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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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Intensificación de violencia: Estados Unidos lanza ofensiva masiva en el sur de Afganistán

Sábado, el 13 de febrero, Estados Unidos y sus aliados lanzaron su más grande ofensiva militar en Afganistán desde la invasión norteamericana en 2001. Unas 6.000 tropas de los gobiernos estadounidense y afgano se trasladaron —por aire y tierra— hacia Marjah, un pueblo de 80.000 ubicado en la provincia de Helmund en el sur de Afganistán en la frontera con Pakistán. Este ataque es parte de una más grande ofensiva en que participan 15.000 tropas de Estados Unidos, Bretaña, Canadá, Dinamarca, Estonia y el gobierno afgano. Es el primer tiro de la nueva estrategia de guerra y del aumento de 30.000 tropas de Barack Obama, lo que él había anunciado el diciembre pasado.

Estados Unidos dice que hace todo lo posible para evitar víctimas civiles, pero en los primeros días de la ofensiva murieron al menos 19 civiles, entre ellos 12 que murieron cuando un cohete norteamericano cayó en su casa. Diez eran de la misma familia y seis eran niños. Al inicio las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN afirmaban que un cohete había caído a 300 yardas fuera de su marco. Dos días después la OTAN cambió su cuento, diciendo que el cohete no había caído fuera de su marco y que combatientes del Taliban habían estado dentro o cerca de la casa. Mientras que pasaba esto, un bombardeo norteamericano mató a cinco más civiles e hirió a dos otros en la Provincia vecina de Kandahar. Estados Unidos también afirma haber matado a 120 supuestos combatientes del Taliban, y puede ser que muchos de ellos hubieran sido en realidad civiles (“NATO says its rockets killed 12 Afghan civilians,” Reuters, 2/14; “Missile that killed Afghan civilians not faulty: NATO,” Reuters, 2/16; PBS Newshour, 2/18).

Existen informes contradictorios acerca de cuántos residentes de Marjah huyeron de sus casas antes de la ofensiva, pero el número puede llegar hasta 4.000. Y los que quedan en sus casas pueden estar encerrados adentro o atrapados en redadas residenciales o combates. Pueden ser víctimas de tropas norteamericanos que patean sus puertas, o sufrir por falta de acceso de comida, agua y medicina. La ONG italiana Emergency ha dicho que 22 pacientes no pudieron llegar al hospital más cercano en Lashkar Gah, la capital provincial, por controles militares y bloqueos. Seis murieron porque se bloqueó su evacuación. Emergency denunció lo que llamó “crímenes de guerra severos” por las fuerzas norteamericanas (Democracy Now!, 2/16, 2/17).

Un residente de Marjah evacuó a su familia porque tenía miedo del “peor ataque en la historia…Siempre cuando toman por asalto una aldea, a los soldados extranjeros nunca les importan las víctimas civiles para nada. Y al final del día reportan las muertes de mujeres y niños como muertes del Taliban” (“Thousands of Civilians Flee Afghan Region as NATO Plans Onslaught,” Guardian/UK, 2/6).

Ya que las noticias de Marjah llegan de fuerzas militares estadounidenses y de la OTAN o de reporteros burgueses incrustados en el ejército es posible que el nivel de muertes y del sufrimiento sea mucho más alto de lo que se informa. Y puede ser que las pesadillas solamente estén por empezar para la gente de Marjah y el sur de Afganistán. Estados Unidos ha encontrado resistencia significativa y ha llamado por refuerzos de helicópteros de ataque. Operaciones de limpieza residenciales, el combate y el bloqueo de Marjah pueden seguir por semanas. Y hay informes que indican que el próximo marco de Estados Unidos será la ciudad mucho más grande de Kandahar. Todo esto señala la posibilidad de mucho más muertos o heridos, y mucho más privación y sufrimiento (Washington Post y LA Times, 2/17).

Antecedentes de la ofensiva

Estados Unidos ha luchado contra el Taliban en Afganistán (y cada vez más en Pakistán) durante los últimos ocho años. Los talibanes son fundamentalistas islámicos reaccionarios que reforzaron relaciones sociales y castigos bárbaros, especialmente para mujeres, y causaron horrendo sufrimiento cuando gobernaron Afganistán entre 1996 y 2001.

Estados Unidos, Pakistán y la Arabia Saudita habían forjado y organizado el Taliban y otras fuerzas fundamentalistas o yihadistas durante los años 1980 para combatir la Unión Soviética, que había llegado a ser una potencia imperialista y estaba ocupando Afganistán. Esto tuvo éxito: se derrotó a los soviéticos y se les obligó a retirarse en 1989. Dos años después en 1991 la Unión Soviética colapsó, lo que dio a los imperialistas norteamericanos una victoria histórica, alterando radicalmente el terreno político e ideológico del mundo. Irónicamente, durante la década siguiente, se intensificó y creció el ámbito del choque entre el imperialismo norteamericano y las fuerzas fundamentalistas islámicas, que habían luchado juntos contra la Unión Soviética. Muchos factores estaban en juego. La derrota de los soviéticos envalentonó a los islamistas, mientras que se enojaban cada vez más por Estados Unidos y sus aliados en el Medio Oriente. Después de la retirada soviética, los gobernantes de Estados Unidos concentraron su atención en otras partes y abandonaron a sus anteriores aliados que entraran en una sangrienta guerra civil por el control de Afganistán. La brutal represión de Israel al pueblo palestino, la invasión y destrucción de Irak por Estados Unidos en 1991 y las bases militares con masivas fuerzas estadounidenses en la Arabia Saudita y otros estados del Golfo — todos alimentaron sentimientos islamistas contra Estados Unidos.

Entretanto, la penetración económica y social más profunda de la región por Estados Unidos modernizó ciertos aspectos de esas sociedades, mientras socavaba las relaciones tradicionales, y esto también avivó la ira y oposición de los fundamentalistas religiosos. En conjunto, todo esto llevó al inicio del conflicto abierto entre Estados Unidos y las fuerzas islamistas que empezaron a llevar a cabo operaciones guerrilleras contra Estados Unidos en la región.

(Es también el caso, aunque explorarlo estaría fuera del ámbito de este artículo, que la derrota de la primera ola de revoluciones comunistas después de la muerte de Mao Tsetung en 1976, y la subsiguiente restauración del capitalismo en China, seguida por el colapso de la Unión Soviética en 1991, en aquella época una potencia imperialista que se hacía pasar por estado socialista, tuvieron un impacto importante en el terreno político e ideológico mundial y proveyeron una abertura para que las fuerzas islamistas reaccionarias dirigieran la oposición contra Estados Unidos.)

Para 1996 el gobierno pakistaní había ayudado a instalar el Taliban en Afganistán para estabilizar el país bajo un gobierno islámico muy represivo y usarlo como contrapeso a las ambiciones de la India en Afganistán y la región. Estados Unidos trató de tener relaciones con el régimen del Taliban para avanzar sus objetivos regionales pero no tuvo éxito. En la clase dominante estadounidense estaba emergiendo un consenso, que los ataques del 11-S solidificaron, que el fundamentalismo islámico estaba llegando a ser un obstáculo clave para los objetivos de Estados Unidos. Los gobernantes de Estados Unidos concluyeron que tendrían que vencerlo y que se necesitaba una reestructuración de toda la región para minar esas fuerzas y asegurar la hegemonía de Estados Unidos. En octubre de 2001 Estados Unidos invadió Afganistán y derrocó el Taliban como parte de un plan general de lograr estos objetivos.

Desde 2001 la brutalidad reaccionaria de la “guerra contra el terror” de Estados Unidos y su ocupación de Afganistán han alimentado el fundamentalismo islámico en toda la región, incluyendo el resurgimiento del Taliban en Afganistán. Se ha obligado a muchos allí a oponerse a la ocupación yanqui y a su régimen títere de Karzai, o a tolerar o apoyar el Taliban.

Las fuerzas norteamericanas han matado a miles de afganos y detenido, encarcelado y torturado a muchos más. Estados Unidos instaló una cábala odiada de caudillos militares y agentes de poder que explotan el pueblo afgano y cuyo poder se basa en preservar las relaciones sociales y económicas feudales y patriarcales y las leyes islámicas, particularmente en cuanto a las mujeres (que se diferencian muy poco de las que reinaban durante el gobierno del Taliban). Así que después de ocho años de ocupación la vida sigue siendo un horror para el pueblo: la expectativa de vida se ha reducido a 43,1 años, el analfabetismo de los adultos se ha incrementado al 23,5% y uno de cada tres niños con menos de cinco años de edad está desnutrido.

El 87% de las mujeres afganas sufren del abuso en sus casas, los asesinatos de honor y la violación están en aumento y la gran mayoría de las mujeres quedan esclavizadas en sus casas bajo el control de familiares varones. El año pasado el gobierno de Karzai instalado por Estados Unidos aprobó una ley dirigida a la población chiíta de Afganistán (entre 10 y 15% del total) que les otorgó a los hombres el derecho de privar de comida a sus esposas si rechazaban las demandas del marido por el sexo. La ley también les obliga a las mujeres chiítas a conseguir el permiso de su marido para salir de la casa “salvo bajo circunstancias extremas” (“Mientras que Obama manda más tropas…Afganistán: Lacayos de Estados Unidos legalizan la violación marital y otras leyes antimujer”, Revolución, 19 de abril de 2009, http://www.revcom.us/a/162/afghan_rape-es.html; “Afghan Husbands Win Right to Starve Wives,” New York Times, 8/17/09).

Según se informa, el Taliban hoy tiene una presencia fuerte en Marjah, la provincia de Helmund y la provincia vecina de Kandahar. Estas provincias están en la frontera con Pakistán, cuyo gobierno ha permitido al Taliban, al menos ahora, tener un refugio para basar sus operaciones (el gobierno pakistaní ha apoyado el Taliban para avanzar sus propios intereses en Afganistán y en la región, y su apoyo secreto también ha sido clave para el resurgimiento del Taliban). Entretanto en la región ha habido una falta de autoridad y control del gobierno afgano pro-norteamericano dirigido por el presidente Hamid Karzai. La ofensiva de Marjah es parte de una ofensiva más grande que se supone durará unos meses dirigida a tomar control de un arco de 200 millas que incluye las ciudades importantes en Helmund y Kandahar, y sacar al Taliban de sus principales bases de apoyo (y esta ofensiva en particular es parte de una intensificación más amplia que Obama ha ordenado y que también abarca Pakistán).

Estados Unidos está haciendo una ofensiva propagandística para representar su operación militar como un esfuerzo justo y humanitario para ayudar el pueblo de Helmund. El ejército estadounidense insiste que está haciendo todo lo que puede para evitar víctimas civiles, incluso limitar los bombardeos. Durante las últimas semanas, fuerzas norteamericanas se reunieron con los ancianos tribales, avisándoles de la ofensiva venidera y les ordenó a quedarse en casa para evitar víctimas. Las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN dicen que han almacenado comida y otros suministros para los que se huyen de Marjah y los que se quedan, para entregar cuando se acabe el combate. Se dice que el gobierno y la policía de Afganistán están preparados para tomar control y quedarse permanentemente para mantener la paz y entregar servicios necesarios. Los oficiales de Estados Unidos dicen que la presencia de miles de soldados afganos muestra que esta ofensiva, que han llamado “Moshtarak” o “Unidos”, no intenta reforzar una ocupación extranjera sino ayudar a los afganos a dirigir su propio país. El ejército norteamericano aún provee ayuda médica a combatientes heridos del Taliban, según se informa. “No queremos Falluja”, dijo el general al mando norteamericano McChrystal, refiriéndose a la ciudad iraquí que Estados Unidos conquistó en el 2004 al reducirla a escombros y causar muchísimas muertes y sufrimiento. “Falluja no es el modelo” (New York Times, 2/13).

Una injusta ofensiva imperialista

Si el ejército norteamericano está tratando de evitar víctimas civiles mientras lleva comida, medicina y otra ayuda a la gente de Marjah, no es por interés humanitario por el pueblo afgano. Es porque, según se informa, el Pentágono ha concluido que números enormes de víctimas civiles, como aquellos causados por bombardeos de fiestas de boda en Afganistán, y la indiferencia por las vidas del pueblo han dificultado que Estados Unidos derrote al Taliban y controle el país. Y sin importar cuál estrategia elabore Estados Unidos, no cambiará la naturaleza injusta e imperialista de la guerra y ocupación estadounidense o la naturaleza reaccionaria del ejército estadounidense. Y estas realidades dictan que Estados Unidos tiene que basarse principalmente en su abrumador poderío militar y que inevitablemente masacrará a muchos inocentes aun si el Pentágono trata de controlar más precisamente su violencia.

Estados Unidos está obligado a basarse en sus ventajas tecnológicas, entre estas su masivo poderío militar y aéreo, que inevitablemente desde lejos y desde arriba traerá la muerte. Estados Unidos es un ejército de ocupación que lucha por objetivos reaccionarios con una relación fundamentalmente antagónica con el pueblo afgano. Así que no puede basarse ni confiar en el pueblo, y en vez de eso está maniobrando en un mar de sospecha, desconfianza, resentimiento y odio bien fundados (sin importar lo que pueden decir los aldeanos cuando los entrevistan los reporteros y oficiales militares de Estados Unidos). Por consiguiente los militares yanquis inevitablemente matarán y brutalizarán a la gente, incluso aunque se den cuenta que tales crímenes pueden salirles por la culata.

Dos recientes informes noticiosos ilustran la dependencia permanente de Estados Unidos a la fuerza bruta militar, además de la violencia cruel que está llevando a cabo. Primero, Estados Unidos ahora tiene 400 campamentos, puestos de avanzada y bases militares en Afganistán, mientras el ejército afgano tiene 300 (muchos construidos por Estados Unidos) (Nick Turse, “The 700 Military Bases of Afghanistan – Black Sites in the Empire of Bases,” TomDispatch.com, 2/10; Democracy Now!, 2/12).

Segundo, el reportero Anand Gopal pinta un retrato escalofriante de la guerra secreta contra el pueblo afgano. Fuerzas norteamericanas están haciendo “redadas nocturnas”, irrumpiendo en casas afganas, deteniendo a sospechosos y luego los traslada a una de estas cientos de bases o prisiones secretas en Afganistán donde a menudo los torturan, abusan y a veces los desaparecen:

Era el 19 de noviembre de 2009 a las 3:15 de la mañana. Una fuerte explosión despertó a los aldeanos de un barrio arbolado en las afueras de la ciudad de Ghazni, un pueblo antiguo en el sur del país. Un equipo de soldados norteamericanos rompió la verja de la casa de Majidullah Qarar, el vocero del Ministro de Agricultura. Qarar estaba en Kabul en ese momento, pero sus familiares estaban en la casa y cuatro de ellos estaban durmiendo en el pabellón de huéspedes de la familia. Uno de ellos, Hamidullah, que vendía zanahorias en el mercado local, corrió hacia la puerta del pabellón de huéspedes. Le dispararon de golpe, pero él logró arrastrarse dentro de la casa, dejando un rastro de sangre. Luego Azim, el panadero, asistió a su primo herido. También le dispararon a él y se desplomó. Los hombres caídos gritaron a los dos familiares que todavía estaban en el cuarto, pero ellos, ambos niños, no quisieron moverse y estaban pegados a sus camas en un terror silencioso”.

“Los soldados extranjeros tiraron la ropa al suelo, destrozaron los platos tirados  y abrieron los armarios a la fuerza. Finalmente, encontraron al hombre que buscaban: Habib ur Rahman, un programador de computadores y empleado del gobierno. Trasladaron a Rahman descalzo con un primo suyo a un helicóptero a cierta distancia y les transportaron a una pequeña base norteamericana en una provincia vecina para interrogarlos. Después de dos días, las fuerzas norteamericanas soltaron al primo de Rahman. Pero no se ha visto o escuchado de Rahman desde entonces…17 de los 24 ex detenidos que entrevistamos para este artículo dicen que se abusó de ellos en ruta o en estos sitios” (Anand Gopal, “America's Secret Afghan Prisons,” The Nation, 2/15).

Y estos son solamente un par de ejemplos de toda la horrorosa violencia que Barack Obama y el ejército norteamericano le están infligiendo al pueblo afgano.

El “éxito” norteamericano — una pesadilla para el pueblo afgano

El objetivo trazado en esta operación es que el gobierno de Karzai se haga cargo de las provincias de Helmund y Kandahar y para fortalecer sus fuerzas militares en general. Pero el gobierno de Karzai es una pandilla reaccionaria de caudillos, narcotraficantes, asesinos en masa y violadores. Los actuales gobernantes de Afganistán fueron instalados por Estados Unidos para que le sirvieran a sus intereses y todavía son completamente dependientes y serviles a Estados Unidos. El régimen de Karzai ha dirigido Afganistán durante los últimos 8 años y no ha hecho otra cosa que explotar y oprimir al pueblo y manteniendo las reglas religiosas sofocantes y opresivas y las relaciones sociales que encadenan a las mujeres afganas. Mientras Estados Unidos afirma que el Taliban causó el aumento del tráfico de drogas (Afganistán produce más del 90% del opio y heroína del mundo), Karzai y sus aliados en el gobierno afgano son responsables en gran parte de eso con la probable complicidad, o con ayuda directa, de Estados Unidos. Por ejemplo, el New York Times informó que Ahmed Wali Karzai, hermano del presidente Karzai, es un narcotraficante importante y también es empleado de la CIA (“Brother of Afghan Leader Said to Be Paid by C.I.A.,” 10/27/09).

Es posible que los soldados afganos del régimen de Karzai terminen ocupando y controlando la provincia de Helmund. Pero al contrario de lo que dice Estados Unidos, esto no representaría un paso hacia la independencia nacional, libre de la dominación imperialista extranjera. Tampoco desarraigaría el origen de la pobreza y la opresión en Afganistán. El régimen de Karzai y su ejército se ha instalado y desarrollado como una “cara” nacional para la dominación imperialista norteamericana y para avanzar los objetivos de Estados Unidos en la región, no para representar los intereses del pueblo afgano.

“Los civiles afganos tienen miedo de la policía afgana en particular a la que consideran corrupta y dispuesta a usar violencia contra las personas que pasan por sus retenes”, escribe el reportero Patrick Cockburn. “Se ha acusado frecuentemente a sus agentes de la violación homosexual de niños, una tradición que ha tendido a enajenar a los aldeanos cuyos niños han sido violados y llevarlos a apoyar al Talibán” (“The Assault on Marjah,” Counterpunch, 2/15).

(Forjar un ejército local reaccionario lacayo es un elemento clave en el control neocolonial norteamericano de muchos países alrededor del mundo. Es el propósito de instituciones como la infame Escuela de las Américas, donde el ejército norteamericano y la CIA adiestran líderes y oficiales militares latinoamericanos pro-norteamericanos en la táctica y estrategia de controlar sus poblaciones, incluyendo masacres y tortura.)

Extender el control del gobierno afgano podría también avivar viejas rivalidades y la opresión étnica en Afganistán (que es una de las contradicciones que impulsan la guerra vigente), incluso ocasionar asesinatos por venganza en áreas pastunes como Helmund y Kandahar, donde el Talibán obtiene la mayoría de su apoyo. Mientras que los pastunes componen el 42% de la población afgana, constituyen menos del 30% del ejército afgano, mientras que los tayikos (el 25% de la población) dominan el ejército afgano y constituyen el 41% de sus fuerzas (“A Code for Ethnic Cleansing in Afghanistan?” Counterpunch, 2/15).

Los objetivos de Estados Unidos en esta ofensiva también señalan la naturaleza reaccionaria de su ocupación y de sus metas en Afganistán. “Tratamos de eliminar cualquier esperanza en la victoria [del Talibán]”, dijo el general McChrystal. Esto, según el New York Times, “crearía el marco para un acuerdo político que el general McChrystal cree es la única manera en que la guerra terminará”. Por acuerdo político McChrystal quiere decir hacer tratos con elementos del Taliban que rompen relaciones con yihadistas globales para instalarlos en el gobierno. Si el objetivo era emancipar al pueblo afgano, ¿cómo podrían tener cualquier rol los opresores fundamentalistas islámicos pro-capitalistas como el Taliban? (“Afghan Offensive Is New War Model,” New York Times, 2/13) 

La hora de quitarse las vendas de los ojos acerca de Obama

El gobierno norteamericano y los medios burgueses están usando la ofensiva de Marjah para aumentar el apoyo para la intensificación de la guerra en Afganistán de Obama (que el ex vicepresidente Dick Cheney apoya “con entusiasmo”). Pero la gente tiene que quitarse las vendas y enfrentar el hecho de que mientras que Obama pudiera haber cambiado algunas tácticas y retórica de Estados Unidos, él está desatando el mismo —y en algunos casos más— horror y violencia en Afganistán y el mundo de lo que lo hicieron George Bush y Dick Cheney.

La gente también tiene que enfrentar el hecho de que las necesidades y retos urgentes que confrontan los gobernantes estadounidenses en mantener y fortalecer su dominación global están impulsando esto, y esto es lo que moldea lo que hizo Bush, lo que hace Obama y lo que haga cualquier presidente estadounidense. Como recientemente anotó el Financial Times, “Es una medida de la gravedad de la situación en Afganistán que un general de cuatro estrellas que dirigió un proyecto clandestino para eliminar líderes insurgentes en Irak ahora está hablando tan abiertamente de conversar con el Talibán” (“Race against time for Nato strategy,” 1/24).

La posición de Estados Unidos en Afganistán es precaria. La guerra se ha extendido a Pakistán, un aliado clave de Estados Unidos, que ahora tiene su propia insurgencia creciente y otras contradicciones internas y externas profundas y volátiles. Y los Estados Unidos está enfrentando obstáculos y retos reales a su dominación en el Medio Oriente (como Irán) y globalmente y está respondiendo a estos desafíos aun con más violencia contra el pueblo.

Todo esto demuestra que la naturaleza de Estados Unidos es dominar el mundo — y no hacer nada bueno por el mundo. Muestra que esta dominación se basa en la violencia extrema y masiva. Y muestra que solo se puede acabar con estos crímenes por medio de reconocer la fuente y las raíces: el propio sistema capitalista-imperialista, y derrocar ese sistema por medio de la revolución y forjar un nuevo sistema que no se base en la explotación y opresión. Esto es algo que vamos a explorar en cuanto a Afganistán en las semanas venideras.

Cualquier persona que se preocupe por el pueblo de Afganistán y el mundo debe oponerse activa y vigorosamente a la ofensiva y el escalamiento de Estados Unidos en Afganistán y otras amenazas norteamericanas en el mundo.


 

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