tecnología, fuertes bombardeos de aldeas y asesinatos indiscriminados a civiles. Los analistas militares expresaron preocupación, no sobre la inmoralidad de los asesinatos, sino sobre el hecho de que tales atrocidades estaban haciendo que la gente se pase a los brazos del Talibán.

Se supone que COIN tratara esos problemas. Esta estrategia, modelada en la guerra genocida de Estados Unidos en Vietnam, se apoya más en el despliegue masivo de tropas terrestres, junto con ataques aéreos. Esto supone la toma y ocupación de grandes extensiones de territorio, matar a insurgentes y luego procurar formar alianzas con las fuerzas reaccionarias locales para poder establecer un gobierno pro-Estados Unidos. Tiene el propósito de “ganar los corazones y las mentes” de los civiles, en espera de que no ayuden, secunden ni se unan a las fuerzas que combaten a Estados Unidos. Se presenta como una ocupación “más amable, más suave”, pero en realidad no es menos brutal y asesina y NO beneficia los intereses del pueblo.

Se supone que COIN minimizara el número de víctimas civiles. Pero de hecho eso no ha ocurrido. En realidad, en 2009, el número de víctimas civiles en Afganistán llegó a su nivel más alto desde que empezó la guerra (Informe anual de la ONU sobre la protección a civiles en conflictos armados, 2009).

Una contradicción básica en juego es que el ejército estadounidense es un ejército de ocupación: su misión por definición es brutal y asesina y cuánto más bombardee, asesine, torture, etc., tanto más aleja al pueblo. Un objetivo central de la guerra en Afganistán es someter, por cualquier medio necesario, a una población en que la mayoría no quiere estar bajo la dominación extranjera. Miles de personas en Afganistán han experimentado la brutalidad y las matanzas de las tropas estadounidenses y desconfían si no odian a los ocupantes estadounidenses y los lacayos afganis que Estados Unidos ha puesto en el gobierno. Las redadas nocturnas, operaciones especiales, asesinatos encubiertos, asesinatos extrajudiciales, ataques de aviones sin pilotos, contratistas militares, detenciones y tortura en masa, y el terror en general son parte integral de la naturaleza de esta ocupación imperialista. Cada bombardeo de una boda o cada masacre de civiles por Estados Unidos solamente fomenta el sentimiento anti-estadounidense, no importa cuánto Estados Unidos trate de “ganar los corazones y las mentes” mediante la construcción de unas pocas escuelas.

Problemas que engendran divisiones

Estos grandes problemas y fracasos han engendrado mayores desacuerdos y riñas intestinas en el seno de la clase dominante estadounidense, aunque todos sus integrantes concuerdan que los intereses imperialistas estratégicos de los Estados Unidos deberían guiar lo que se haga. Obama recalcó esto en la rueda de prensa respecto a McChrystal diciendo: “Con frecuencia nuestra política prende conflictos, pero tenemos que renovar nuestro sentido de propósitos comunes”.

Al día siguiente la nota de AP que circuló por el mundo dijo:

“Los aliados afganos e internacionales de Estados Unidos acogieron la elección del general David Petraeus para comandar la guerra en Afganistán, con la esperanza de que el arquitecto del aumento de tropas en Irak aplique de manera férrea la estrategia establecida por su antecesor y atenúe las divisiones que condujeron a su despido [de McChrystal]. Al nombrar a Petraeus, el presidente Barack Obama logró reemplazar al general Stanley McChrystal sin desbaratar la misión en una coyuntura crítica de la guerra, con el aumento de las bajas y la disminución del apoyo del público en el Occidente. No obstante, todavía no queda claro si la estrategia de contrainsurgencia que Petraeus aplicó para transformar el rumbo de la guerra de Irak dará resultados en Afganistán antes de julio de 2011, la fecha en que Obama quiere empezar a sacar las tropas estadounidenses. La división entre el equipo civil en Estados Unidos y el equipo militar en Afganistán no ha desaparecido con la salida de McChrystal. Estas grietas, puestas al desnudo en los comentarios desdeñosos en la revista Rolling Stone, condujeron al despido de McChrystal el miércoles”.

Petraeus representa, como ha recalcado Obama, la continuidad de la estrategia estadounidense en Afganistán. Pero también se habla de la necesidad de reevaluar qué tan bien ésta está funcionando. Específicamente, se debate mucho si es “irrealista” o no el plazo de julio de 2011 de Obama para sacar las tropas. Obama, por su lado, está diciendo que este plazo NO se trata de hecho de sacar las tropas, sino de cuándo Estados Unidos hará una evaluación para determinar si puede o debería hacerlo o no.

En una columna de opinión en el Financial Times, Ahmed Rashid, autor del libro Taliban, dijo: “Desde su nombramiento, los altos funcionarios que toman las decisiones respecto a la política estadounidense en la región han estado empatados. La Casa Blanca no ha consultado con Richard Holbrooke, el representante especial del Departamento de Estado por la región. En Kabul, el general McChrystal y el general pensionado Kart Eikenberry, el embajador estadounidense, a veces casi ni se hablaban entre sí. Por otro lado, el general Eikenberry y Ann Patterson, la embajadora estadounidense en Pakistán, han tenido fuertes divergencias con el Sr. Holbrooke” (“It is time to rethink the west’s Afghan strategy”, Financial Times, 24 de junio de 2010).

No queda del todo claro todos los motivos de estas riñas en la clase dominante. Pero el incidente de McChrystal destapó la punta del iceberg.

McChrystal cuestionó abiertamente la autoridad de la Casa Blanca y desdeñó de manera descarada a la autoridad civil. Eso es uno de los motivos de Obama para despedir a McChrystal, al decir que el comportamiento del general “socava el control civil de las fuerzas armadas que están al centro de un sistema democrático”. Y nótese bien: Obama está diciendo esto en un momento en que una de las maneras en que las profundas divisiones en la clase dominante se han expresado son los rencores abiertos entre poderosas figuras en las fuerzas armadas y miembros del gobierno de Obama.

Las diferentes contradicciones en el seno de la clase dominante se están compenetrando entre sí y agravándose unas contra otras. Por ejemplo, los problemas con la guerra de Afganistán y en la región en general. Las diferentes fuerzas en la clase dominante estadounidense comparten objetivos comunes respecto a la necesidad del imperialismo estadounidense de alcanzar un dominio sin rival en el mundo en los frentes militar, político y económico. Pero están en ascenso los problemas que tienen que sortear para alcanzar esos objetivos. Eso se refleja en las agudas divergencias en el seno de la clase dominante así como engendra dichas divergencias sobre la manera de lidiar con estas contradicciones y cómo promover los intereses del imperialismo estadounidense.

A la vez, existen otras divisiones en el seno de la clase dominante que han venido agudizándose a lo largo de las últimas tres décadas y pico. De una parte, existen fuerzas reaccionarias agresivas, incluidos los conservadores teocráticos, que de hecho consideran que Obama no es digno de gobernar al país (quizá hasta menos digno que Bill Clinton, a quien sometieron a un proceso de destitución), en especial en el caso de los asuntos de seguridad nacional. Esto se expresa, entre otras maneras, en cómo se ha desafiado la autoridad presidencial de Obama, específicamente su papel como comandante en jefe. Además, otras fuerzas en el seno de la clase dominante, en gran parte asociadas con el Partido Demócrata, tienen grandes desacuerdos con estas fuerzas conservadoras y consideran que en lo básico Obama representa el camino indicado para el país.

Al parecer, el “incidente McChrystal” refleja en parte la interpenetración de estas dos contradicciones. Aunque se ha dado cierto proceso de cohesión tras el despido de McChrystal y el nombramiento de Petraeus, no se han resuelto los problemas y contradicciones estratégicas que la clase dominante confronta en sus guerras de agresión. Sin duda se ciernen nuevas curvas, giros y vaivenes.

* * * * *

Al reconocer estas contradicciones y divisiones en la clase dominante, lo importante para los revolucionarios NO es elegir entre uno u otro de dos bandos reaccionarios, donde cada uno representa los intereses del imperialismo estadounidense. Una cantidad exageradamente grande de personas han llegado a aceptar la guerra estadounidense en Afganistán, y sus horrores y atrocidades. Pero ahora el asunto de McChrystal ha engendrado cierto momento en que se ha puesto ante el público la guerra estadounidense en Afganistán. Por tanto, las personas tienen que aprehender este momento para ponerse en pie y oponerse a estos criminales de guerra y esta guerra criminal en general. 

Como dijo Carl Dix en un comunicado de prensa lanzado en el Foro Social Estadounidense en Detroit: “Sin importar quién esté al mando, sin importar cuál sea la estrategia, la ocupación estadounidense de Afganistán es inmoral, injusta e ilegítima”. Y no concuerda con los intereses del pueblo NINGUNO de los bandos en el debate de la clase dominante sobre la manera de llevar esta guerra. 

Una declaración publicada hace poco en el New York Review of Books titulada “Los crímenes son crímenes no importa quién los cometa”, que está programada para salir pronto en Rolling Stone, sostiene que las muertes de civiles por las fuerzas armadas estadounidenses son ultrajes bajo el mando del presidente Obama al igual que lo fueron bajo el mando de George Bush: “La opinión generalizada de los liberales y progresistas durante el mandato de Bush fue que tales medidas eran ultrajes, y con razón protestaron rotundamente contra ellas. Pero incluso en el caso de acciones que se vieran (ingenuamente o no) como anomalías bajo el régimen de Bush, ahora Obama las ha consagrado en un ‘procedimiento normal de operación’ e, igual como Bush, Obama alega el privilegio ejecutivo y secretos de estado en defender el crimen de lanzar guerras de agresión”. 

Tenemos que forjar una oposición de masas a la guerra estadounidense en Irak, Afganistán y Pakistán, como parte de construir un movimiento para la revolución. Cuanto más el imperialismo estadounidense confronte grandes contradicciones, problemas, dificultades y divisiones, más el pueblo tiene que intensificar la lucha contra este sistema asesino.


 

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