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21 de agosto de 2015

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Los discursos de Obama en West Point y Oslo: Más tropas en Afganistán y conservando el dominio nuclear estadounidense… ¿Es éste el camino hacia la eliminación de los horrores de la guerra? Parte 1

El 1º de diciembre de 2009 en West Point, uno de los principales argumentos del presidente Barack Obama a favor de intensificar la guerra en Afganistán era el peligro de que los fundamentalistas islámicos como Al Qaeda o el Talibán tomaran el poder en Pakistán y/o se apoderaran de las armas nucleares de Pakistán.

Dijo: “Los pueblos y gobiernos de tanto Afganistán como Pakistán están en peligro. Y lo que se arriesga es incluso mayor dentro de un Pakistán con armas nucleares, porque sabemos que Al Qaeda y otros extremistas procuran obtener armas nucleares, y tenemos todas las razones del mundo para creer que podrían usarlas”.

Esta justificación para intensificar la guerra en Afganistán es una parte de un argumento más amplio de Obama sobre la necesidad de que Estados Unidos continúe dando “liderazgo” global acerca del peligro de las armas nucleares. He aquí el argumento: cualesquiera que sean los errores que ha cometido, Estados Unidos ha conservado la paz mundial durante los últimos 60 años y cacho y ha contribuido a promover los intereses de la humanidad. Así que hoy, de cara a las nuevas amenazas de los terroristas, quienes son mucho menos racionales y están mucho menos preocupados de la vida humana que Estados Unidos y sus aliados, pero que al contrario se rigen por “rabia”, los Estados Unidos debería permanecer en su papel de garante de la seguridad mundial. Otros países deberían seguir su pauta en Afganistán y sobre la proliferación de armas nucleares en general (sobre todo respecto a Irán y Corea del Norte) porque eso es la mejor y más realista forma de impedir que se usen armas nucleares y a la larga de eliminarlas todas.

Obama delineó estos temas en West Point y de nuevo en Oslo, Noruega, con motivo de recibir el premio Nóbel de la Paz el 10 de diciembre.

En West Point, agregó: “Tendremos que quitarles las herramientas de destrucción masiva. Y es por eso que un pilar central de mi política exterior es impedir que los terroristas tengan acceso a materiales nucleares en circulación; detener la propagación de armas nucleares e ir en pos del objetivo de un mundo sin ellas, porque toda nación debe comprender que la verdadera seguridad nunca provendrá de una carrera interminable por armas cada vez más destructivas; la verdadera seguridad provendrá de quienes las rechazan… Pero más que cualquier otro país, Estados Unidos de Norteamérica ha respaldado la seguridad mundial durante más de seis décadas”.

En Oslo, Obama argumentaba que tras la “destrucción” de la Segunda Guerra Mundial y con “con la llegada de la era nuclear”:

“Estados Unidos lideró al mundo en el desarrollo de una estructura para mantener la paz: un Plan Marshall y la Organización de Naciones Unidas, mecanismos para regir la manera en la que se libran guerras, los tratados para proteger los derechos humanos, evitar el genocidio y restringir las armas más peligrosas. De muchas maneras, estos esfuerzos dieron resultados. Sí, se han librado guerras terribles y se han cometido atrocidades. Pero no ha habido ninguna Tercera Guerra Mundial”.

Pero hoy, dijo, “esta antigua estructura está cediendo ante el peso de nuevas amenazas. El mundo quizá ya no se estremezca ante la posibilidad de guerra entre dos superpotencias nucleares, pero la proliferación de armas nucleares puede aumentar el peligro de catástrofes. El terrorismo no es una táctica nueva, pero la tecnología moderna permite que unos cuantos hombres insignificantes con enorme ira asesinen a personas inocentes a una escala horrorosa”.

Obama está ampliando el discurso post 11 de septiembre de referencia que han repetido una y otra vez el gobierno y los medios informativos: los fundamentalistas islámicos son locos desbocados que creen que “dios” les ha untado para golpear a sus enemigos, incluso con armas nucleares, sin respetar la vida humana ni la opinión pública mundial. Y que por eso la gente debería apoyar a los esfuerzos de Estados Unidos de vencerlos e impedir que tengan armas nucleares.

Pero antes de subirse a este tren, es importante detenerse y reflexionar, y examinar esta lógica y a dónde lleva.

Primero, ¿constituyen las armas nucleares un horror? Sí. En caso de que cualquiera las utilice en cualquier parte, ¿eso provocaría un infierno de muerte y sufrimiento para miles si no millones de personas? Sí. ¿Es el fundamentalismo islámico un movimiento y punto de vista político reaccionario, cuyas tácticas reflejan su carácter reaccionario? Sí.

Pero, ¿es la respuesta automática que la mejor o única opción de la gente sea luchar al lado de Estados Unidos y por Estados Unidos?

En este artículo, repasaremos las alegaciones y argumentos de Obama: ¿son ciertos o no? Y ¿hacia dónde llevan?

¿Es cierto que los gobernantes de Estados Unidos son más racionales y menos asesinos que los fundamentalistas islámicos, sobre todo en materia de armas nucleares? ¿Es su guardianía la mejor forma de impedir conflictos nucleares y a la larga eliminar las armas nucleares? ¿Quién desató en los hechos el “genio nuclear” contra el mundo y quién tiene la mayor responsabilidad de la proliferación de armas nucleares? ¿Quién es el que tiene las mayores probabilidades de usar armas nucleares hoy? ¿Qué es lo que está impulsando el peligro nuclear? Y, al analizar con franqueza todos los hechos, ¿quién es hoy el que de hecho encaja en la descripción de Obama de la “tecnología moderna que permite que unos cuantos hombres insignificantes con enorme ira asesinen a personas inocentes a una escala horrorosa” sin respetar la opinión pública mundial y que lo justifica a nombre de un “dios”?

En el caso específico de Afganistán y Pakistán, ¿qué engendró la posibilidad de que los fundamentalistas islámicos pudieran obtener acceso a las armas nucleares de Pakistán? Y ¿qué impacto tendrá en los hechos que Estados Unidos continúe jugando, y tenga permiso de seguir jugando por la falta de resistencia en Estados Unidos, su papel general y para intensificar la guerra en Afganistán? (El argumento de Obama es todo un paquete: apoyar la intensificación de la guerra en Afganistán por Obama también quiere decir apoyar el “derecho” de Estados Unidos de ser el “garante de la seguridad mundial” y apoyar los esfuerzas de Estados Unidos de hacer cumplir o imponer eso.)

Hiroshima y Nagasaki: ¿Quién dejó salir al genio nuclear?

El discurso de Obama sobre el papel positivo que Estados Unidos ha jugado en el mundo en cuanto a armas nucleares se centra en la post Segunda Guerra Mundial y se basa en el concepto de una “guerra justa”. Según Obama, un criterio de una “guerra justa” es uno en que “la fuerza utilizada es proporcional y, en la medida posible, no se somete a civiles a la violencia”. Dijo que la Segunda Guerra Mundial fue una guerra justa, pero aceptó que “fue un conflicto en el que el número total de civiles que murieron superó al de los soldados que perecieron”. Agregó: “Como consecuencia de esa destrucción y con la llegada de la era nuclear, quedó claro para vencedores y vencidos por igual, que el mundo necesitaba instituciones para evitar otra guerra mundial”, en una iniciativa en que “Estados Unidos lideró al mundo en el desarrollo de una estructura para mantener la paz”.

En esto a Obama se le olvida mencionar el hecho centro y toral: quién inició de hecho la “era nuclear”. De hecho, lo hizo Estados Unidos desarrollando y luego soltando dos bombas nucleares sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Esos horrorosos bombardeos simbolizan otro punto que Obama no mencionó: que durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos cometió enormes masacres de civiles. Al fin de 1945, entre 140 y 150 mil personas habían perecido en Hiroshima y otros 75-80 mil en Nagasaki. Las víctimas, en su abrumadora mayoría civiles, murieron de lesiones directas como quemaduras de los fogonazos, trauma, quemaduras por radiación, y enfermedades, desnutrición y radiotoxemia. En los años siguientes, murieron más personas a causa de los diversos cánceres provocados por la radiactividad.

Los gobernantes estadounidenses han alegado desde hace mucho que tuvieron que soltar “la bomba” porque, si no, hubieran tenido que invadir directamente al Japón y hubieran perdido la vida muchas personas más. El discurso este es el que cuadra con los principales criterios de Obama para una guerra justa: que tal violencia sólo puede utilizarse “como último recurso o en defensa propia”.

Pero los historiadores han desenterrado abundantes pruebas que desmienten la mitología de los imperialistas (que sigue siendo el discurso dominante sobre Hiroshima y Nagasaki hoy). Japón se tambaleaba y sus gobernantes habían dado a conocer en secreto su deseo de poner fin a la guerra, antes de que Estados Unidos soltara las bombas. Según el historiador Gar Alperovitz, “Un mensaje decisivo del 12 de julio de 1945, justo antes de Potsdam [y tres semanas antes del bombardeo de Hiroshima], demostró que el propio emperador japonés había decidido intervenir para tratar de parar la guerra”. En su diario personal, el presidente Harry Truman lo llamó “un telegrama del emperador japo que pedía la paz”, en una muestra de su racismo así como de las deliberadas mentiras de su administración acerca de sus razones para bombardear a Hiroshima y Nagasaki”.

J. Samuel Walter, el historiador en jefe de la Comisión de Reglamentación de Armas Nucleares de Estados Unidos, dijo: “El consenso de los estudiosos es que no fue necesario soltar la bomba para evitar una invasión del Japón y poner fin a la guerra en un lapso relativamente corto. Queda claro que existían alternativas a la bomba y que Truman y sus asesores lo sabían” (subrayado agregado).

Por tanto, no borraron a Hiroshima y Nagasaki en defensa propia. Bueno, pues, ¿por qué borraron a estas ciudades y por qué incineraron a más de 200 mil personas?

He aquí la manera en que lo explicó el ayudante personal del entonces secretario de Estado James Byrnes: éste “esperaba el momento, pues creían que después de la bomba atómica, Japón se rendirá y que Rusia no sacará tanta ventaja del matadero para así estar en una posición de presionar por reclamos contra China”. Alperovitz escribe: “Además, creo que hay fuertes pero no concluyentes pruebas de que los líderes estadounidenses veían en la bomba sobre todo una manera de causarles impresión a los rusos además de una manera de poner fin a la guerra antes de que el Ejército Rojo avanzara mucho en Manchuria [en el norte de China]”.

En resumen, consta que borraron a Hiroshima y Nagasaki en pos de objetivos geopolíticos imperialistas fríamente calculados, entre ellos debilitar la influencia posguerra de la Unión Soviética y dejarle claro al mundo que de ahí en adelante Estados Unidos dominaría al planeta y no soportaría ningún desafío”. (Gar Alperovitz, sobre Hiroshima y Nagasaki, "Hiroshima: Historians Reassess", Foreign Policy, verano de 1995, ncesa.org/html/hiroshima.html; Gar Alperovitz, "Hiroshima After Sixty Years: The Debate Continues," CommonDreams.org, 3 de agosto de 2005.)

¿Evitar que los civiles sufran violencia? El bombardeo incendiario de Tokio de marzo de 1945

El salvajismo y matanza gratuita de civiles por Estados Unidos no se limitó a soltar “El Gordo” y “El Chico”, los nombres en clave hoy apodos de las primeras dos bombas atómicas de Estados Unidos. Éste soltó estas bombas después de sus bombardeos de Tokio y otras ciudades japonesas (donde la mayoría de las casas son de madera) con bombas incendiarias cuyo objetivo es reducir ciudades a cenizas. El 9 y 10 de marzo, la tormenta de incendios sobre 40 k cuadrados de Tokio dejó más de cien mil muertos y muchos más lesionados. En ese entonces, el antiguo secretario de Defensa y arquitecto de la guerra de Vietnam, Robert McNamara, hacía análisis de estadísticas para el general Curtis E. LeMay del ejército.

    “Matamos en los incendios a cien mil civiles japoneses en Tokio: hombres, mujeres y niños”, recordó McNamara; en total murieron unos 900 mil civiles japoneses. “LeMay dijo: ‘Si hubiéramos perdida la guerra, nos hubieran procesado a todos como criminales de guerra’. Y creo que él tiene razón. Él, y yo diría, nos portábamos como criminales de guerra. ¿Qué hace que sea inmoral si uno pierda y que no sea inmoral si uno gana?” (“Robert S. McNamara, Architect of a Futile War, Dies at 93”, New York Times, 7 de julio de 2009. Las citas de McNamara son de la película de Errol Morris, La neblina de la guerra.)

¿Cumplieron tales acciones los criterios de Obama de que la fuerza sea “proporcional” y que “en la medida posible, no se somete a civiles a la violencia”?

No. La verdadera historia de la Segunda Guerra Mundial desmiente cualquier noción de que aquellos que gobiernan este sistema fundamenten sus decisiones en una preocupación por la vida de civiles o que estén sujetos a cualquier precepto de una “guerra justa”.

¿Por qué encomendar a tal potencia “el desarrollo de una estructura para mantener la paz”?

La post-Segunda Guerra Mundial: ¿Dejar atrás las armas nucleares? Para nada.

Eso es la quintaesencia de Obama: darle una nueva redacción a la historia en el servicio al imperialismo y sus actuales objetivos, aceptado sus errores de una manera superficial a la vez que desconoce toda mención específica o responsabilidad por el historial de monumentales crímenes y carnicería de Estados Unidos.

¿Qué historial tenía Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Le entrara en razón después de Hiroshima y Nagasaki e hiciera todo lo que pudiera para “impedir una Tercera Guerra Mundial”, como dio a entender Obama, o dejó de usar y propagar armas nucleares?

No. Estados Unidos aceleró la producción y desarrollo de armas nucleares (en su apogeo a mediados de los años 60, tenía en su arsenal más de 30 mil ojivas nucleares), energizó la carrera de armas nucleares, facilitó la proliferación de armas nucleares, lanzó repetidas amenazas de usar armas nucleares y en varias ocasiones llevó al mundo hasta el borde del precipicio de la guerra mundial.

El desarrollo y uso de armas nucleares por Estados Unidos y luego sus amenazas de librar una guerra nuclear contra la Unión Soviética y China, contribuyeron a prender una carrera de armas nucleares. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos amenazó con usar armas nucleares contra China durante la guerra de Corea (1951-1953) y las amenazas de librar una guerra nuclear contra la Unión Soviética también seguían en el ambiente a fines de los años 40 e inicios de los 50. Luego, Estados Unidos fraguó planes secretos para transformar a la Unión Soviética en “ruinas radiantes humeantes al cabo de dos horas” (David Alan Rosenberg y W.B. Moore, “Smoking Radiating Ruin at the End of Two Hours”: Documents on American Plans for Nuclear War with the Soviet Union, 1954-55, The MIT Press, 1981).

Como parte de su “guerra fría” contra la Unión Soviética, Estados Unidos también ayudó a sus aliados Inglaterra y Francia a desarrollar armas nucleares. Además, ha seguido refinando y desarrollando su propio arsenal nuclear en búsqueda de supremacía nuclear así como para tener armas nucleares más utilizables.

Irak, 1958: Amenazas y despliegue de armas nucleares contra una revolución

Las armas nucleares eran y siguen siendo un elemento central de la estrategia, operaciones y acciones y poses globales militares estadounidenses (y una forma importante en que los imperialistas estadounidenses, con sólo tres por ciento de la población del mundo, planeaban dominar el planeta entero). Estados Unidos nunca renunció a haber sido el primero en usar armas nucleares y amenazó de manera abierta o encubierta, o consideraba en serio usarlas en decenas de ocasiones en la posguerra contra muchos países. Según una estimación, Estados Unidos amenazó con usarlas al menos 15 veces después de la Segunda Guerra Mundial: en el Medio Oriente, Asia, América Latina y Europa (academic.evergreen.edu/g/grossmaz/interventions.html).

Por ejemplo, en 1958 en el Medio Oriente, Estados Unidos amenazó con usar armas nucleares después del derrocamiento de la monarquía iraquí, un acérrimo aliado de Estados Unidos, y el ascenso al poder de un régimen nacionalista. Amenazó con librar una guerra contra la nueva república y puso en alerta mundial a sus tropas, incluso el Comando Aéreo Estratégico. Poco antes de la revolución en Irak, envió 70 barcos de la armada, cientos de aeronaves y 14 mil marines al Líbano. Arribaron a mediados de julio en condiciones de intervenir en Irak. Micah Sifry, ex director mesooriental de The Nation, señala que se informa que en estas fuerzas había una “unidad atómica” con artillería capaz de disparar proyectiles nucleares. Eisenhower de hecho emitió una directriz secreta al Estado Mayor Conjunto que les ordenaba prepararse para usar armas nucleares con la finalidad de impedir que Irak se apoderara de los yacimientos petrolíferos de Kuwait.

En respuesta a las amenazas y despliegues de fuerzas de Estados Unidos, la Unión Soviética emprendió maniobras de gran envergadura en su frontera con Turquía e Irán. Sifry concluyó: “Antes de que quedaran en claro la composición y las intenciones de la nueva República de Irak, una ‘guerra general’ era una posibilidad real”. En abril de 1959, el director de la CIA, Allen Dulles, le dijo al Congreso que la situación en Irak era “la más peligrosa en el mundo de hoy” (Micah L. Sifry, “U.S. Intervention in the Middle East: A Case Study”, The Gulf War Reader, pp. 27-30; William Blum, Rogue State: A Guide to the World’s Only Superpower, pp. 133-134).

Irán, 1980: “Abalanzarse derecho hacia la Tercera Guerra Mundial”

La revolución iraní de 1979 derrocó al Sha quien era un pilar importante del dominio estadounidense en el Medio Oriente. Se dio en un momento de mayor rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y el gobierno estadounidense se preocupaba muchísimo de que la Unión Soviética cobrara influencia en la región a raíz de la caída del Sha y la turbulencia que continuaban en Irán a raíz de la toma de la embajada yanqui en Teherán en noviembre de 1979.

El 16 de agosto de 1980, aumentaron los temores soviéticos de una acción militar estadounidense contra Irán a raíz de la publicación de un artículo del columnista Jack Anderson que informó: “Se ha elaborado para el presidente Carter un sorprendente plan super-secreto de invadir a Irán con poderosas fuerzas militares. El supuesto propósito es el de rescatar a los rehenes, pero la operación también exigiría represalias militares”. Anderson informó que el ataque, que estaba programado tentativamente en octubre, tenía por objetivo apoderarse y controlar la isla Kharg, por la cual fluía el 90 por ciento del petróleo de Irán, y posiblemente otros yacimientos petrolíferos en el sur de Irán. Anderson lo describió como “una apuesta política desesperada… Ya han salido señales ominosas del Kremlin con advertencias de represalias si Irán fuera atacado. Desde luego, un choque entre Estados Unidos y la Unión Soviética sobre Irán podría representar una escaramuza de apertura de la Tercera Guerra Mundial”.

La administración de Carter alegó que no tenía tales planes pero aparentemente los soviéticos respondieron a la revelación de Anderson apostando a las fuerzas que tenían cerca de Irán en un estado de preparación más alto, quizá como advertencia. A fines de agosto, Zbigniew Brzezinski, el asesor de Seguridad Nacional de Carter, escribe que el gobierno estadounidense detectó que las fuerzas soviéticas estaban movilizadas “de una forma apta para invadir a Irán” y decidió advertir a los soviéticos que cualquier acción para entrar a Irán “conduciría a un enfrentamiento militar directo” y “desarrollar opciones militares para la defensa de Irán así como para responder con represalias militares en otras partes, en caso de una maniobra soviética”. Esas opciones contemplaban usar armas nucleares tácticas.

Sobre el ambiente tan cargado de tensiones mientras el equipo de Carter contemplaba si trasladar a los aviones AWACS (Sistema Aéreo de Advertencia y Control) a Arabia Saudita después del estallido de la guerra entre Irán e Irak en septiembre de 1980 (lo que por lo tanto insertó directamente armas estadounidenses de avanzada en la región), Brzezinski escribe que el entonces secretario de Estado Edmund Muskie “estalló de rabia y dijo que nosotros estábamos abalanzándonos derecho hacia la Tercera Guerra Mundial”.

El periodista y autor Dilip Hiro concluyó: “En una palabra, cuando se trata de impedir que los soviéticos entraran a Irán, la administración de Reagan (al igual que la de Carter anteriormente) estaba preparada para ir al máximo límite, incluso la guerra nuclear”.

(Fuentes sobre la crisis de Irán: Jack Anderson, “Iran invasion plan reported, denied”, Chicago Sun-Times, 16 de agosto de 1980; Gary Sick, October Surprise: America’s Hostages in Iran and the Election of Ronald Reagan, pp. 25-26; Zbigniew Brzezinski, Power and Principle, pp. 451-453; Richard Halloran, New York Times, 2 de septiembre de 1986; Benjamin F. Schemmer, “Was the U.S. Ready to Resort to Nuclear Weapons for the Persian Gulf in 1980?”, Armed Forces Journal International, septiembre de 1986, Halloran y Schemmer, citado un artículo inédito de Daniel Ellsberg; Dilip Hiro, Iran Under the Ayatollahs, pp. 325-6.)

Vietnam, 1969: “Locos” nucleares… en la Casa Blanca

Éstos y muchos otros ejemplos demuestran que las amenazas de Estados Unidos no son bluffs huecos. Con frecuencia, Estados Unidos pone sus fuerzas nucleares en alerta o posiciona sus armas nucleares listas para lanzar ataques; y durante esos años corría el peligro de poner en marcha sucesos que no podía controlar que podrían conducir a usar armas nucleares. En una palabra, jugaba con el futuro de la humanidad con el objetivo de promover sus objetivos imperiales.

Los gobernantes estadounidenses tachan de locos a los fundamentalistas islámicos, pero ellos mismos se presentan como dignos guardianes del planeta. En realidad, los imperialistas manejaban “prácticas arriesgadas o suicidas”: orillando la situación al borde del precipicio e incluso actuando como si eran irracionales, a fin de obligar a sus rivales a dar marcha atrás.

El presidente Richard Nixon lo llamaba “la teoría de locos” y en 1969, lo puso en práctica y casi metió al mundo al abismo de una guerra nuclear. “Quiero que los norvietnamitas crean que yo he llegado al extremo en que yo podría hacer lo que sea para parar la guerra”, le dijo Nixon a su máximo asesor. En ese entonces la guerra de Vietnam se había vuelto una gran debacle para Estados Unidos y Nixon quería obligar a los norvietnamitas a hacer un llamado a la paz bajo las condiciones de Estados Unidos, pero Hanoi se negaba a hacerlo. “Simplemente les enviaremos una pequeña recomendación de que por el amor de Dios, ustedes saben que Nixon tiene una obsesión acerca del comunismo. No lo podemos refrenar cuando esté enardecido, y él tiene el dedo en el botón nuclear, y Ho Chi Minh luego luego iré en dos días a París para suplicar la paz”.

Pronto Nixon desató su estrategia “de locos”. “Del 10 al 31 de octubre de 1969 las fuerzas armadas estadounidenses tenían órdenes de estar en máxima alerta en preparación para una guerra global sin ninguna provocación y sin ninguna explicación a los comandantes estadounidenses respecto al propósito del alerta”, escribe James Carroll. “Enviaron los cazas de combate con armas nucleares a aeropuertos civiles, iniciaron los procedimientos de cuenta regresiva para los proyectiles, despegaron los bombarderos de larga distancia y empezaron a seleccionar los blancos. El 27 de octubre, en la acción culminante cuyo propósito era dar a entender que estaba suelto un loco, el Comando Aéreo Estratégico recibió órdenes de enviar los bombarderos B-52, cargados de armas termonucleares, hacia la Unión Soviética”.

Sin estar consciente de ello, Nixon había puesto su plan en marcha en medio de la intensificación de amenazas de la Unión Soviética imperialista contra la China revolucionaria, en ese entonces un país socialista dirigido por Mao Tsetung, y ambos países se aproximaban a estar en pie de guerra. Carroll agrega: “Por ende, cuando Moscú captara las señales de una cuenta regresiva nuclear de Estados Unidos, hubiera tenido buenas razones para suponer que Estados Unidos se preparaba para atacar del lado de Pekín, quizá con el lanzamiento de un ataque preventivo para adelantarse al ataque que Moscú contemplaba contra China”.

Carroll concluye: “En otras palabras, si [el líder soviético] Leonid Brezhnev se hubiera portado como Nixon en octubre de 1969, el mundo hubiera resultado hundido en un horror nuclear” (“Nixon’s Madman Strategy”, Boston Globe, 14 de junio de 2005).

Daniel Ellsberg, quien divulgó los polémicos documentos secretos del Pentágono, y que también ha analizado la referida marcha de los acontecimientos, escribe que en ese entonces Nixon contemplaba en serio utilizar armas nucleares contra Vietnam del Norte, pero tuvo que recapacitarse después de que dos millones de personas se tomaron las calles en el Moratorio contra la guerra el 15 de octubre de 1969 (“Daniel Ellsberg: Time to Drive Out the Bush Regime”, Truthdig.org, 16 de septiembre de 2006, truthdig.com/report/item/ 20060916_daniel_ellsberg_drive_out_bush).

En la primera entrega de sus reminiscencias personales acerca de la era nuclear, Ellsberg da un vistazo escalofriante de los planes generales del gobierno estadounidense para librar una guerra nuclear que habrían borrado “la mayoría de las ciudades y personas en el hemisferio del norte”. Escribe: “El total de bajas, según la estimación del Estado Mayor Conjunto, a causa de un ataque ofensivo estadounidense apuntado principalmente contra la Unión Soviética y China, sería de aproximadamente 600 millones de muertos. Cien holocaustos” (“A Hundred Holocausts: An Insider’s Window Into U.S. Nuclear Policy”, Truthdig.org, 10 de septiembre de 2009, truthdig.com/report/item/ 20090910_a_hundred_holocausts_an_insiders_window_into_us_nuclear_policy).

El historial de las acciones de Estados Unidos demuestra que en realidad, los fundamentalistas islámicos no exhiben más irracionalidad y crueldad contra la vida humana que los imperialistas, quienes se rigen por unas necesidades más allá de lo que entienden y controlan, y que los imperialistas estadounidenses tienen un poderío muchísimo más destructivo bajo su mando. Estados Unidos no ha vuelto a usar armas nucleares porque le dieron asco los horrores de Hiroshima y Nagasaki, sino principalmente por el mero hecho de que sus rivales también contaban con armas nucleares.


 

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