12-01-2008
Sin justicia para las atrocidades cometidas en Iraq

Chris Floyd CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El titular del Washington Post del pasado viernes lo expresa todo:
“Sin Acusaciones de Asesinato en el Caso de Hadiza”.
En Hadiza, hace dos años, un grupo de Marines mató a 24 civiles iraquíes
–incluyendo a mujeres y niños atemorizados en el interior de sus hogares- en una
venganza bestial. Una vez que la historia consiguió ver la luz emergiendo de
entre las habituales capas de mentiras y encubrimientos, la atrocidad destelló
durante poco tiempo en la escena pública y ocho de los Marines y sus oficiales
fueron acusados de “asesinato o de fallos a la hora de investigar un evidente
crimen de guerra”, como informa el Post. Pero la atención pública se
trasladó rápidamente hacia otras cuestiones y, durante los últimos meses, el
sistema de “justicia militar” del Pentágono fue reduciendo o eliminando
silenciosamente las acusaciones iniciales contra la mayoría de los hombres. El
anuncio de ayer señalaba el abandono final del caso, dejando a sólo un Marine,
el sargento Frank Wuterich, enfrentándose a una acusación de homicidio
voluntario, más una serie de cargos menores contra otro de los hombres de la
lista y dos oficiales.
Dos docenas de civiles masacrados, como el mismo Pentágono confirmó, y aún no
se considera el hecho como homicidio. Efectivamente, Brian Rooney, el abogado de
uno de los oficiales acusado sin éxito y encargado de investigar los asesinatos,
dice ahora: “Estaba claro que no hubo masacre y, sin embargo, esta ficción legal
siguió adelante”. Veinticuatro cadáveres físicos en el lugar –el incidente no
fue, pues, más que una “ficción legal”- y “no se había producido masacre
alguna…”.
No deja de ser revelador que el Pentágono haya decidido que los perros
rabiosos que mataron a dos docenas de civiles inocentes estaban siguiendo
fundamentalmente las normas establecidas para la actuación de las fuerzas
estadounidenses en Iraq. Como señala el Post:
“Los oficiales que investigaron los casos han recomendado cargos menores
porque han averiguado que los Marines decidieron que las casas les eran hostiles
y que creían que debían matar a todos los que se encontraban dentro, y que se
considerara más como un caso de imprudencia que como un intento de cometer un
crimen.”
Incluso la acusación contra Wuterich contiene circunstancias atenuantes, ya
que en ella se alega, según el Post, “que sufrió un atentado y que sus
acciones en el interior de un hogar residencial y en una calle residencial en
noviembre de 2005 le llevaron a cometer un asesinato indebido ‘al calor de una
pasión repentina causada por una provocación proporcionada’”.
“Provocación proporcionada” como para matar a veinticuatro civiles desarmados
a sangre fría, o, mejor dicho, como la acusación la denomina, a sangre caliente,
“al calor de una pasión repentina”.
Poco más puedo añadir sobre este caso a lo que ya escribí en primer lugar en
2006 en un artículo titulado “La Ruta de la Atrocidad: De la Casa Blanca a
Hadiza” (*):
“Muchos observadores han comparado el asesinato metódico de 24 civiles
inocentes cometido por los marines estadounidenses en la ciudad iraquí de Hadiza
-confirmado recientemente por el Pentágono y fuentes del Congreso- con la infame
masacre de My Lai en Vietnam, cuando soldados de ese mismo país asesinaron a
cientos de civiles en una orgía sangrienta. Pero esta ecuación es falsa y
distorsiona gravemente la realidad de los actos de la Coalición en Iraq.
“Porque no es la atrocidad a pequeña escala cometida en Hadiza lo que debe
compararse con My Lai, sino toda la guerra contra Iraq. Toda la operación,
arropada desde el principio en mentiras de alto calibre, hasta su ejecución,
envuelta en una sangrienta arrogancia, locura, codicia e incompetencia, es un
crimen de guerra de proporciones casi inimaginables. Un My Lai de mayor
magnitud, un My Lai cada día, un año tras otro.
“…Las fotos tomadas posteriormente por un equipo de inteligencia militar
de USA documentan la carnicería. “Una de ellas muestra a una madre iraquí y a su
pequeño hijo arrodillados en el suelo, como si estuviesen rezando”, señaló el
Sunday Times. ‘Les habían disparado a quemarropa. Las fotos muestran otras
víctimas que fueron ejecutadas en sus casas con disparos en la cabeza y el
pecho”. Las víctimas “incluían un hombre de 76 años con una pierna amputada y un
niño de cuatro años”, informó el Observer. “En una casa, una familia completa,
entre ellos siete niños, fue atacada con pistolas y granadas. Sólo sobrevivió
una niña de 13 años”. Un funcionario del gobierno de USA declaró al Sunday Times
que los atacantes habían “sufrido una degradación total en materia de moralidad
y liderazgo”.
“Tomen nota especialmente de esta última declaración: puede que sea la
primera vez que un portavoz del gobierno de Bush dice la verdad acerca de la
guerra. Verdaderamente, en Iraq ha ocurrido una degradación total en materia de
moralidad y liderazgo, pero no se reduce sólo a los asesinos de Hadiza. Ellos no
son más que el inevitable producto final de la cultura de ilegalidad, brutalidad
y agresión deliberadamente fabricada por la Casa Blanca para servir a sus
rapaces ambiciones geopolíticas y a sus intrigas para aprovecharse de la guerra
sucia.
“La podredumbre y la corrupción han impregnado todo el cuerpo político. Es
lógico que sus manifestaciones más extremas aparezcan entre aquellos a quienes
Bush ha armado con mentiras. La mayoría de los soldados estadounidenses creen,
según muestran las encuestas, que Iraq había participado en los ataques del 11
de septiembre, cuando en verdad han sido enviados a matar y a morir en una
guerra ilegal, basada en pruebas falsas y falsificadas. Si la atrocidad es el
fundamento de su cometido, si la atrocidad es la atmósfera que respiran, es
lógico que produzcan atrocidades, una y otra vez, a pesar de los muchos soldados
y oficiales honorables que luchan individualmente contra la infecta
marea.
“Estas masacres no son explosiones momentáneas de rabia vengativa; son una
conducta aprendida. Los marines que asesinaron en Hadiza eran veteranos de una
atrocidad mucho mayor cometida en Faluya el año anterior, donde participaron en
una de las más salvajes destrucciones de una ciudad que se hayan cometido desde
que terminó la Segunda Guerra Mundial. Ocho semanas de bombardeo inmisericorde,
seguido de la suspensión de los servicios de agua y electricidad y del
suministro de alimentos. Un claro crimen de guerra según la Convención de
Ginebra. Más de dos tercios de los residentes de la ciudad, unas doscientas mil
personas, huyeron del infierno que se acercaba, convirtiéndose en refugiados en
su propio país. Los que se quedaron fueron considerados presas fáciles en la
devastación casa por casa a que fue sometida la ciudad. Entre los principales
blancos de los estadounidenses estaban los hospitales y clínicas, tal como
admitieron claramente algunos funcionarios estadounidenses al New York Times:
otro flagrante crimen de guerra. Los destruían o clausuraban y mataban o
encarcelaban al personal médico, para evitar que llegase al mundo exterior
cualquier información sobre la muerte de civiles, lo que sería una mala
publicidad según estos funcionarios. Una investigación posterior del gobierno
iraquí respaldada por EEUU encontró pruebas creíbles del uso de armas químicas
contra la ciudad: otro crimen más. Hasta seis mil personas fueron asesinadas
durante el ataque, la mayoría eran civiles.
“Los pocos cientos de insurgentes de Faluya, que eran el supuesto blanco
del ataque, habían huido mucho antes de que comenzase el asalto a la ciudad. Así
pues, la destrucción de la ciudad, ordenada por la Casa Blanca, no tenía un
objetivo militar. Se trató de un acto de represalia, un castigo colectivo contra
todo el pueblo iraquí, incluyendo a los no combatientes, por la resistencia
armada a la conquista de la Coalición. Los Marines de la Compañía Kilo
sencillamente aprendieron en Faluya la lección de sus muy respetables superiores
y la aplicaron en Hadiza.
“…Como Abu Graib, Hadiza no es una aberración cometida por unas cuantas
‘manzanas podridas’, sino el emblema de un crimen mayor, sistémico, el fruto
natural de un régimen criminal que ha hecho de la guerra, la tortura, la
detención indefinida, los “asesinatos extrajudiciales”, la rendición y los
campos de concentración, una política oficial. Esta descomposición moral es el
verdadero legado histórico de Bush.”
Es también el legado histórico de todas y cada una de las figuras públicas y
candidatos presidenciales que no se enfrenten –justo ahora, hoy, y todos y cada
uno de los días- y exijan que toda esa abominación termine, aplicando a sus
autores y responsables todo el alcance de la justicia por todo lo que han hecho.
¿A quién le importa un comino la “retórica elevada” de Obama o el “duro
contra-ataque” de Hillary en New Hampshire -o cualquiera de las otras sandeces y
podredumbres de la campaña presidencial- cuando la sangre de los inocentes nos
está empapando a todos día tras día? La demencia moral ha inundado esta nación,
y estamos todos, uno a uno, contaminados y corrompidos por ella… y, asimismo, la
estamos traspasando a nuestros niños. ¿Quién va a romper esta cadena de locura?
¿Y dónde podremos encontrar misericordia para tantos crímenes?
N. de la T.:
(*) El artículo aludido apareció traducido el 11 de junio de 2006 en
Rebelión:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32895
Chrys Floid es un periodista estadounidense y colaborador frecuente
de CounterPunch. Es autor del libro “Empire Burlesque: High Crimes and Low
Comedy in the Bush Imperium. Su página en Internet es: www.chris-floyd.com
Enlace con texto original en inglés:
http://www.counterpunch.org/floyd01072008.html
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