El 19 de marzo en Nueva York: Los pocos que se deben convertir en
muchos
De un activista de El Mundo No Puede Esperar de Nueva York
Traducido del inglés para Revolución, 19 de abril de 2009
Ha habido muchos momentos en la historia en que la minoría, con actos audaces
por sus convicciones, ha estado del lado de la verdad y la justicia mientras la
mayoría, con actos en oposición a esa minoría o con una pasividad de brazos
cruzados, ha estado al lado de las mentiras y la injusticia.
El 18 de febrero de 1688, cuatro cuáqueros de Pensilvania —Garret Hendericks,
Derick up Den Graeff, Francis Daniell Pastorius y Abraham up Den Graeff—
escribieron la primera petición anti-esclavista en las colonias.
Estos cuatro hombres estaban en lo correcto. Y la mayoría estaba equivocada.
El 2 de mayo de 1967, el New York Times escribió: “Durante 70
minutos ayer por la tarde, unos 75 manifestantes contra la guerra de Vietnam
formaron un piquete frente a la Bolsa de Valores de Nueva York, mientras mil
[empleados] del distrito financiero... los abucheaban desde el otro lado de la
calle”.
Sí, durante el punto álgido de la efervescencia radical de los 1960, las
fuerzas que luchaban contra la guerra y la opresión a veces se encontraron ante
una oposición muy superior en número. Una vez más la minoría estaba en lo
correcto. Y la mayoría estaba equivocada.
El 19 de marzo de 2009, el sexto aniversario del comienzo de la guerra de
Irak que ha dejado a más de un millón de iraquíes muertos y otros millones
desplazados, de 50 a 100 personas marcharon por las calles de Nueva York para
demandar que se ponga un fin a las guerras y las ocupaciones de Estados Unidos
en Irak y Afganistán; no a la guerra contra Irán, Pakistán y Gaza; y alto a la
tortura continua de los presos de Bagram, Guantánamo y otras mazmorras en todo
el mundo.
En una ciudad de ocho millones de personas, la inmensa mayoría no actuó ese
día de forma visible para oponer resistencia a esos crímenes de lesa humanidad.
En una forma u otra, por una razón u otra, la mayoría siguió su rutina como si
esos crímenes no estuvieran pasando.
Pero una vez más, la minoría estaba en lo correcto. Y la mayoría estaba
equivocada.
Los crímenes son crímenes, sin importar quién los cometa
Junto con las acciones que El Mundo No Puede Esperar organizó en Atlanta,
Berkeley, Miami, Seattle, Washington, D.C., y varias ciudades por todo el país,
la acción de Nueva York se anunció como “la primera protesta nacional contra las
guerras bajo el presidente Obama”. El desempeño de Obama en estos primeros dos
meses ha subrayado la urgencia de anunciarlas así.
Solo un día antes de las protestas, el New York Times informó en un
artículo de primera plana que el gobierno de Obama está considerando una
escalada significativa de los ataques con aviones no tripulados con misiles
contra Pakistán, los cuales ya no se limitarían a las “regiones tribales” sino
que incluirían la provincia de Baluchistán, a pesar de la admisión oficial de
que eso entrañaría un “alto riesgo de bajas civiles”, como dijo el
Times. En febrero, Obama ordenó enviar a 17.000 soldados más a
Afganistán, donde ya miles de civiles han sido asesinados. Obama sigue con la
ocupación criminal de Irak, donde las fuerzas armadas estadounidenses admiten
que mataron a una niña de 12 años en una garita de control el 16 de marzo. Según
el supuesto plan de retirar las tropas, de 35.000 a 50.000 soldados
estadounidenses todavía estarán en Irak después de agosto de 2010, y otros más
se quedarán después de diciembre de 2011 con el fin de realizar “misiones
selectivas de contraterrorismo”. Bajo Obama, Estados Unidos sigue torturando a
los presos de Guantánamo y deteniéndolos indefinidamente sin acusarlos o
enjuiciarlos.
La directora nacional de El Mundo No Puede Esperar, Debra Sweet, les preguntó
a los manifestantes antes de la marcha: “¿Esto es el cambio para el cual hemos
estado marchando y protestando durante todos estos años?”
La muchedumbre gritó en respuesta: “¡No!”
Sweet recalcó: “¡Claro que no!”
En los últimos años, las guerras de agresión, la tortura y la detención
indefinida que llevaba a cabo el régimen de Bush han sido justamente los
crímenes que hicieron que millones de estadounidenses odiaran su gobierno. No
obstante, bajo el nuevo gobierno o se está haciendo de la vista muy gorda o se
están justificando esas mismas prácticas.
“Parece que la gente acepta lo que hace Obama, simplemente por tratarse de
Obama”. Así lo dijo Thaddius, un estudiante afroamericano de 16 años de la
academia Humanities Prep, que acudió al llamado de El Mundo No Puede Esperar por
un paro estudiantil (salir de clases).
Expresó una verdad que resalta la importancia decisiva de que un grupo de
personas respondió ese día para decir que los crímenes de lesa humanidad son
igual de inaceptables bajo Obama que bajo Bush.
Como dijo Sweet a los manifestantes al principio de la protesta: “Ustedes no
saben qué tan importantes que son”.
Una ufanía que viene de hacer lo correcto
La protesta empezó en Union Square, como a la una de la tarde. Bajo un cielo
gris y una llovizna, unas 50 personas se aglomeraron cerca de la entrada del
metro al sur de la plaza, mientras Sweet y Mathis Chiroux, un miembro de
Veteranos de Irak contra la Guerra que rehusó pelear en Irak, hablaron en el
mitin que precedía a una marcha al centro de reclutamiento militar en Times
Square. Un grupo de jóvenes sostuvo una gran manta blanca con letras en negro
que decían: “No se puede ganar una ocupación”. Otras personas cargaron carteles
de color naranja que demandaban: “¡Alto a las ocupaciones y la tortura por
imperio! ¡El mundo no puede esperar!”.
Entre los oradores, los artistas y los participantes del mitin, reinaba un
espíritu de desafío, tesón y responsabilidad moral. Antes de su presentación de
“Nakba”, un rap que condena indignado la historia de genocidio y persecución
israelíes contra los palestinos, el rapero Marcel Cartier, de 24 años de edad,
informó a los presentes que hace poco había renunciado a su vida de “mocoso
militar”.
Dijo: “No me agarraron [para alistarme]. Pero toda la vida la viví rodeado de
militares estadounidenses, hasta el año pasado”.
Agregó que “rompió” con la vida militar cuando decidió que no quería pasar el
resto de la vida como cómplice de crímenes de lesa humanidad.
Además, participaron otros músicos como Rebel Díaz, un grupo hiphopero del
barrio Bronx, y Outernational, que logró adaptarse muy bien a la ausencia de
sonido amplificado con una emocionante tocada acústica.
La abogada radical Lynn Stewart, que en los últimos años ha experimentado en
carne propia la fuerza represiva del gobierno —pues en 2006, la condenaron de
conspirar para dar ayuda material al terrorismo y de impedir la administración
de la justicia, simplemente porque pasó un mensaje de un cliente a los
simpatizantes de este— dijo que las autoridades no lograrían impedir que ella se
opusiera resistencia a los crímenes de imperio y que los manifestantes deberían
seguir esa pauta también.
Dijo al comienzo de su discurso: “Creo que tenemos que preguntarnos si a
Obama le está acabando el “Gatorade”. ¡Pues, simón! ¿Estamos vivitos y coleando?
¡Simón!”
Sunsara Taylor, una corresponsal del periódico Revolución, dijo que
muchas personas tienen la ilusión de que Obama terminará las guerras por
imperio, a pesar de sus decisiones de continuar la ocupación de Irak, hacer una
escalada de la guerra de Afganistán, intensificar los ataques aéreos contra
Pakistán y apoyar la matanza israelí en Gaza.
Agregó: “La única manera de poner fin a esta ocupación y esas guerras es
mediante las protestas, la resistencia y alzando la voz como estamos haciendo
hoy. Lanzar retos a otras personas para que se despierten y actúen de acuerdo al
criterio: ‘¿En qué tipo de futuro quieres vivir?’”
En su discurso, Taylor desmintió unos de los principales argumentos
planteados para justificar las guerras estadounidenses por imperio. Por ejemplo,
respondiendo a la idea de que esas guerras les dan mayor seguridad a los
estadounidenses, dijo que tal razonamiento es falso y, es más, carece de
ética.
Dijo: “Es inmoral decir que la vida de los estadounidenses vale más que la de
los iraquíes o la de los afganis. Un millón de muertos en Irak: no me importa si
nos hizo más seguros. El costo es inaceptable. Es inmoral, es injusto y hay que
oponernos a eso”.
También criticó duramente la idea de que Estados Unidos quiere liberar a las
mujeres de Irak y Afganistán. Señaló que antes de la ocupación estadounidense,
Irak fue un país laico; ahora es una teocracia en que por 100 dólares un hombre
puede arreglar un “asesinato de honra” a su esposa o hija.
Dijo que la gente de Estados Unidos debe plantear este mensaje: “Rehusamos
elegir entre el fundamentalismo islámico y el imperialismo estadounidense. Los
dos son pesadillas. La humanidad necesita otro camino, y todos ustedes son parte
de forjar ese otro camino”.
Añadió que para un fin permanente y real a los crímenes de lesa humanidad, es
necesario gestar un sistema radicalmente diferente.
“En lo más fundamental, la humanidad necesita la revolución. La humanidad
necesita el comunismo. Necesitamos un mundo totalmente diferente. Necesitamos
mucho más que nuevos sabores y nuevas caras para imperio. Este país, Estados
Unidos, se fundó en la esclavitud y el genocidio de los indígenas. A lo largo de
su historia, ha realizado más de 100 invasiones a otros países, golpes de estado
con respaldo de la CIA y otras ocupaciones. Eso nos ha costado un millón de
vidas en Irak; ahora hay 740.000 viudas en ese país. Este sistema está
cometiendo enormes crímenes en una escala gigantesca, y nuestro deber a la
humanidad es llegar a la raíz de qué tipo de sistema es en que vivimos y qué
tipo de cambio realmente es posible”.
Muchos de los manifestantes eran estudiantes de secundaria que habían
abandonado las clases para ir a la protesta. Una joven de 17 años de la prepa
Stuyvesant dijo que ella y otros estudiantes habían decidido salir de clases
solo unos días antes; aunque ella ya conocía a unas cuantas personas alrededor
de El Mundo no Puede Esperar, describió el proceso en que los estudiantes en
general decidieron salir de clases como “bastante espontáneo”.
Agregó: “Al final de cuentas, hay gente que está muriendo y están enviando a
más soldados. Están matando a más gente. Como estudiantes, no lo apoyamos ni lo
aceptamos”.
Dijo que un profesor de su prepa había estado diseminando la idea, quizás al
director, que los estudiantes solamente buscaban un pretexto para no ir a
clases. Agregó que no sabía exactamente cuáles serían las consecuencias, o si
las habría, para los estudiantes de Stuyvesant que abandonaran las clases. Pero
señaló que precisamente porque muchos consideran un paro estudiantil como algo
inaceptable, el mensaje es muy fuerte cuando los estudiantes lo hagan de todas
maneras.
Thaddius, el estudiante de Humanities Prep, dijo que la decisión de Obama de
enviar a 17.000 soldados más a Afganistán fue uno de los principales factores
que lo motivó a participar en el paro y la marcha. Dijo que sus profesores
respondieron positivamente a su decisión.
“Les dije a mis profesores que yo iba a salir de clases para ir a una
protesta y no les molestó ni nada. Uno estaba completamente de acuerdo”.
Dijo que no le fue difícil decidir abandonar las clases: “Una vez que vi cuál
era la causa, ni vi por qué no participar”.
Al terminar el mitin, los manifestantes marcharon por la calle 14 en
dirección de la avenida 8, al oeste. Varias personas, entre ellas estudiantes de
prepa, respondieron al llamado de los organizadores de unirse a un contingente
de “detenidos”, en monos de color naranja y capuchas negras, para representar a
los muchos que nuestro gobierno ha agarrado, detenido indefinidamente y
torturado. Marcharon en fila con grandes cadenas que ligaban el uno al otro.
Ocho más participaron en una “marcha de los muertos”, vestidos completamente
de negro pero con máscaras blancas. Marcharon en un luto silencioso, luciendo en
el pecho los nombres y la edad de los civiles muertos y la fecha en que
murieron: “Sadia Bibi, 10 años de edad, Afganistán, 12 enero 2006”; “Hussein
Nawaz, 5 años de edad, Afganistán, 12 enero 2006”.
Otro grupo cargó un enorme sudario negro por las calles de Manhattan, en
representación del luto por los millones de civiles masacrados en las guerras
estadounidenses por imperio. Llevaron el sudario hasta el centro de
reclutamiento militar de Times Square, para traer ese símbolo de muerte y
destrucción justamente a la puerta de los responsables.
Cuando la marcha salió de Union Square, corearon: “¡Alto a la tortura! ¡Alto
a la guerra! ¡Es por eso que estamos marchando!”. En el camino corearon: “¡Fuera
de Afganistán! ¡Fuera de Irak! ¡Fuera de Palestina! ¡Y no vuelvan más!”; y
“¡Seis años! ¡Diga ‘no más’! ¡Nos toca a nosotros parar la guerra!”
Una numerosa escolta de policías no invitados seguía detrás de la marcha. Los
manifestantes llegaron a la Humanities Prep para recoger a otros estudiantes,
coreando “¿Para qué están reclutando? ¡Para asesinar, violar, torturar y hacer
guerra!”, y muchos estudiantes se quedaban mirándolos desde el otro lado de la
calle, tratando de decidir si iban a participar o no; varios decidieron que sí.
La marcha hizo otra parada en la prepa Lab, también en el distrito Chelsea, para
recoger a más estudiantes.
Los que quedaron mirando: el público pasivo que tenemos que
movilizar
Uno de los elementos más interesantes de la acción del 19 de marzo fue la
respuesta de los neoyorquinos que, quedándose en la acera, miraban la marcha
mientras pasaba. Las conversaciones con varios de ellos sugieren que, si bien
prevalecen la desorientación y la desmovilización políticas —y el Kool-Aid de
Obama es fuerte— el sentimiento popular contra las guerras, la tortura y otros
crímenes de este gobierno sigue siendo omnipresente en la sociedad. Varias
personas con quienes El Mundo no Puede Esperar habló a lo largo de la ruta de la
marcha expresaron aprecio y sentirse inspirados.
Un latino de 55 años de edad dijo: “[La situación] da pena. La gente está
muriendo, muriendo, muriendo”. Cuando le pedimos su opinión de la protesta en
sí, respondió: “Eso es lo que tenemos que hacer”. Agregó que esperaba que la
protesta recibiera cobertura en los importantes medios de comunicación. (Y así
fue: el New York Times hizo un amplio reportaje en su sitio web.)
Al leer el anuncio de El Mundo no Puede Esperar para el 19 de marzo, señaló
la imagen de un detenido encapuchado y dijo: “¿Ves esto? Eso es horrible”.
Más adelante, frente a la cantina Flannery’s en la calle 14 y la avenida 7,
una señora dominicana de 36 años de edad dijo que le impresionó la participación
de los jóvenes en particular.
“Ahora cuando vi a esos jóvenes haciendo algo como eso, me dio ganas de
llorar. Me están demostrando que están pensando en los demás”.
Agregó que está “completamente de acuerdo” con el llamado de alto a las
guerras.
“Hará que unos vuelvan la cabeza”
Más al norte, en Chelsea, Gloria, una señora de 62 años, estaba mirando la
marcha de los muertos con su nieto de 9 años, y se la señalaba para explicar qué
significaba.
Dijo: “Es una situación triste. Están matando a niños. Están matando a
soldados. ¿Para qué?”
Un momento después, agregó: “Tenemos que hacer más para parar esta guerra,
para impedir que los soldados vayan para allá”.
Le preguntamos a su nieto cómo sintió al ver los nombres de niños muertos que
tenían más o menos la misma edad que él. Contestó: “Creo que no se les sintió
bien. Vi letreros con edades muy cortas”.
Cuando la marcha se acercó al centro de reclutamiento, Noble, un hombre
afroamericano sentado en una sillas de ruedas, exclamó: “¡Luchen contra el
poder! ¡Siempre luchen contra el poder!”
Nos dijo: “Creo que es una buena idea parar la guerra. Mi perspectiva
personal, bueno, no soy político, pero en mi opinión el gobierno de Estados
Unidos simplemente quiere tener tropas ahí para actuar como policía en
Irak”.
Le preguntamos el motivo de haber gritado “luchen contra el poder” y
respondió: “Porque eso es exactamente lo que hay que hacer: ¡hay que luchar
contra los que tienen el poder!”
Una señora treintañera que acompañaba a Noble y estaba de visita de Canadá,
expresó su entusiasmo inequívoco.
“Apoyo 100% a esta marcha y es magnífico verla. Toda la ciudad debiera estar
marchando. Todo el país debiera estar marchando. Toda América del Norte debiera
estar marchando. Los crímenes que se han cometido son imperdonables”.
Agregó que el tamaño pequeño de la marcha no disminuyó su importancia: “Fue
una marcha bastante corta, pero aún así es significativa. Si hubieran varias
marchas en diferentes partes de la ciudad, creo que tendrían el mismo impacto
que una sola marcha muy grande”.
La marcha llamó la atención de incluso los que se oponían a su mensaje o que
respondían tibiamente a él. Una joven blanca de 19 años en la avenida 8 y la
calle 21 miró desde el otro lado de la calle mientras pasaba la marcha.
Reaccionó en particular a la marcha de los muertos: “Esto es aterrador.
Realmente me da espantos”.
Preguntó con qué propósito tenían ropa negra y máscaras blancas, y cuando le
dijimos que fue para simbolizar los civiles asesinados en las guerras
estadounidenses por imperio, respondió: “Vaya pues. Si ellos creen eso,
definitivamente están llamando la atención”.
Sin embargo agregó que, en su opinión, la muerte de civiles en dichas guerras
es culpa de los terroristas que los usan como escudos humanos.
“Estoy segura que Estados Unidos no quiere matar a gente civil”.
Mientras tanto, en la entrada a Humanities Prep, un estudiante de 18 años que
estaba pasando un rato en el parque vio llegar el contingente vestido de monos
de color naranja, y se acercó para verlo; al principio pensaba que los
“detenidos” eran presos en realidad.
Dijo que se opone a la guerra, pero no considera a sí mismo una “persona
política” y no piensa que la guerra le impacta directamente.
“No tengo a ningún familiar ahí, así que no me importa mucho”.
Sin embargo, dijo que la protesta era cautivadora: “No sé si va a cambiar
algo, pero me conmovió a mí. Hará que unos vuelvan la cabeza”.
Contradicciones que hay que transformar
Encontramos contradicciones claras, tanto entre los transeúntes que miraban
la marcha desde la banqueta como entre los propios manifestantes, en cómo veían
el terreno político actual. No es de sorprenderse que eso fuera más evidente
respecto a cómo veían a Obama. Varias personas, a pesar de hablar
apasionadamente sobre la inmoralidad de las guerras estadounidenses por imperio
y la justicia de oponer resistencia a ellas, no estaban confrontando el papel de
Obama como comandante en jefe de esas guerras.
Thaddius, el estudiante de 16 años de la Humanities Prep que lamentaba que la
gente acepta atropellos cometidos bajo Obama que no aceptaría de Bush, dijo
además que le tiene en mucha estima al nuevo presidente.
“Todavía siento muy bien con Obama”. Agregó que la gente tiene la
responsabilidad de acordarle a Obama de que es necesario el cambio, para que no
pierda de vista la voluntad del pueblo.
La señora de 36 años, de la cantina Flannery’s, dijo que estaba dispuesta a
darle a Obama un año para hacer un cambio; pero si después de un año nada ha
cambiado, entonces lo declarará “simplemente otro político más”.
Gloria, la señora que miraba la marcha de los muertos con su nieto, también
guarda esperanzas. Dijo: “Rezo para que cambie las cosas y que traiga a estos
soldados de nuevo a casa”.
La idea de que alguien esperaría que Bush pusiera fin a las guerras, al mismo
tiempo que las escalaba, es tan difícil de concebir que provoca risa. Sin
embargo, mucha gente de esta sociedad sigue esperando, en esencia, que Obama,
cuando habla de la escalada de guerra en Afganistán o Pakistán y de continuar la
ocupación de Irak, simplemente esté bromeando.
“Desperté de nuevo”
Por otro lado, una conversación en Union Square con Elise, una joven blanca
de 24 años, demostró el potencial para superar todas esas ilusiones si chocan
con una realidad que apunta agudamente en la dirección opuesta.
Elise dijo que fue a una enorme protesta antibélica en Londres el 15 de
febrero de 2003.
Pero una vez que comenzó la guerra de Irak, “Simplemente seguí trabajando y
no presté tanta atención [como antes]”.
De hecho, dijo que su atención se centraba en responsabilidades como pagar la
renta y los demás gastos. Reconoció: “Era la flojera también”.
La noche de las elecciones, ella quedó emocionada por el primer presidente
negro y esperanzada de que Obama siguiera firme a su promesa electoral de
“cambio”.
“Me llevó totalmente. Me llevó todo eso de un cambio. Realmente me dio un
sentido de poder, al ver que la gente se unía, y ahora vemos que no está
cumpliendo con nada”.
Uno de los primeros factores que la decepcionó muchísimo fue el anuncio de
Obama de que iba a enviar a otros 17.000 soldados a Afganistán.
Pronto se puso a investigar en línea la historia de otras guerras
estadounidenses y en el proceso descubrió que este país lleva siglos de ir a la
guerra con pretextos inventados.
Dijo: “Hay tanta información que desconocemos”.
Ahora, dice que insta a las personas entusiasmadas con Obama a investigar a
fondo las posturas y el pasado de Obama, y de los miembros de su gabinete.
Dijo que de nuevo siente que tiene poder: “A veces parece que es una batalla
tan grande que no voy a poder hacer nada, yo sola. Desperté de nuevo”.
La minoría está en lo correcto... ¡pero no queremos seguir siendo una
minoría!
Hay que elogiar a las 50 a 100 personas que marcharon por las calles de Nueva
York el 19 de marzo; hicieron lo correcto y lo justo, y su acción importó aun
cuando, en lo inmediato, la concurrencia estuvo mucho menor de lo que se
necesita.
Por supuesto, nuestra meta no es simplemente estar en lo correcto. Queremos
participar en cambiar radicalmente el mundo.
Así que llegamos a esta pregunta: ¿Cómo despertamos a las muchas Elises del
país y del mundo?
¿Cómo hacemos que gente por todo el país, como la señora que estaba frente a
la cantina Flannery’s, no simplemente llore sino que tome acción?
¿Cómo sintonizamos con los Nobles del mundo, inspirándoles no simplemente a
exclamar “¡luchen contra el poder!” sino a entrarle de lleno a un movimiento que
está librando esa lucha?
¿Cómo movilizamos a jóvenes como Thaddius, que no tienen “ninguna razón” que
les impide sacrificar un día de estudios para oponer resistencia a crímenes de
lesa humanidad?
Es muy poco probable que haya una sola solución mágica a esas preguntas.
Pero, como punto de partida, es importante reconocer que son preguntas que los a
que les urge ver un mundo sin guerras, tortura, represión y opresión debemos
plantearnos continuamente y también plantear agudamente a los demás.
Cuanto más salimos con audacia y sin apologías, como hicimos el 19 de marzo,
diciendo la verdad —que los crímenes de lesa humanidad siguen cometiéndose en
nuestro nombre, que ahora es el gobierno de Obama que los comete y que si fueron
inaceptables bajo Bush, también son inaceptables bajo Obama— llegaremos más
cerca a tener respuesta a esas preguntas.
Tenemos que actuar de una manera que demuestra claridad moral, para así
transmitir esa claridad a otros. Tenemos que inspirarles a ir más allá de decir:
“se necesita una resistencia”, en un sentido abstracto, para llegar a decir:
“opondré resistencia”, en un sentido concreto.
Desde esa perspectiva, me parece apropiado concluir con un reto que Sunsara
Taylor lanzó a la muchedumbre en Union Square:
“Si alguien les dice que la protesta no tiene ningún impacto, díganle que
cruzarse de brazos por seis años no tuvo ningún pinche impacto. Votar por Obama
tampoco... Salgan a la calle, pero luego vayan a retar a todos los conocidos con
que esta es la única manera en que la historia ha cambiado jamás. Siempre
comienza con un puñado de personas. Siempre comienza con una minoría. Vayan a
retar a los amigos, a los profesores, y a sus padres y consigan que la próxima
vez estén en la calle con nosotros. Conéctelos con el movimiento El Mundo no
Puede Esperar. Otro mundo es posible. Pero la responsabilidad es nuestra. Y es
solo mediante la lucha que podemos transformarlo en realidad”.
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