Domingo 18 de junio de 2006
La voluntad
popular se violentó por segunda vez consecutiva, publica en Rolling Stone
Un fraude permitió a Bush relegirse, documenta Robert Kennedy Jr
En Ohio, estado clave, los comicios más sucios que EU jamás haya visto, señala
experto
DAVID BROOKS CORRESPONSAL
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La pacifista Cindy Sheehan, madre de un soldado muerto en Irak,
saluda a simpatizantes durante un mitin de apoyo a militares estadunidenses
desertores, quienes pidieron refugio en Canadá Foto
Ap |
Nueva York, 17 de junio. Dos años después de la elección presidencial y a
unos meses de los comicios legislativos, persiste la duda sobre si cada sufragio
es contado en Estados Unidos y si George W. Bush ganó la votación en noviembre
de 2004.
En un amplio artículo publicado por Rolling Stone, Robert Kennedy
Jr examinó una serie de irregularidades, evidencias de manipulación,
supresión del voto y de fraude, concluyendo: "estoy convencido de que el partido
del presidente montó una campaña masiva y coordinada para subvertir la voluntad
del pueblo en 2004".
A escala nacional, señala entre ejemplos de que algo sospechoso ocurrió, casi
la mitad de los 6 millones de votantes estadunidenses en el exterior jamás
recibieron sus boletas, o las obtuvieron demasiado tarde.
En tanto, una empresa de asesoría contratada por los republicanos para
empadronar votantes en seis estados claves fue descubierta destruyendo registros
de demócratas, y en Nuevo México, donde la elección fue decidida por un margen
de unos 6 mil votos, se reveló que misteriosamente las máquinas fallaron en
registrar el voto presidencial de unas 20 mil boletas.
También a escala nacional, agrega, se anularon hasta un millón de votos por
maquinaria que no funcionó correctamente, casi uno por cada 100 emitidos.
"Pero lo más anómalo de las irregularidades en 2004 fue su giro decididamente
partidista: casos sin excepción dañaron a John Kerry (el candidato presidencial
demócrata) y beneficiaron a Bush", escribió Kennedy.
El autor -hijo del famoso Robert Kennedy y sobrino del presidente John
Kennedy-, quien se dedica a proyectos ambientalistas y de derechos humanos, se
enfoca en el caso de Ohio, estado que fue fundamental para determinar el
resultado de la elección nacional presidencial.
En Ohio, a por lo menos 357 mil votantes, la abrumadora mayoría demócratas,
no se les permitió emitir su voto, y éstos no fueron contados en 2004 (más de lo
suficiente para haber cambiado los resultados de una elección decidida por un
margen de 118 mil 601 votos).
Uno de cada cuatro ciudadanos empadronados en Ohio llegó a la casilla sólo
para ser notificado que no estaba en el padrón. Además hay pruebas de un fraude
bruto, las cuales indican que más de 80 mil votos en favor de Kerry fueron
sumados a Bush, lo cual es un giro de intención de unos 160 mil sufragios, más
de lo necesario para haber entregado el triunfo al candidato demócrata.
"Ohio fue la elección más sucia que Estados Unidos jamás haya visto", declaró
Lou Harris, padre del sondeo político moderno, a Kennedy.
Radiografía de la manipulación
El artículo, ampliamente documentado, ofrece una radiografía de la operación
republicana para manipular el resultado de la elección.
Las primeras indicaciones de algo gravemente irregular en los comicios del 2
de noviembre de 2004 fueron las "discrepancias inexplicables" entre las
encuestas de salida y el resultado del conteo final (encuestas en 30 estados no
sólo parecían haberse equivocado, desviándose mucho más allá del margen de
error, y en todos, menos cuatro estados, la discrepancia favorecía a Bush).
Por otro lado, el funcionario encargado de administrar y contar el voto en
Ohio, el secretario de estado, Kenneth Blackwell -conocido por su ideología
ultraconservadora-, era el copresidente del comité de relección de Bush. Citando
pruebas y hasta sanciones sobre su conducta, Kennedy documenta cómo Blackwell
empleó sus poderes como funcionario público "para privar de sus derechos a
cientos de miles de ciudadanos en Ohio" concentrados en distritos pro
demócratas.
A la vez, se documentaron los intentos para anular el empadronamiento de
decenas de miles de votantes predominantemente negros y latinos en zonas
urbanas, mediante diversas maniobras, táctica que se había empleado
efectivamente en otros estados anteriormente por los republicanos. También se
implementaron nuevas reglas para obstaculizar el empadronamiento de miles de
nuevos votantes.
El mismo día de la elección, Blackwell también logró negarles boletas
provisionales a miles de votantes, en aparente violación de una ley federal que
ordena otorgar boletas a ciudadanos que no aparecen en el padrón en su casilla,
y cuyos sufragios son contados después, una vez que son comprobados como
legítimos. Además, se provocaron largas colas y esperas en casillas en distritos
que favorecían a los demócratas, desesperando así a miles, que por una razón u
otra decidieron que no valía la pena, justo el objetivo.
Algunos que lograban superar todos estos obstáculos, se enfrentaban a
máquinas con fallas; en unas, cuando marcaban su preferencia por un candidato,
veían cómo la cambiaban por el otro.
Después, en el conteo, aparecieron más irregularidades; por ejemplo, en una
casilla se computaron más de 4 mil votos para Bush y 260 en favor de Kerry, a
pesar de que sólo había 800 votantes empadronados en total en ese distrito.
Kennedy también examina cómo los medios nacionales no continuaron
investigando todas estas anomalías, a pesar de amplias pruebas iniciales que
indicaban que algo sumamente sospechoso había ocurrido, y cómo al final
periódicos nacionales, entre ellos el New York Times y el Washington
Post, descartaron la posibilidad de una conspiración para manipular la
elección.
A pesar de que las encuestas de salida realizadas por organizaciones con
amplia experiencia, incluyendo a Mitofsky Internacional, y contratadas por los
medios electrónicos, habían concluido que Kerry era el triunfador y no podían
explicar las discrepancias finales entre sus sondeos y el último conteo, casi
ninguna ha continuado reportando lo sucedido.
Tampoco lo ha hecho el Congreso. "¿Cómo podemos llamarnos el faro de la
democracia en el extranjero cuando aquí en casa el voto no ha sido asegurado en
elecciones libres e imparciales?", pregunta el representante liberal Dennis
Kucinich, de Ohio.
"Por segunda vez consecutiva en las elecciones, el presidente de Estados
Unidos fue seleccionado no por la voluntad incuestionable del pueblo, sino bajo
una nube de trucos sucios. Dado el alcance de las maquinaciones del Partido
Republicano, simplemente no podemos estar seguros de que el hombre correcto
ocupa ahora la oficina oval, lo cual significa, en efecto, que hemos sido
privados de nuestra fe en la propia democracia", escribe Kennedy.
La historia de este país, concluye, está manchada de fraude electoral, pero
el problema, en lugar de resolverse, empeora.
"Si las últimas dos elecciones nos han enseñado algo, es esto: la amenaza más
grande a nuestra democracia es la inseguridad de nuestro sistema electoral. Si
la gente pierde su fe en que sus votos son registrados de manera precisa y fiel,
abandonará las urnas. Nada menos está en juego aquí que toda la idea de un
gobierno del pueblo."
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