Revolución
#167, 7 de junio de 2009
La ilusión mortal de los “puntos en común” sobre el aborto
Respuesta al discurso de Obama en Notre Dame sobre los puntos
en común y el aborto
Sunsara Taylor
Durante las semanas previas al pronunciamiento del discurso de Barack Obama
en la ceremonia de graduación en la Universidad de Notre Dame, los ojos del país
tuvieron en la mira la cuestión del derecho de la mujer al aborto. Los católicos
y fundamentalistas cristianos opuestos al aborto, muchos de los cuales han
estado al centro de las tácticas más violentas contra doctores, mujeres y
clínicas, llegaron a la universidad. Entraron sin autorización legal. Fueron
arrestados. Pegaron carteles. Más de 70 obispos condenaron la decisión de Notre
Dame.
Sin embargo, el 17 de marzo, cuando por fin llegó el día de graduación, los
delegados se pusieron a pie para aplaudir a Obama cuando entró, el presidente
católico de la universidad le hizo una introducción elogiosa y se oyeron
aclamaciones repetidas durante su discurso.
Durante el discurso, Obama llamó a usar “palabras de ideas justas” de parte
de ambos lados sobre el asunto del aborto. Llamó a la gente a expresar sus
diferencias pero no a satanizar a aquellos que tienen opiniones distintas. Llamó
a asumir “puntos en común” e indicó el lugar donde creía que esto podría
encontrarse, así como algunos de los retos que ve para lograrlo.
Para muchos de los presentes, estas palabras les parecieron razonables. Para
muchos, la respuesta que recibió Obama de parte de la abrumadora mayoría del
estudiantado, junto con una cantidad importante de figuras católicas
prominentes, representa un movimiento en un sentido positivo.
Sin embargo, cuando Obama habla de “puntos en común” sobre el aborto, no pisa
ningún “punto en común medio”, sino acepta las condiciones del movimiento
anti-aborto y adapta ciertos aspectos de una posición pro derecho a decidir a
ese marco al destripar el meollo de la posición a favor del derecho al aborto.
Al hacerlo, legitima y fortalece un programa vilmente anti-mujer a la vez
que abandona la lucha muy necesaria para aumentar el acceso al aborto y el
control de la natalidad así como abandona la base moral e ideológica sobre la
cual se sustenta la posición pro derecho a decidir.
Una buena parte de lo que tiene de erróneo el enfoque de Obama se concentra
en unas cuantas frases de su discurso, donde habla directamente acerca de la
cuestión del aborto:
“Tal vez no estemos de acuerdo sobre el aborto, pero todavía sí podemos
aceptar que es una decisión angustiosa que cualquier mujer tenga que tomar con
dimensiones morales así como espirituales. De modo que vamos a trabajar juntos
para reducir la cantidad de mujeres que pretenden hacerse un aborto reduciendo
la cantidad de embarazos no deseados, haciendo que la adopción sea más accesible
y proporcionando cuidados y apoyo para aquellas mujeres que deciden tener un
bebe”.
En primer lugar y de mucha importancia, el aborto no es “una decisión
angustiosa que cualquier mujer tenga que tomar”. Una gran cantidad de mujeres no
tienen ningún problema en absoluto para con un aborto. Muchas de ellas se
sienten alivio además de alegría al tener la vida y el futuro más firmemente
bajo su control.
Es así como debe ser. En esencia un feto no es un bebe, es una parte que está
subordinada al cuerpo de la mujer. Una mujer no tiene la obligación moral de
tener el bebe porque está embarazada. Y la mujer que decide en cualquier momento
y por cualquier razón interrumpir el embarazo debe sentirse bien y poder
hacerlo.
En la discusión del aborto, solo una pregunta moral viene al caso: ¿tendrán
las mujeres la libertad de determinar qué hacer con su propia vida, la decisión
de tener hijos y cuándo, o estarán obligadas a subyugarse a la autoridad
patriarcal masculina y a procrear contra su voluntad?
Al desconocer la experiencia de muchas mujeres que se sienten bien sobre el
aborto, Obama está minando la legitimidad de esta respuesta y reforzando todas
esas voces de la sociedad que dicen que la mujer debería apenarse por
interrumpir el embarazo.
En el caso de las mujeres que sí se sienten contrariadas o incluso
profundamente culpables sobre el aborto, eso no es prueba de que el aborto sea
un asunto moral complicado no más de que la violación sea un asunto moral
complicado cuando muchas mujeres sientan culpa o vergüenza después de ser
violadas.
Para entender de dónde provienen esos sentimientos de culpa, cuando estos sí
existen, es necesario ver más allá de la mujer individual hacia la cultura y las
fuerzas más amplias que moldean sus respuestas.
Durante siglos en las religiones dominantes y en casi todas las culturas, a
las mujeres se les ha dicho que lo más importante en la vida
es tener hijos. Condicionan a las mujeres, y esperan, que planeen su vida en
torno a cuándo tener hijos y que una vez que lo hacen, consideren toda decisión
importante en el marco de sus efectos sobre los hijos. Y a las mujeres que no
subordinen sus propios sueños y aspiraciones a criar sus hijos las consideran
egoístas y de costumbre las satanizan.
Para colmo, ha habido décadas de un implacable asalto ideológico al aborto
orquestado desde los niveles más altos del gobierno y el poder. Los cristianos
fundamentalistas en las puertas de clínicas a través del país, las voces en los
medios, las películas taquilleras y las series de TV que siempre muestran el
aborto “en el mejor de los casos” como un acto desesperado y lamentable, les
han dicho a las mujeres que son “asesinas” por haber abortado. Y les
han dicho que si no se sienten culpables, traen algo de malo.
Todo eso condiciona la culpa que sienten las mujeres, en el caso de que sea
parte de su experiencia. Pero nada de esto significa que deban sentir culpa con
respecto al aborto.
De ahí, Obama continúa, planteando que es posible encontrar los “puntos en
común” trabajando “juntos para reducir la cantidad de mujeres que pretenden
abortar” y “reducir los embarazos no deseados”.
Pero, como escribí antes, “hablar hoy de reducir la cantidad de abortos es
hablar de reforzar las cadenas que atan a la mujer. La meta NO debe ser reducir
la cantidad de abortos que se hacen. Debe ser romper todas las barreras, que
todavía existen en cada esfera de la sociedad, a la participación plena e igual
de la mujer como ser humano emancipado. En esta sociedad, en este momento, eso
significa que habrá, y por la misma razón debería haber, más
abortos.
“Es así porque muchísimas mujeres quieren hacerse un aborto, pero no pueden
debido a los enormes obstáculos legales, sociales y económicos que se les han
impuesto, tales como las leyes de notificación a los padres, los plazos de
espera obligatorios, las falsas clínicas de aborto que desorientan y demoran a
las mujeres, el hecho de que el 87% de los condados del país no tienen ningún
proveedor de abortos y las innumerables otras restricciones crueles y
humillantes”.
Ahora mismo, como usted lee, están dictando y degradando la vida de muchas
mujeres por la falta de acceso a servicios de aborto.
Por lo que se refiere a reducir los embarazos no deseados, sería
verdaderamente maravilloso si toda la juventud recibiera una educación
científica y honesta sobre sus cuerpos, su sexualidad y cómo llevar relaciones
físicas y afectivas mutuamente respetuosas y sanas. Y sería maravilloso si el
control de la natalidad fuera fácil y ampliamente accesible y que se
popularizara. Esa sería la mejor y más efectiva forma de reducir los embarazos
no deseados. Pero eso no es algo que las fuerzas del movimiento “pro vida”
aprobarían. Las mismas escrituras bíblicas que rigen esas fuerzas que tratan de
forzar a las mujeres para que no aborten también se oponen al control de la
natalidad. No existe ninguna organización “pro vida” que apoye métodos
anticonceptivos.
Desde su inicio y en su centro, el movimiento “pro vida” se ha regido por el
mandato bíblico de que la mujer debe dejarle a dios que decida cuántos hijos
debe tener. Este mandato se basa en la mitología cristiana del “pecado original”
y sus repercusiones.
Como dice la Biblia, “dios” creó al hombre (Adán) primero y de sus costillas
sacó a la mujer (Eva). Estos vivían en la bendita inocencia en el “Jardín del
Edén” hasta que una serpiente tentó a Eva y esta tentó a Adán y se comieron la
“fruta prohibida”. Por ese “pecado original” fueron expulsados del paraíso y
desde entonces, como dice el mito, la especie humana tiene una naturaleza
diabólica que ha llevado a los horrores que los seres humanos han infligido
desde siempre unos a otros.
Y lo que proviene de eso y lo que es un aspecto central para el movimiento
“pro vida” es una maldición especial adicional sobre la mujer. Ahí
mismo, el libro de Génesis cita al “Señor” diciéndole a la mujer: “Multiplicaré
en gran manera los dolores en tus partos; con dolor darás a luz los hijos; y tu
deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. Luego, la Biblia
pronuncia que las mujeres solo pueden redimirse sometiéndose a los hombres y
pariéndoles hijos: “Pues Adán fue formado primero; después, Eva. Además, Adán no
fue engañado; sino la mujer, al ser engañada, incurrió en trasgresión. Sin
embargo, se salvará teniendo hijos, si permanece en fe, amor y santidad con
prudencia” (1 Timoteo 2:13-15).
No pueden existir “puntos en común” con este enfoque aun en el propósito de
prevenir embarazos no deseados. Y al buscar “puntos en común”, Obama está
dribleando el balón hacia la cancha de la maternidad obligatoria; está
alejando a la gente pro derecho a decidir de la lucha que se necesita
librar por el aborto a la vez que está montando el escenario para otra
batalla fallida alrededor de la educación sexual y el control de la
natalidad.
Lo que tal vez sea más indignante es el hecho que Obama, en vez de cuestionar
el mandato incrustado en el mito del “pecado original” de que las mujeres sean
sumisas criadoras, cita y legitima este mito absurdo y muy nocivo. Al principio
de su discurso, Obama ofrece una explicación falsa de por qué los “puntos en
común” son frecuentemente difíciles de encontrar entre otros casos, “el soldado
y el abogado” quienes “en ambos casos aman a este país con igual pasión pero
llegan a diferentes conclusiones sobre los pasos necesarios para protegernos del
daño” y entre “el activista gay y el pastor evangélico” que “en ambos casos
condenan los estragos del VIH/SIDA, pero se encuentran inhabilitados para zanjar
las diferencias culturales que podrían unir sus esfuerzos”. Dice: “Una parte del
problema, naturalmente, recae en las imperfecciones de los hombres: nuestro
egoísmo, nuestro orgullo, nuestra terquedad, nuestra codicia, nuestras
inseguridades y nuestros egos; todas las crueldades grandes y pequeñas que
aquellos de nosotros que estamos con la tradición cristiana entendemos que
tienen sus raíces en el pecado original”.
No. Los “puntos en común” no son difíciles de encontrar a causa de que
nosotros satanicemos a aquellos que luchan por subyugar a las mujeres, aquellos
que practican la tortura, los crímenes de guerra contra los detenidos, o
aquellos que niegan los derechos fundamentales a la gente gay. Los “puntos en
común” no son difíciles de encontrar a causa de que tengamos egos muy grandes,
orgullo o inseguridades.
Los “puntos en común” son difíciles de encontrar a causa de que aquellos que
defienden el derecho de las mujeres al aborto tienen un punto de vista
completamente antagónico a aquellos que buscan desaparecerlo. Asimismo, los que
condenan la tortura tienen un punto de vista que es antagónico a los que la
justifican, encubriendo y continuando esa tortura. Y aquellos que reconocen los
derechos básicos y la humanidad de la gente gay así como la necesidad de una
verdadera educación sobre el sexo seguro tienen un punto de vista que es
completamente antagónico a la motivación bíblica que ve como una abominación las
relaciones sexuales que no son para procrear hijos.
Como lo planteé antes, no existe un “punto en común medio” entre posiciones
antagónicas. Incluso la ilusión de los “puntos en común” solo puede lograrse
cuando un lado cede a los términos del otro. Eso es exactamente lo que Obama ha
hecho.
En cuanto al aborto, los “puntos en común” que Obama propone son unos donde
todos acepten la noción que hay algo moralmente erróneo con el aborto y donde se
borran la legitimidad y la existencia de las mujeres que se sienten bien con sus
abortos. En tiempos cuando el aborto es de muy difícil acceso para muchísimas
mujeres y una montaña de culpa y vergüenza sobre las mujeres solo por considerar
esta opción socava la libertad de abortar, los “puntos en común” de Obama son
unos que abandonan la lucha por el acceso al aborto y se repliegan a una batalla
de retaguardia para reducir los embarazos no deseados sin siquiera mencionar el
control de la natalidad.
Finalmente, Obama le dio una señal de aprobación plena a la posición en
contra del aborto cuando dice que “podemos unirnos para dar cuidados y apoyo a
las mujeres que tienen sus bebes”. Aquí, en una sola frase acepta la retórica
anti-científica y antiaborto que se refiere a los fetos como niños. De ahí, una
mujer que decide interrumpir su embarazo está asesinando a su “bebe”.
De muchas maneras, el enfoque que Obama ha asumido acerca del aborto y lo que
ha delineado en su discurso podría ser aún más peligroso para los derechos de
las mujeres y sus vidas que los fascistas religiosos reunidos en la puerta de
entrada, porque Obama está arrastrando tras de sí a muchas mujeres y hombres que
debieron tener mejor criterio, quienes si se dieran ataques abiertos a la
legalidad del aborto, muy bien pudieran poner el grito en el cielo, pero a
quienes les tiene adormecidos el tono tranquilo y razonable de Obama mientras
trafica con los derechos fundamentales de las mujeres.
Es imperativo que la gente vea este discurso y la posición general de Obama,
para lo que verdaderamente es. Este no es un razonable punto intermedio, sino un
vals paso por paso hacia un mundo con cada vez menos derechos para las mujeres y
con mucho menos terreno para que las mujeres opongan resistencia. Es urgente que
la gente proponga un nuevo marco: uno que valore la vida de las mujeres por
encima de los fetos, uno que vea el valor positivo de que las mujeres puedan
vivir plenamente la vida en la sociedad lo que incluye el control sobre su
propia reproducción, uno que reconozca que esto es bueno para la sociedad en
general.
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