Revolución #63, 1
de octubre de 2006
Piden más tropas para la guerra de Irak
Hace seis meses los políticos y los medios de comunicación decían que la
cantidad de militares estadounidenses en Irak iba a disminuir a 100,000 en
noviembre y seguiría bajando después.
Pero hoy no se oye nada de eso. Esta semana los jefes de las fuerzas armadas
dijeron que habrá que mantener el actual nivel de tropas (147,000 efectivos) por
lo menos hasta abril del 2007. Bush les hizo eco. Y poderosas fuerzas de la
clase dominante andan diciendo que hay que despachar más tropas.
El senador John McCain, republicano y aspirante a la presidencia en el 2008,
recomendó enviar más tropas en el programa “Meet the Press” de NBC el 20 de
agosto. Unas semanas después, William Kristol y Rich Lowry (editores de las
revistas de la extrema derecha The Weekly Standard y National
Review) publicaron un llamado conjunto a Bush a “aumentar de manera
sustancial la cantidad de tropas en Irak, y despachar la mayoría a Bagdad para
controlar la ciudad”. Escribieron que la estrategia militar actual no tendrá
éxito y “la situación requiere más tropas”. Citaron a William Stuntz, de la
facultad de Derecho de la Universidad Harvard, quien escribió:
“El territorio en contienda es uno de los de más importancia estratégica del
mundo. Nuestra victoria pondrá en grave peligro el gobierno más peligroso del
planeta, la teocracia fascista de Irán. Una derrota lo dejará incalculablemente
más fuerte. Si existe una buena posibilidad de que la presencia de más tropas
aumente las probabilidades de una victoria, no despacharlos es un
crimen”.
(De pasada hay que decir que la caracterización de Stuntz del gobierno iraní
como “el gobierno más peligroso del planeta” en realidad describe al gobierno
estadounidense… y es posible que pronto se le aplique también la descripción de
“teocracia fascista”. En cuanto a la importancia estratégica del “territorio en
contienda”, eso significa cuál potencia imperialista controlará los yacimientos
petroleros, o sea, qué esclavista tendrá la mayor cantidad de esclavos).
El 11 de septiembre el Washington Post informó que el jefe de los
servicios de inteligencia de la Infantería de Marina, Peter Devlin, dijo que
perderán la provincia de Anbar a menos que envíen otra división (10,000
efectivos). Jim Miklaszewski, corresponsal de NBC, informó dos días después que
“un alto oficial militar” fue más allá y dijo: “Necesitamos otros 50,000 a
60,000 soldados de infantería para retomar el control de al-Anbar”. El
comandante de todas las fuerzas en Irak repostó que seguirán concentrados en
Bagdad, pero admitió que necesitan más tropas en Anbar. Este inusual conflicto
público demuestra la intensidad de la contradicción dentro del ejército y del
gobierno de Bush.
También hay oposición a una escalada militar. ¿Por qué? Porque en este
momento el ejército no tiene suficiente personal y, de hecho, ¡el actual nivel
de operaciones lo ha puesto en peligro! En una respuesta a Kritsol y Lowry,
Lawrence J. Korb (subsecretario de Defensa del gobierno de Ronald Reagan) y
Peter Ogden escribieron: “Despachar más tropas a Irak en este momento podría
hacer añicos el ejército voluntario y socavar la seguridad nacional. Este no es
un riesgo que puede correr el país”.
Empeora la situación militar
La intensidad del debate se debe a que para Estados Unidos la situación
militar en Irak sigue empeorando. (Lo mismo está pasando en Afganistán, pero eso
rebasa el alcance de este artículo). La resistencia a la ocupación ha ganado
terreno; asimismo, la guerra sectaria entre las fuerzas chiítas y sunitas (con
ataques de las milicias de ambos lados a la población civil del otro) se ha
redoblado, especialmente en Bagdad. El hecho de que Estados Unidos no ha logrado
forjar un nuevo pacto social y político que cuente con un apoyo significativo
complica la situación. Distintas fuerzas iraquíes tienen posiciones radicalmente
distintas sobre cómo dividir la riqueza petrolera (la mayoría de la cual está
ubicada en el sur, una zona principalmente chiíta); cómo relacionarse con Irán;
cuánta autonomía debe tener cada provincia; cuánta influencia debe tener la
religión en la vida civil; etc. Estados Unidos no ha podido forjar una
estructura política capaz de cohesionar la sociedad y no tiene la fuerza militar
necesaria para impedir que los iraquíes a) sigan oponiendo resistencia o b)
sigan peleando entre sí sobre el carácter de la estructura política que surja al
final.
Pero la cantidad de soldados no es el único obstáculo a la victoria. Además
las fuerzas armadas discuten cómo responder a las dos batallas en curso: la
insurgencia contra la ocupación y la guerra civil entre diferentes sectores de
la sociedad iraquí. Esas batallas son distintas pero están relacionadas, y este
hecho causa dificultades tácticas y a veces estratégicas para las fuerzas
yanquis: ¿están librando una guerra de contrainsurgencia o conteniendo una
guerra civil (o a lo mínimo dirigiéndola hacia un camino que le convenga a
Estados Unidos)? Por otra parte, la moral de las tropas estadounidenses sigue
sufriendo, lo que agrava el reconocimiento de que el pueblo iraquí las odia y
con razón. El largo tiempo de servicio y los conflictos del alto mando también
contribuyen a los problemas de moral. Y el meollo es este: son fuerzas
armadas imperialistas que oprimen el país que están ocupando, pero son
principalmente de la clase obrera y los sectores bajos de la clase media (cuyos
intereses fundamentales se oponen a los imperialistas). Esto influencia quiénes
luchan, cómo luchan y con qué luchan, y se han presentado problemas inherentes a
esto.
Por su parte, la clase dominante no acepta la posibilidad de una derrota en
Irak. Esto no se debe a que “los terroristas nos seguirán aquí”, como dijo hace
poco el comandante de las fuerzas armadas (lo que repitió Bush en seguida). No,
el problema lo ven así: tal derrota demostraría las limitaciones del poder
militar estadounidense a rivales de varios tipos, y una variedad de fuerzas
correrían a llenar el “vacío de poder”. Tal derrota desbarataría las metas de la
clase dominante de dominar el mundo de modo indisputable. Esto no lo pueden
tolerar, y están dispuestos a sacrificar la vida de docenas de miles de iraquíes
y de miles de soldados estadounidenses para impedirlo.
Por su parte, los demócratas no han podido forjar una estrategia que vaya más
allá de decir a medias que se necesita una “reubicación en fases” (lo que no
significa nada específico) y que no están a favor de “salir corriendo”. No es
que carezcan de ideas, sino que sus ideas están al servicio del mismo sistema
que los republicanos y ven las cosas por medio del prisma de ese sistema y los
que lo dirigen. (Hasta John Kerry, que ha pedido fijar una fecha para retirar
las tropas, también dijo el 10 de septiembre que se deben despachar más
tropas a Afganistán, donde ya hay 21,000 soldados yanquis y 19,000 de la OTAN).
Ningún demócrata tiene el deseo o interés de decir la verdad: esta es una guerra
criminal, justificada con mentiras, con el fin de seguir dominando y explotando
el mundo y sus pueblos.
Con toda probabilidad los imperialistas tendrán que encontrar la forma de
aumentar el tamaño de las fuerzas armadas y despachar más tropas a
Irak. Y aquí se plantea el tema del servicio militar obligatorio, aunque casi
ningún participante del debate lo menciona. La única excepción es John Murtha,
congresista demócrata de Pensilvania, que anunció su oposición a la guerra hace
un año y advirtió que el ejército está en peligro. Mucha gente que se opone a la
guerra pero todavía tiene fe en el Partido Demócrata vio esto como un rayo de
esperanza.
El 6 de septiembre, Murtha dijo: “No podemos mantener la política del
presidente de guerra sin límite, vaga y desacreditada indefinidamente. Debe
recurrir menos a la retórica y más a la acción. Si vamos a librar esta guerra
con la misma dedicación y vigor que otras guerras en el pasado, no podemos
hacerlo sin aumentar nuestras fuerzas”. Murtha instó a Bush a cambiar de curso o
volver a instituir el servicio militar. La mayoría de los demócratas no lo
apoyan abiertamente, pero sí piden un “sacrificio compartido” y “servicio
nacional”, los cuales crean los cimientos ideológicos para el servicio
militar.
La meta de la farsa de debate electoral (“reubicación en fases” vs. “salir
corriendo”; quiénes pueden librar la “guerra contra el terror” más eficazmente)
es forjar un consenso a favor de una escalada militar y, quizá, el servicio
militar. Volver a instituirlo sería una maniobra política muy arriesgada. Pero
los imperialistas se encuentran entre la espada y la pared. Por eso oímos la
retórica con que preparan el terreno: “Nosotros” no podemos darnos el lujo de
una derrota. “Nosotros” no estamos a favor de salir corriendo. “Nosotros”
necesitamos despachar más tropas. “Nosotros” debemos compartir la carga. Por
eso, “nosotros” necesitamos el servicio militar, y ustedes
deben responder al llamado a pelear en esta guerra… o acabar en la cárcel.
Y “ellos”, el pueblo iraquí, deben seguir muriendo, miles de ellos cada mes,
por la codicia del imperialismo yanqui.
Tenemos que rechazar y frenar esa horrorosa lógica imperialista, y parar la
guerra que justifica.
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