Revolución en línea, 24 de
septiembre de 2008
Wall Street apanicado, clase dominante apresurada — Crisis financiera más
profunda y medidas de emergencia desesperadas
Raymond Lotta
Los sucesos de la última semana en Wall Street representan una fase nueva y
más desestabilizadora de la turbulencia que está afectando a los organismos y
mercados financieros de Estados Unidos. Lleva más de un año el desenvolvimiento
de una crisis financiera. Ahora es la crisis financiera más seria del
capitalismo estadounidense desde la gran depresión de los años 30, y de ninguna
manera está contenida ni controlada.
El edificio financiero del imperialismo estadounidense corre el peligro de
agrietarse, y la clase dominante está confeccionando medidas desesperadas para
impedir un colapso al por mayor.
Una semana de profundización de la crisis
financiera
Dos de los cuatro bancos de inversión independientes más grandes en Estados
Unidos mordieron el polvo la semana pasada. En cosa de horas, Lehman Brothers
entró en quiebra y Merrill Lynch se vio obligado a entrar en liquidación y lo
absorbió Bank of America. Todo eso ocurrió tras la adquisición de Bear Stearns
por JPMorgan Chase, la que facilitó el gobierno en abril. Bear Stearns fue otra
gigantesca empresa bancaria de inversión que estaba en la lona.
Hace unas cuantas semanas, el gobierno estadounidense intervino dos
importantes gigantes de financiación hipotecaria que estaban en problemas:
Fannie Mae y Freddie Mac. En ese momento, presentó la adquisición como un eficaz
cortafuegos contra futuras irrupciones financieras, pero constituyó solamente el
relleno de un bache durante un terremoto mayor. La semana pasada, el gobierno
tuvo que intervenir el American International Group (AIG), la gigantesca firma
financiera de seguros.
Al comienzo de la semana pasada, AIG era el mayor asegurador del mundo, con
muchísimos miles de millones de dólares de valores y bienes. Había obtenido
enormes ganancias asegurando inversiones en el mercado hipotecario que
circulaban en el sistema financiero que controlaban otros bancos. Pero eso se
volvió un desastre. He aquí algo de lo que pasó:
Mediante el marketing agresivo y engañoso, los bancos presionaron a adquirir
hipotecas. El Banco de la Reserva Federal inyectó fondos de bajos intereses en
el sistema bancario a fin de apuntalar los préstamos hipotecarios. Luego,
combinó esos préstamos con conjuntos mayores de préstamos de los bancos de
inversión (tal como Lehman Brothers) y los convirtieron en productos financieros
que se vendieron en los mercados financieros. Echando mano de los préstamos
originales como garantía, se hicieron toda clase de préstamos. Pero cuando
cayeron los precios en el mercado mobiliario, y dejaron de pagarse las
hipotecas, una buena parte de estas garantías quedó sin valor.
AIG aseguraba una buena parte de sus préstamos contra el riesgo de pérdidas.
Pero a medida que iban en aumento astronómico las pérdidas, AIG ni podía cubrir
el costo de garantizar la deuda ni pedir prestado en los mercados financieros a
fin de mantenerse a flote.
En líneas generales, los mercados financieros perdieron confianza, y el valor
de las acciones y bienes de AIG cayeron en picada. AIG corría el peligro de
derrumbarse, pero si entrara en quiebra, existía una gran probabilidad de que se
habría llevado consigo a otros organismos financieros. Eso obligó al gobierno a
tomar medidas.
En el transcurso de la semana, la clase dominante estadounidense corría un
peligro doble: una cascada de quiebras y pérdidas adicionales en el sector
financiero; y el potencial embotellamiento de los canales para prestar dinero,
que pudiera zampar a toda la economía en una veloz espiral hacia abajo.
A fines de la semana, el gobierno anunció lo que probablemente va a ser la
mayor operación de rescate en la historia del país. El costo inicial del plan es
de 700 mil millones de dólares, además de los 85 mil millones para rescatar a
AIG y el plan de erogar 200 mil millones para apuntalar a Fannie Mae y Freddie
Mac.
Dimensiones internacionales
Esta es una crisis crediticia y financiera en marcha. Se está magnificando a
nivel mundial con ráfagas de inestabilidad. En medio de las maromas del mercado
estadounidense de la semana pasada, la bolsa de valores rusa se hundió y se
cerró dos días. En otras partes del mundo, surgieron inquietudes acerca de si
los préstamos en dólares en los mercados mundiales continuarían al nivel
requerido para sostener las transacciones cotidianas. Los bancos centrales
alemán, japonés, británico, canadiense y suizo respondieron inyectando 185 mil
millones de dólares en los mercados financieros.
E iban en aumento las inquietudes de los inversionistas de Asia oriental.
China, Japón y Corea del Sur, por ejemplo, cuentan con Estados Unidos como
importante mercado para sus exportaciones.
Un elemento muy importante del crecimiento y expansión en el mundo de la
última década ha sido la mayor integración de economía capitalista mundial,
tanto al nivel de la producción y el comercio, por ejemplo, las partes para la
fabricación de coches en diferentes plantas del mundo, como también al nivel de
las finanzas, en que los bancos están más estrecha y globalmente entrelazados
entre sí mediante cadenas de pedir y ofrecer préstamos y, como en el caso de
AIG, ofrecer un seguro contra los riesgos de pedir u ofrecer préstamos.
La necesidad de recuperar la confianza internacional en la economía
estadounidense, de un lado, y del otro, la necesidad de contener el sangrado del
sistema financiero estadounidense motivaron la operación de rescate que anunció
el gobierno estadounidense al fin de la semana.
Para el gobierno estadounidense, tiene una importancia particular el poder
internacional del dólar. Cuando pensamos en el dólar, en general pensamos en la
compraventa en que el dólar cambia de uno a otro dueño. Pero el dólar es una
mercancía que se puede invertir: se compran, se venden y se intercambian las
monedas fuertes en los mercados de divisas internacionales. El valor del dólar
sube y baja en relación a otras monedas y en respuesta a sucesos económicos y
políticos en el mundo.
El dólar es la moneda líder del mundo para realizar transacciones, saldar
deudas y mantener reservas de divisas (las percepciones del comercio e
inversiones llegan a ser parte de las reservas de los bancos centrales de otros
países).
El dólar ha sido un eje de la supremacía global estadounidense, y es un eje
de todo el orden económico mundial actual.
Si los bancos centrales e inversionistas de otros países dejaran de mantener
sus reservas en dólares, eso podría prender una crisis monetaria mundial y/o
fortalecer la posición de los rivales del imperialismo estadounidense y las
monedas rivales (tal como el euro de Europa occidental). En gran medida, el
dólar se ha mantenido firme durante el último mes, pero quizá sea la calma ante
de la tormenta.
Aguas desconocidas y necesidades de
imperio
Estas son aguas desconocidas para los estrategas imperialistas, desconocidas
respecto a la escala y la complejidad de la crisis, y de la magnitud de las
operaciones de rescate que se requieren para prevenir un derrumbe financiero. Y
el imperialismo estadounidense no tiene un margen ilimitado de maniobra.
Estados Unidos ya es el mayor país deudor del mundo. Está librando costosas
guerras por un imperio mayor en Irak y Afganistán. Ni McCain ni Obama tiene
intenciones serias de ponerle fin a la “guerra contra el terror” mundial de
Estados Unidos, el pretexto con que Estados Unidos está librando estas “guerras
por imperio”.
He aquí una importante dialéctica. Según Kenneth Rogoff, el ex economista en
jefe del Fondo Monetario Internacional: “El dominio militar estadounidense ha
sido uno de los ejes del dólar” (Kenneth Rogoff, “America Will Need a 1,000bn
Bail-Out”, Financial Times, 17 de septiembre de 2008). Pero este
dominio militar y las guerras que está librando han llegando a depender cada vez
más de la constante entrada de capital de otros países hacia la economía
estadounidense, sobre todo las inversiones que hacen los bancos centrales de
otros países en la deuda pública estadounidense (el Departamento de Hacienda
estadounidense vende bonos para cubrir el déficit). Para que esto continúe, se
necesita que la economía y el dólar de Estados Unidos permanezcan estables. Esta
es una gran contradicción para el imperialismo estadounidense.
Cuando tres de los cinco bancos de inversión independientes más grandes de
Estados Unidos han entrado en quiebra o los han absorbido, cuando el gobierno
estadounidense ha tenido una intervención en el sector financiero de la magnitud
que ha tenido, eso tiene profundas implicaciones geopolíticas.
A su vez, la economía mundial no está en reposo. Se dan importantes
movimientos del poder económico global. Está en declive el dominio económico
global estadounidense. El imperialismo estadounidense también está haciendo
frente a nuevos desafíos competitivos y el surgimiento de constelaciones rivales
potenciales de potencias grandes e imperiales (ver la serie de
Revolución, “Cambios y grietas en la
economía mundial y la rivalidad entre las grandes potencias”).
La clase dominante y el estado del imperialismo
estadounidense
Al desenvolverse la crisis de la última semana, se manifestaron más
agudamente algunas realidades del dominio burgués.
Para empezar, si bien corren peligro los empleos, las casas y el futuro de
literalmente millones de personas de esta sociedad, ¿qué es lo máximo en que se
interesa la clase dominante?: la protección de un sistema financiero que
descansa en un sistema global de explotación — el rescate de los dueños y los
beneficiarios inversionistas de ese sistema financiero.
No hubo ningún debate público acerca de los rescates y préstamos para los
organismos financieros. He aquí el reiterado refrán desde la cúpula: “No es el
momento de adjudicar culpas”. Es cierto que nunca hay momentos, desde el punto
de vista de la burguesía, de hablar del capitalismo y su funcionamiento
anárquico y explotador. En el frente político, el sistema opera de modo que o
condicione a las masas populares para que se queden como espectadores pasivos o
las movilicen bajo el ala de uno u otro partido político burgués o movimiento
dirigido por la burguesía, o estén sujetas a la represión cuando armen una
resistencia seria.
Mediante los medios, los políticos y los “expertos” oficiales, enseñan a la
población a ver la situación por medio de cierto filtro ideológico. Cuando azote
una crisis como esta, jamás dicen que el problema es el sistema sino que son
defectos o malas prácticas específicos que se pueden rectificar; la “avaricia
excesiva”, la “irresponsabilidad de Wall Street”, “demasiada regulación” o
“insuficiente regulación”.
La verdad es que esta crisis tiene profundas causas estructurales ubicadas en
la propia naturaleza y funcionamiento de este sistema global de explotación (y
el artículo acompañante “El derrumbe
financiero y la locura del imperialismo” analiza estas causas más
profundas).
Lenin describió una vez a los parlamentos burguesas (tal como el congreso
estadounidense) como “tertulias”. Esta vez, el congreso ni siquiera tuvo
oportunidad de “opinar” primero. En esencia, se le presentó un hecho consumado:
un programa de rescate. Ahora debatirán los pormenores pero no la esencia del
rescate, con la respectiva contienda entre los intereses políticos y económicos
de la burguesía.
Estos son los mecanismos institucionales clave del dominio burgués y del
estado imperialista. Incluyen el Banco de la Reserva Federal, que tiene un papel
decisivo en la lubricación y la regulación de la economía estadounidense y que
también tiene un papel especial en la economía capitalista mundial, y el
Departamento de Hacienda. Varios artículos de los grandes medios cuentan que el
jefe de la Reserva Federal y de Hacienda, e importantes figuras de Wall Street,
se reunieron para sortear las vicisitudes de la situación de AIG, armar un plan
para hacer frente a esta fase de la crisis y por fin ejecutarlo.
En cuanto a John McCain y Barack Obama, uno de los cuales será el siguiente
“comandante en jefe del imperio”, han respondido a la crisis con una amalgama de
lo absurdo, lo hipócrita y juramentos de lealtad al sistema.
A comienzos de la semana, McCain dijo que la economía estadounidense tiene
“cimientos sólidos”. Luego, lanzó un ataque retórico a las “economías de casino”
y la “avaricia” de Wall Street. Finalmente, recurrió de nuevo a sus
recomendaciones prefabricadas de recortes de impuestos, que benefician
principalmente a los ricos.
Por su parte, Obama ha apoyado en general a los rescates pero critica las
medidas laxas y la desregulación de la presidencia de Bush. Llama la atención la
amnesia. Se dio una orgía de desregulación durante el mandato de Clinton, tal
como la revocación de las leyes regulatorias que abrieron el camino a la clase
de bonos con aval hipotecario que llegaron a estar de moda en Wall Street. Pero,
pues, uno de los principales asesores en economía de Obama es nadie menos que
Robert Rubin, el ex presidente de Goldman Sachs (uno de los últimos bancos de
inversión independientes que quedan) y jefe del Departamento de Hacienda del
gobierno de Clinton.
Mientras tanto, en Nevada la semana pasada, Obama dijo: “Nuestro mercado
libre es el motor del gran progreso de Estados Unidos. Es un mercado que ha
generado una prosperidad que es la envidia del mundo”. Que se lo diga a los
cientos de millones de personas del mundo que padecen los estragos de una crisis
alimentaria global. Esta crisis alimentaria está inseparablemente ligada a las
operaciones de los mercados libres que transforman los cereales y el arroz en
mercancías que los inversionistas venden y compran y con las cuales especulan
por todo el mundo. Está inseparablemente ligada a la “libertad” de la
agroindustria estadounidense de dominar la producción y distribución de
alimentos en el mundo. Y está inseparablemente ligada a las “reformas” de
mercado libre que impone sobre los países pobres el Fondo Monetario
Internacional (al cual Estados Unidos también domina).
El panorama más amplio
Esta crisis está lejos de terminarse. Puede haber nuevas rondas de trastorno
financiero. La economía ya está en recesión. Y bien podría entrar en una
importante depresión. Fieles al funcionamiento del capitalismo monopólico,
los inversionistas y los especuladores están posicionándose de manera febril
para sacar provecho de la turbulencia del mercado. Están vendiendo y comprando
bienes y acciones, maniobrando por obtener una tajada de los rescates del
gobierno y trasfiriendo dineros a diferentes mercados.
Quienquiera salga ganador en las elecciones de noviembre heredará un sistema
financiero golpeado y un gran conjunto de duda y rescate. No va a haber años de
mayores erogaciones oficiales para programas sociales. Pero serán años de una
mayor intervención directa del gobierno en los mercados financieros. Pese a la
manera en que el capitalismo estadounidense trate de reconfigurarse, descansará
en una explotación internacional más aguda, la austeridad y más miseria para los
pueblos del mundo y de Estados Unidos.
Para los millones de miembros de la sociedad estadounidense, esta crisis
empieza a suscitar muchas dudas profundas e inquietantes sobre la economía y el
sistema entero, y tiene el potencial de suscitar dudas aún más profundas.
Esta es una situación altamente cargada de tensiones, y se está
desenvolviendo a paso veloz.
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