La prohibición de la tortura que no prohíbe la tortura
Escrito por Allan Nairn
28-01-2009
Las reglas de Obama dejan la tortura intacta e incluso podrían fomentar un
incremento en la tortura patrocinada por USA alrededor del mundo. Si te tienen
sobre la plancha y todavía respiras mientras la mirada de tu torturador cuelga
sobre la tuya, poco importará que se trate de un usamericano un simple aprendiz
patrocinado por USAmérica. Cuando el presidente Obama declaró rotundamente que
“USAmérica no torturará” muchos se equivocaron al creer que había terminado con
esta práctica, cuando en realidad lo único que hizo fue modificarla.
El decreto ejecutivo de Obama prohíbe a algunos (no a todos) oficiales
usamericanos incurrir en la tortura, pero no prohíbe a ninguno de ellos,
incluida su propia persona, patrocinar la tortura en el extranjero. De hecho,
este cambio de política únicamente afecta a un pequeño porcentaje de torturas
atribuibles a usamericanos y podría ser completamente acorde con un incremento
en la tortura que goza del apoyo usamericano en todo el mundo.
La trampa radica en el hecho de que, desde Vietnam, cuando las fuerzas
usamericanas solían torturar de manera directa, el gobierno se ha encargado de
delegar sus acciones de tortura: paga, arma, capacita y orienta a personas
extranjeras a cargo de torturar, casi siempre teniendo el cuidado de que los
usamericanos se mantengan al menos a un discreto paso de distancia.
Bueno, USAmérica solía hacerlo así hasta que Bush y Cheney cambiaron el
protocolo y dejaron que muchos usamericanos se ensuciaran las manos y, a veces,
incluso tomaran fotos digitales del asunto.
El resultado fue un fracaso de relaciones públicas que enfureció a la clase
dirigente usamericana porque exponer las técnicas nacionales al mundo hizo
menguar el poderío usamericano.
Pero, a pesar del escándalo, el hecho es que las torturas de Bush y Cheney
que perpetraron ciudadanos usamericanos no constituyen sino un pequeño
porcentaje de todas las torturas aplicadas por clientes de USAmérica.
Por cada tormento que inflige directamente un usamericano en Irak,
Afganistán, Guantánamo y las cárceles secretas hay muchos más administrados por
fuerzas extranjeras que gozan del patrocinio usamericano.
Dichas fuerzas operaban y operan con apoyo usamericano militar, financiero,
de inteligencia o de otra índole en Egipto, Israel, Arabia Saudita, Etiopía,
Pakistán, Jordania, Indonesia, Tailandia, Uzbekistán, Colombia, Nigeria y las
Filipinas, por mencionar algunos nombres, ya no hablemos de las torturas que
infligen iraquís y afganos sin ensuciar las manos usamericanas pero con apoyo de
ese país.
Lo que el decreto de Obama elimina ostensiblemente es ese pequeño porcentaje
de tortura administrada por usamericanos al tiempo que mantiene el terrible
grueso de la tortura del sistema, esa que infligen extranjeros con mecenazgo
usamericano.
Obama pudo poner fin al apoyo brindado a fuerzas extranjeras que torturan,
pero prefirió no hacerlo. Su decreto ejecutivo hace referencia únicamente al
tratamiento de “...una persona bajo custodia o control efectivo de un oficial,
empleado u otro agente del gobierno de Estados Unidos, o detenida dentro de
instalaciones que sean propiedad de un departamento o entidad de Estados Unidos,
o bajo su operación o control, en cualquier conflicto armado...” Esto significa
que ni siquiera prohíbe la tortura directa a manos de usamericanos en entornos
que no sean de “conflicto armado”, es decir, aquellos lugares en los que se
registra mucha de la tortura porque muchos regímenes represivos no se encuentran
implicados en un conflicto armado.
Y aun cuando la afirmación de Obama, “Estados Unidos no torturará”, resultara
cierta, el gobierno puede pagar, entrenar y orientar a torturadores extranjeros,
y cerciorarse de que ni ellos ni sus mecenas usamericanos enfrenten a la
justicia local o internacional. Se trata del regreso al statu quo anterior, el
régimen torturador que va desde Ford hasta Clinton en el que, año tras año, hubo
más agonía en seres humanos atados de pies y manos con apoyo usamericano que
durante los años de Bush y Cheney.
En el viejo (ahora renovado) régimen de delegación de operaciones, los
usamericanos enseñaban técnicas de interrogación y tortura, luego pasaban a la
habitación contigua mientras las víctimas gritaban y se dedicaban a pasar
preguntas a sus pupilos extranjeros. Así funcionó USAmérica en El Salvador
durante el gobierno de JFK y hasta el de Bush padre. (Más detalles en mi texto
“Behind the Death Squads: An exclusive report on the U.S. role in El Salvador’s
official terror”, The Progressive, mayo de 1984; el informe del Comité de
Inteligencia del Senado usamericano que motivó aquel texto sigue siendo
confidencial, pero algunos senadores de dicho Comité confirmaron el aspecto de
“pasar preguntas” a los torturadores. Recomiendo también la lectura de mi texto
“Confessions of a Death Squad Officer”, The Progressive, marzo de 1986, y otro
texto de mi autoría, “Comment”, The New Yorker, 15 de octubre de 1990 [sobre
derecho, USAmérica y El Salvador]).
En Guatemala, durante los gobiernos de Bush padre y Clinton (mentores de
Obama en política exterior), USAmérica respaldó al escuadrón de la muerte G-2
del ejército, escuadrón que conservó archivos extensos sobre disidentes a
quienes después aplicó choques eléctricos o les cortó las manos. (El
archive/sistema de vigilancia fue instalado en las décadas de 1960 y 1970
gracias a la participación de fuerzas especiales de la CIA, el Estado y AID; la
historia se encuentra en “Behind the Death Squads”, op. cit., y en los libros
del profesor Michael McClintock).
Los usamericanos que participaron directamente en la operación de Guatemala,
algunos de los cuales conocí y he nombrado, colaboraron efectivamente en la
puesta en marcha del G-2 pero se limitaron a andar de puntillas alrededor de sus
cámaras de tortura. (Ver mi texto “C.I.A. Death Squad”, The Nation [US], 17 de
abril de 1995; “The Country Team”, The Nation [US], 5 de junio de 1995;
intercambio epistolar con el embajador usamericano Stroock, The Nation [US], 29
de mayo de 1995, y Allan Nairn y Jean-Marie Simon, “Bureaucracy of Death”, The
New Republic, 30 de junio de 1986).
Algo parecido ocurrió en el Haití de Bush padre y Clinton (operación a cargo
de la gente que hoy conforma el equipo de Obama) cuando la DIA (Agencia de
Inteligencia para la Defensa) apoyó el lanzamiento del grupo terrorista FRAPH:
la CIA pagó al líder del grupo, el propio FRAPH puso machetes en las manos de
civiles haitianos y los hizo torturar y matar como delegados usamericanos (Ver
mi texto “Behind Haiti's paramilitaries: our man in FRAPH”, The Nation [US], 24
de octubre de 1994, y “He's our S.O.B.”, The Nation [US], 31 de octubre de 1994;
la historia fue después confirmada en “This Week”, en la cadena de televisión
ABC, por el Secretario de Estado usamericano State Warren Christopher).
En la Tailandia de hoy (un país que difícilmente viene a la mente cuando la
mayoría de la gente piensa en la tortura), policías y militares seleccionados
reciben equipo y capacitación usamericana para tareas como la “selección de
objetivos” y luego salen a torturar musulmanes de Thai Malay en el sur profundo
y rebelde, y a veces también torturan a refugiados birmanos (la mayoría
budistas) y trabajadores explotados de la costa norte y oeste.
No hace mucho visité a un interrogador tailandés clave que habló abiertamente
de la tortura militar, policíaca y de los grupos de inteligencia, quien cerró la
discusión con las palabras “Échale un vistazo a esto” y me invitó a pasar a otra
habitación: un museo actualizado de placas, fotografías y premios de la
inteligencia usamericana y occidental en el que destacaban reconocimientos del
centro contra el terrorismo de la CIA (en aquel entonces bajo administración de
gente hoy en el gabinete de Obama); fotos personales con prominentes figuras
usamericanas como George W. Bush; una medalla otorgada por Bush; varios
certificados de entrenamiento de la inteligencia, el FBI y el ejército
usamericano; una foto en la que aparece con un colega israelí al lado de un
tanque en los Territorios Ocupados, e implementos de interrogación y recuerdos
del Mossad, Shin Bet y Singapur.
Al salir, este miembro de la inteligencia tailandesa comentó que pronto
volvería a visitar Langley. Cumple una función típica, hay miles como él
alrededor del mundo, como los enanos que torturan por encargo del gobierno
usamericano en Guantánamo.
Muchos usamericanos, hay que reconocerlo, odian la tortura. La aventura de
Bush y Cheney puso este hecho en evidencia. Sin embargo, para detener la tortura
es necesario que la población conozca los hechos y advierta que la prohibición
de Obama no pone fin a esta atrocidad y que, en realidad, podría fomentar un
incremento en el crimen de la tortura patrocinada por USAmérica.
En lugar de actuar, esta noche el sistema seguirá trabajando a toda máquina.
Más toques eléctricos, asfixias, quemaduras profundas. Y miles de mentes
complejas compartirán el mismo y sencillo pensamiento: ‘Por favor, mátenme de
una vez’.
Traducido por Atenea Acevedo
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|