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El Mundo no Puede Esperar organiza a las personas que viven en Estados Unidos para repudiar y parar el rumbo fascista iniciado durante el régimen de Bush y evidenciado en las ocupaciones asesinas, injustas e ilegítimas de Irak y Afganistán; la “guerra de terror” global de tortura, rendición extraordinaria y espionaje; y la cultura de discriminación, intolerancia y avaricia. A ese rumbo no le darán marcha atrás los líderes que nos instan a buscar puntos en común con fascistas, fanáticos religiosos e imperio. Solo es posible si la población forja una comunidad de resistencia –un movimiento independiente de grandes cantidades de personas—que, actuando en pro de los intereses de la humanidad, pone fin a dichos crímenes y demanda que se procese a los responsables por ellos.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

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¿Qué celebramos el 4 de julio?

OPINIÓN - Tuesday, June 27, 2006 14:24 por latribuna

Chris White*
CounterPunch

Cuando nuestra nación celebra el Día de la Independencia, tenemos desfiles, lanzamos y presenciamos magnificentes fuegos artificiales y honramos a nuestros veteranos con emisiones especiales en las elogiamos a los que murieron para preservar nuestra independencia. Una cosa falta, sin embargo: nadie pregunta lo que la independencia significa para nosotros. Nos dicen, con esas manifestaciones de afección por nuestra independencia, qué celebrar, pero no se ofrece calificación alguna de esa celebración. Si, como estadounidenses, vamos a celebrar nuestra independencia, ¿no deberíamos por lo menos saber qué estamos celebrando? George W. Bush afirma que la independencia es algo que valoramos universalmente, por eso somos los líderes del “mundo libre”, y como tales, “liberamos” Irak. ¿Pero cómo definimos la independencia? ¿Apoyamos la independencia de un modo universal? ¿O, la apoyamos sólo cuando conviene a nuestros intereses? Si lo que vale es esto último, ¿cómo podemos considerar la independencia como un valor estadounidense? ¿No es la independencia algo que es deseado por todo ser humano? Ningún estadounidense argumentaría ciertamente que una persona elige estar bajo el control de otro, es decir ser no-independiente. Desde este punto de vista, si sólo respetamos la independencia cuando nos conviene, ¿cómo somos “excepcionales” en nuestra valoración del concepto de independencia?

¡Blasfemia!, dirán. ¿No amas a EE.UU.? ¿No gozas de tu libertad? ¡Si vivieras en cualquier otro sitio, te matarían por escribir este ensayo! Estoy de acuerdo, digo. Especialmente en naciones que armamos hasta los dientes y en sitios en los que hemos violado este concepto de independencia innumerables veces. Cualquier buen argumento merece una buena explicación basada en un fundamento sólido de ejemplos y lógica. No niego que nos gustan los privilegios que conlleva la libertad y que gozamos de muchas libertades desconocidas en otros países, pero, si vamos a celebrar verdaderamente este día, ¿no deberíamos por lo menos conocer nuestra historia en relación con el respeto por la independencia? Después de todo, no se puede esperar simplemente que marchemos por una idea, tenemos que comprender un poco su significado, ¿no es así?

¿Valoramos la independencia de Cuba y de las Filipinas a fines del siglo XIX y comienzos del XX cuando convertimos esos países en virtuales colonias, matando a cientos de miles de combatientes filipinos por la independencia? ¿Apoyamos la independencia de la cuenca del Caribe cuando patrocinamos golpes e intervenimos docenas de veces en las primeras cuatro décadas del siglo XX? ¿En qué medida apoyó EE.UU. la independencia de Irán, cuando orquestamos el derrocamiento de su primer ministro, instalamos al Shah, y apoyamos a ese dictador durante su matanza y tortura de miles de disidentes, que sólo querían restaurar las libertades que ese dictador les había arrebatado? ¿Cómo imaginábamos la independencia de Guatemala en 1954, cuando ayudamos a destituir al presidente democráticamente elegido, Jacobo Arbenz, y pusimos en su sitio a un dictador que, junto con sus sucesores durante los cuatro decenios siguientes, asesinó y torturó a cientos de miles? ¿Respetamos la independencia de Chile cuando apoyamos el derrocamiento del presidente democráticamente elegido, Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, y luego apoyamos al dictador, que asesinó y torturó a miles de chilenos?

¿Respetamos la independencia de la mayoría de la población pobre de El Salvador en los años 80, cuando su único crimen fue tratar de lograr las mismas cosas que nosotros pedimos en EE.UU., como atención sanitaria, alimento, agua potable, y NO ser reprimidos por escuadrones de la muerte que apoyan al gobierno derechista? Si es así, ¿cómo ocurre que hayamos dado tantos millones de dólares en equipo militar y entrenamiento a los escuadrones de la muerte, que asesinaron y torturaron a miles de salvadoreños desarmados? ¿Apoyamos la independencia de Cuba y Nicaragua después de que revoluciones populares derribaron a las antiguas dictaduras que limitaban las libertades de expresión y reunión que nosotros mismos exigimos? ¿O apoyamos a movimientos clandestinos, contrarios a la independencia, que utilizaron tácticas de terror y sabotaje contra civiles, con el propósito de derrocar esos gobiernos populares?

Por desgracia, la frustración de la independencia continúa todo el tiempo. Si esta lista, que está lejos de ser completa, demuestra un ligero nivel de desdeño por la independencia del “Otro”, entonces ¿no deberíamos considerar este factor en nuestra perspectiva al celebrar el concepto de un Día de la Independencia? Si Estados Unidos ha ciertamente violado la independencia de tantos países, ¿no sería por lo menos un poco más exacto si este día se celebrara en su auténtico contexto? Es decir, nos gusta NUESTRA independencia, pero cualquiera que en el Tercer Mundo trate de lograrla, tendrá que pasar por NOSOTROS antes de hacerlo. Si esto es generalmente exacto, tal como vemos los antecedentes históricos, ¿cómo podemos decir honestamente que valoramos la independencia universal? Después de todo, es lo que George Bush dice que fue el lado positivo de nuestra guerra contra Irak.

El pueblo de Irak está libre de un malvado tirano, dice, pero ahí se detiene, y no menciona cómo apoyamos a Sadam durante la mayor parte de sus peores atrocidades: es decir la invasión de Irán y la represión de todos los movimientos por la independencia iraquí, desde 1980 a 1991. Incluso nos quedamos contemplando después de la I Guerra del Golfo como espectadores mientras Sadam aplastaba dos movimientos populares simultáneos por la independencia con una horrenda brutalidad. Así que, de nuevo, queda la pregunta: en vista de nuestra larga historia de frustración de movimientos por la independencia, ¿qué es lo que celebramos verdaderamente el 4 de julio?

* Chris White, ex sargento de los marines de 1994 a 1998, trabaja actualmente en su doctorado en historia en la Universidad de Kansas. Colabora en la nueva historia de la última década de guerras de CounterPunch, “Imperial Crusades”. Su correo es: juliopac@swbell.net. El artículo fue raducido para Rebelión por Germán Leyens, donde se publicó originalmente.


 

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