20 años sin José Couso: “Todos los gobiernos españoles han sido cómplices de que
no se investigara el caso”
- “Los periodistas asumimos que podemos tener la
mala suerte de ser alcanzados por fuego cruzado o grupos incontrolados,
pero lo que no podemos asumir es que ejércitos de países que se erigen
como adalides de la libertad incumplan la ley internacional y ataquen
sedes de prensa”, explica Olga Rodríguez, ante la protesta convocada este
sábado frente a la embajada de EEUU en Madrid
- Análisis —
Las consecuencias de la guerra de Irak que llegan hasta hoy, por Olga
Rodríguez
Protesta
ante la embajada de EEUU en Madrid tras el asesinato de José Couso Foto: Angel Díaz / EFE
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Víctor Ibáñez
elDiario.es
21 de abril de 2023
Actualizado el 22/04/2023
Bagdad, 8 de abril de 2003. Un carro de combate estadounidense apunta desde un puente sobre el río Tigris hacia el
Hotel Palestina, en el que se alojan cientos de periodistas. El blindado lleva
horas inmóvil en la misma posición y la prensa internacional lo graba desde los
balcones del edificio, a más de 1,5 kilómetros de distancia. Diez minutos
después, dispara contra el piso 15 en el que está situado el equipo de la
agencia Reuters, dañando los balcones superior e inferior, en el que se
encuentra grabando el periodista español de Telecinco José Couso. El cámara,
herido de gravedad, es trasladado al hospital donde muere horas más tarde.
“Aquel 8 de abril de 2003 era un día tenso”, recuerda el
periodista Carlos Hernández, entonces enviado especial de Antena
3 a Irak. “Ya el día anterior habíamos visto blindados estadounidenses al otro
lado del río Tigris, desde las ventanas y balcones del Hotel Palestina, con lo
cual era el indicio de que ya habían hecho las primeras incursiones en Bagdad y
que la invasión completa de la ciudad era cuestión de momentos”.
Los periodistas del Palestina llevaban toda la mañana en los balcones del hotel grabando los
disparos de dos tanques situados en un puente sobre el río Tigris. Cámaras,
trípodes, fotógrafos que entran y salen, periodistas tomando notas antes de las
conexiones en directo… “Nosotros los veíamos a simple vista, ellos con sus
potentísimos visores, por supuesto que nos veían a nosotros”, dice la
periodista Olga Rodríguez, enviada especial de la Cadena Ser a
Bagdad durante la guerra de Irak. “El día anterior habíamos visto a otra
división de soldados estadounidenses a tan solo unos 300 metros del hotel, al
otro lado del río Tigris, e incluso nos habíamos saludado”.
Los blindados disparaban en distintas direcciones, pero nunca hacia el hotel ni a sus cercanías, recuerda
Hernández. El frente de batalla, donde Rodríguez tenía intención de ir esa
mañana, estaba en el aeropuerto, a varios kilómetros de allí. Sin embargo, el
vuelo de helicópteros estadounidenses a muy baja altura en la zona era una
novedad y un símbolo de confianza, lo que hizo que cambiaran sus planes tras
una llamada a Madrid.
Hubo unas horas de calma en las que no se produjo ningún disparo, explica Hernández, que se encontraba
visionando unas imágenes en su habitación en la planta 15 cuando el blindado
apuntó en dirección al Hotel Palestina.
Minutos antes del disparo, Rodríguez había colocado el teléfono dentro de su habitación en la planta 16
porque había encontrado, tras tres meses en la ciudad, un cable que le permitía
alejarlo de la pantalla satelital, situada en el balcón. “Eso probablemente me
salvó la vida, o al menos de heridas mayores”, afirma la periodista, que tiene
una lesión de oído derivada de ese momento.
“En principio pensamos que había sido un misil o un obús que había caído cerca del hotel, hasta que
escuchamos gritos en el pasillo. Ese momento fue terrible porque nos temimos lo
peor”, recuerda Hernández, que junto a su compañero, el cámara Jesús Quiñonero,
corrió a ver lo sucedido para descubrir que el impacto se había producido en la
habitación 1503, en la que estaba la agencia Reuters. “Encontramos un panorama
terrible, dantesco. El cristal de la terraza estaba totalmente destrozado. En
el suelo, el cámara Taras Protsyuk inconsciente. Sobre la cama, uno de los
productores de Reuters totalmente ensangrentado y había varios compañeros más
heridos”.
Intentaron evacuar a los heridos entre el pánico del hotel, desde la planta 15 y con los ascensores
colapsados, durante más de media hora. Cuando lo consiguieron, un compañero
periodista le dijo a Hernández que José Couso estaba herido y lo habían llevado
al hospital. Ahí es cuando se dio cuenta de que una habitación por encima
estaba una cadena de televisión mexicana en la que muchas veces había
compañeros de la Cadena Ser como Olga Rodríguez o incluso parte de su equipo; y
de que una planta por debajo estaban José Couso, Jon Sistiaga y a veces otros
compañeros españoles, mexicanos y argentinos.
Ese día murieron tres periodistas en Bagdad. José Couso, Taras Protsyuk y Tarek Ayub, este último en
un ataque contra la sede de Al Jazeera. Este sábado se ha convocado una
concentración frente a la embajada de EEUU en Madrid a las 12 horas en honor al
periodista asesinado.
José Couso junto a una foto de Sadam Hussein
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Apagón informativo
“Lo cierto es que esos ataques provocaron una oscuridad informativa durante las siguientes horas”,
afirma Rodríguez, y continúa: “Más allá de que interrumpieron la señal de
Reuters que llegaba a todos los medios de comunicación del mundo, los
periodistas tuvimos que trasladar a nuestros heridos a hospitales, llorar a
nuestros muertos y también barajar opciones de seguridad porque temíamos que
nos volvieran a disparar”. En ese tiempo no hubo ni una imagen de la toma de
las tropas estadounidenses del centro de Bagdad hasta el día siguiente, cuando
se derribó la estatua de Sadam Husein.
Hay varias teorías sobre el ataque, explica Hernández. La primera es que los estadounidenses querían
acallar a la prensa independiente, que no estaba empotrada con sus tropas y que
tenía más libertad y no estaba bajo su control. La segunda es que intentaron
acabar con las señales de televisión que estaban emitiendo en directo, atacando
al Hotel Palestina en el que se encontraba Reuters y anteriormente las sedes de
Al Jazeera y Abu Dhabi Televisión. “Es probable que sea una de las dos teorías
o una mezcla, aunque eso no lo sabremos nunca”, dice.
La versión estadounidense sobre el motivo del ataque cambió varias veces. Primero dijeron que habían
disparado porque estaban siendo atacados desde la base del hotel, lo que no
tendría sentido cuando atacaron la planta 15. Después, que habían recibido
disparos desde los pisos más altos, algo que negaron los periodistas que se
encontraban en el edificio. Y, finalmente, que había un oteador con unos
prismáticos que estaba informando a los combatientes iraquíes de la posición de
los blindados.
“Es evidente que esos blindados se veían desde medio Bagdad, estaban en el centro de un puente sobre
el enorme río Tigris”, explica Hernández. “Un oteador no es una amenaza que
justifique un disparo contra una sede de prensa y, por lo tanto, esto refuerza
la tesis de que pudo ser un crimen de guerra”, dice Rodríguez.
Posteriormente, el entonces secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, reconocería que sabían que
el Hotel Palestina estaba lleno de periodistas. La prensa internacional se
había cambiado de su anterior hotel porque el Pentágono avisó a varios medios
estadounidenses, diciéndoles que el edificio donde estaban podría resultar
dañado al estar cerca de algunos edificios ministeriales que podrían ser
objetivo de las bombas estadounidenses, explica Rodríguez. Por ello, toda la prensa
internacional, incluida la CNN, se trasladó al Hotel Palestina.
Olga Rodríguez y Carlos Hernández, junto a a
la familia de Couso, en un acto de protesta por el crimen en 2003 Foto Pepa Díaz / EFE
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“Es un crimen de guerra”
“Los periodistas asumimos que podemos tener la mala suerte de ser alcanzados por un fuego cruzado, por
una bomba, ser secuestrados por grupos armados descontrolados, pero lo que no
podemos asumir es que ejércitos de países que se erigen como adalides de la
democracia y la libertad incumplan la ley internacional y ataquen sedes de
prensa”, explica Rodríguez. La periodista incide en que la impunidad ante este
tipo de asesinatos puede despejar las dudas de aquellos que se plantean atacar
a la prensa o asustarla para que no pueda hacer su trabajo, lo que perjudica en
la calidad de la información.
Hernández coincide: “Es un crimen de guerra, es un ataque contra la libertad de prensa y es además una
prueba de impunidad en los conflictos bélicos”, y añade que si no se hace
justicia, se está lanzando un mensaje de que todo vale en las guerras.
“Si matar a periodistas sale gratis, ¿cuál va a ser el precio a pagar por bombardear y matar a civiles
que sean de países en vías de desarrollo?”, se pregunta Rodríguez. “No podemos
pedir que se juzgue a Putin por crímenes de guerra o a cualquier otro líder en
cualquier conflicto del mundo si no hacemos justicia en casos como el de José
Couso”, dice Hernández.
El caso marcó un antes y un después en el periodismo y la cobertura de conflictos. Tras lo sucedido, muchos
medios de comunicación preferían recurrir a periodistas freelance antes que a miembros de su
redacción, dice Hernández. “Por un lado, para evitar muertes y complicaciones,
pero por otro lado es muy triste porque aprovecharon para ahorrar costes”,
explica el periodista, refiriéndose a la precarizada situación de estos profesionales
que no forman parte de las plantillas de los medios, algo que tiene
repercusiones en su seguridad.
Ambos coinciden en que, pese al excelente trabajo de los freelance,
la calidad de la información sobre conflictos es peor porque el número de periodistas
es menor, lo que conduce a una uniformidad de la información y a menos opciones
de completar la realidad.
Periodistas acreditados en
el Congreso protestan por el papel de Aznar en la guerra de Irak tras el
asesinato de José Couso y Julio Anguita Parrado Foto: Paco Campos
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Veinte años exigiendo justicia
“Crimen de guerra, investigación y justicia” es el lema que adoptó la familia de José Couso y que
se repite cada año en las concentraciones en su nombre. Desde el primer momento
hubo respuesta social, también desde el periodismo.
“La profesión en 2003 estuvo a la altura y la familia entendió que toda la exigencia de investigación
de justicia para este caso no es solo por José Couso, sino por la protección de
la libertad de información y el cumplimiento de las leyes internacionales”,
dice Rodríguez.
La familia presentó en 2003 una querella en la Audiencia Nacional contra los tres militares estadounidenses
implicados en el presunto ataque. Tras la investigación correspondiente, el
juez Santiago Pedraz llegó a dictar una orden de búsqueda y captura de los implicados.
Durante el proceso, el juez recopiló nuevas pruebas y testimonios e incluso
viajó a Bagdad en 2011 con una recreación de un visor menos potente pero
similar al del tanque que disparó. “De ese modo pudo observar que desde ese
tanque y desde ese puente nos podía ver incluso el color de los ojos”, dice la
periodista, que acompañó al magistrado.
Sin embargo, cuando parecía que no se podía parar la investigación, el Gobierno de Mariano Rajoy hizo una reforma que terminó con la llamada 'justicia
universal' y que obligó al juez Pedraz a archivar la causa.
“Todos los gobiernos españoles han sido cómplices de que no se investigara el caso de José Couso”,
dice Hernández. El Ejecutivo de Aznar, que dio por buena la versión
estadounidense y “pasó a ningunear a la familia”; el Gobierno de Zapatero, “a
través de WikiLeaks nos enteramos años después de que se había hablado con el
embajador de Estados Unidos para tranquilizarle y decirle que la investigación
no iba a llegar a nada y que la Fiscalía iba a trabajar para evitar que se
investigara el tema”; el Ejecutivo de Rajoy, que cambió la ley; y el actual
Gobierno, que no ha cumplido su promesa de restablecer la justicia
universal.
El caso, archivado en España, fue recurrido por la familia al Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
que está llevando a cabo una investigación.
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