Lunes 6 de noviembre de 2006
Robert Fisk
Otro "gran día" para Irak
Así pues, el alguna vez aliado de Estados Unidos ha sido
sentenciado a muerte por crímenes de guerra cometidos cuando era el mejor amigo
de Washington en el mundo árabe. Estados Unidos sabía de todas estas atrocidades
e incluso suministró el gas -junto con los británicos, claro está-, pero eso no
impidió que este domingo declaráramos, en palabras de la Casa Blanca, que era
otro "gran día" para Irak. Eso anunció Tony Blair cuando Saddam Hussein
al-Tikriti fue sacado de su madriguera el 13 de diciembre de 2001. Y ahora lo
vamos a colgar, y es otro gran día.
Por supuesto, no se podría haber encontrado alguien mejor para
la horca. O peor. No podría haber un veredicto más justo... ni más hipócrita. Es
difícil pensar en un monstruo más apropiado para el cadalso, de preferencia si
lo hubiera despachado su verdugo, el igualmente monstruoso ahorcador de Abu
Ghraib, Abu Widad, quien golpeaba a sus víctimas con un hacha en la cabeza si se
atrevían a maldecir al líder del Partido Socialista Baaz de Irak antes de ser
colgados. Pero Abu Widad fue ahorcado a su vez en Abu Ghraib en 1985 por haber
aceptado un soborno para dar muerte a un reo que aguardaba su ejecución en vez
de a un condenado. Pero en estos días no podemos mencionar Abu Ghraib porque
hemos seguido el juicio infamante de Saddam Hussein hasta esa misma institución.
Y al colgar a ese hombre terrible, esperamos -¿no es verdad?- vernos mejor que
él, recordar a los iraquíes que la vida es mejor hoy que cuando él imperaba.
Lo malo es que el desastre infernal que hemos precipitado sobre
Irak es tan espantoso que no podemos decir eso. La vida es peor ahora. O más
bien, hay más muertes de iraquíes en estos tiempos que las que Hussein logró
infligir a sus chiítas, kurdos y -sí, en Fallujah misma- también a sus propios
sunitas. Así que no podemos reclamar superioridad moral. Porque si la
inmoralidad y la perversidad de Saddam son la vara con la cual vamos a medir
todas nuestras iniquidades, ¿qué se dirá de nosotros? Nosotros únicamente
cometimos abuso sexual con los prisioneros, matamos a algunos, asesinamos a
algunos sospechosos, perpetramos algunos secuestros y violaciones e invadimos
sin derecho un país a un costo de apenas 600 mil vidas ("más o menos", como dijo
George Bush hijo cuando aseguró que la cifra era de unas 30 mil). Saddam era
mucho peor. A nosotros no nos pueden someter a juicio. No nos pueden colgar.
"Allahu akbar", gritó el hombre terrible: Dios es más
grande. Ninguna sorpresa. Fue él quien insistió en que esas palabras se
inscribieran en la bandera iraquí, la misma que hoy ondea sobre el palacio del
gobierno que lo condenó después de un proceso en el que al ex asesino en masa
iraquí se le prohibió expresamente describir su relación con Donald Rumsfeld,
hoy secretario de Defensa de George W. Bush. ¿Se acuerdan de ese apretón de
manos? Tampoco, claro, se le permitió hablar del apoyo que recibió de George
Bush padre. Poco extraña, pues, que funcionarios iraquíes revelaran la semana
pasada que los estadunidenses los presionaban para sentenciar a Hussein antes de
las elecciones legislativas del próximo martes.
Quien diga que el veredicto llevaba la intención de ayudar a los
republicanos, exclamó este domingo Tony Snow, vocero de la Casa Blanca, debe
estar "fumando yerba". Bueno, cuestión de enfoques. El propio Snow mismo afirmó
este domingo que el veredicto contra Saddam -no el juicio en sí, conste- fue
"escrupuloso y justo". Los jueces publicarán "todos los elementos que valoraron
para fundamentar su veredicto". Sí, cómo no. He aquí algunas de las cosas que no
le permitieron comentar a Saddam durante el proceso: ventas de productos
químicos a su régimen de estilo nazi tan descaradas -y escandalosas-, que se le
sentenció a la horca por una masacre de chiítas en un solo lugar y no por el
gaseo masivo de kurdos por el que tanto se desgarraban las vestiduras George W.
Bush y lord Blair de Kut al-Amara cuando decidieron deponerlo en 2003. ¿O
fue en 2002? ¿O en 2001?
Algunos de los pesticidas que usó el tirano vinieron de Alemania
(por supuesto). Pero el 25 de mayo de 1994 el Comité de Banca, Vivienda y
Asuntos Urbanos del Senado de Estados Unidos emitió un informe titulado
"Exportaciones de productos químicos y biológicos de uso dual de Estados Unidos
a Irak y su posible impacto en las consecuencias de salud (sic) en la guerra del
golfo Pérsico". Se refería a la guerra de 1991 que provocó nuestra liberación de
Kuwait, y notificaba al Congreso sobre agentes biológicos enviados por empresas
estadunidenses a Irak a partir de 1985 o antes, con aprobación de Washington.
Ente ellos se contaban Bacillus anthracis, que produce el ántrax;
Clostridium botulinum, del botulismo; Histoplasma capsulatum; Brucella
melitensis, de la brucelosis, Clostridium perfringens y
Escherichia coli.
El mismo informe indicaba que Estados Unidos proveyó a Saddam
Hussein de materiales patentados de "uso dual" que contribuyeron al desarrollo
de los programas iraquíes de desarrollo de armas químicas, biológicas y misiles,
"incluida una planta de producción de armas químicas y dibujos técnicos
(suministrados como planos de una instalación productora de pesticidas), así
como equipo de rellenado de armas químicas".
Sí, podemos ver bien por qué no se permitió al reo hablar de
nada de eso. El secretario británico de Asuntos Internos, John Reid, declaró que
sentenciar a Saddam fue "una decisión soberana de una nación soberana". Gracias
a Dios no mencionó las 200 mil libras esterlinas en tiodiglicol, uno de los dos
componentes de gas mostaza, que exportamos a Bagdad en 1988 y otras 50 mil
libras de la misma vil sustancia el año siguiente. También enviamos cloruro de
tionilo a Irak en 1988 y 1989 al precio de sólo 26 mil libras. Sí, ya sé que se
puede usar para fabricar tinta para bolígrafos y tintes para telas. Pero éste es
el mismo país -Gran Bretaña- que ocho años después prohibió la venta de vacunas
contra la difteria para niños iraquíes con el argumento de que podían utilizarse
para -adivinaron- "armas de destrucción masiva".
Ya sé también que en teoría los kurdos tendrán oportunidad de
juzgar a su vez a Saddam y colgarlo por los miles de los suyos gaseados en
Halabja. Eso sin duda le permitiría vivir más allá del periodo de 30 días en que
puede pedir revisión de sentencia. Pero, ¿se atreverán estadunidenses y
británicos a permitir un juicio en el que no sólo tendríamos que describir cómo
obtuvo Saddam el gas asesino, sino también por qué la CIA -poco después de los
crímenes de guerra contra Halabja- pidió a diplomáticos estadunidenses en Medio
Oriente que dijeran que el gas usado contra los kurdos fue lanzado por los
iraníes y no por los iraquíes (en ese tiempo Saddam era todavía nuestro aliado
favorito y no nuestro criminal de guerra favorito)? Así como los occidentales
callamos cuando Hussein masacró a 180 mil kurdos durante la gran limpieza étnica
de 1987 y 1988.
Y, si nos atreviéramos a profundizar en aquella traición a los
iraquíes, a quienes amamos tanto que invadimos su país, tendríamos también que
condenar a Saddam por asesinar a incontables miles de musulmanes chiítas y
kurdos que se sublevaron contra el régimen baazista a petición expresa de
nosotros: miles a quienes traicionamos dejándolos combatir solos a las hordas
brutales del tirano. "Amotinamiento" es la palabra con que el meretriz reporte
de lord Blair describió esas atrocidades en 2002 porque, desde luego,
llamarlas "sublevación" nos invitaría a preguntarnos quién intrigó para provocar
ese baño de sangre. La respuesta: nosotros.
Mis colegas y yo observamos esa terrible tragedia. Viajé en los
trenes hospitales que llevaban a los iraníes de vuelta a su patria desde el
frente de la guerra de 1980-88: las heridas que les infligía el gas les
burbujeaban en ampollas gigantes en la cara y los brazos, y otras ampollas más
pequeñas brotaban encima de las primeras. Los británicos y los estadunidenses
nada querían saber. Hablé con las víctimas de Halabja. Los estadunidenses no
querían saber. Mi colega Mohamed Salaam, de la Ap, vio iraníes gaseados morir
por millares en los campos de batalla al este de Basora. A los estadunidenses y
británicos no les importaba.
Pero ahora daremos pan y circo a los iraquíes: el ahorcamiento
final de Saddam, que dará vueltas lentamente al viento. Hemos ganado. Hemos
hecho justicia en el hombre cuya nación invadimos, evisceramos y desgarramos.
No, no hay compasión por ese hombre. "El presidente Saddam Hussein no teme a la
ejecución", dijo hace unos días en Beirut Bouchra Jalil, abogado libanés que
está entre sus defensores. "No saldrá de la prisión para contar sus días y años
en el exilio en Qatar u otro lugar. Saldrá para ir a la presidencia o a la
tumba."
Parece que será a la tumba. Keitel fue allí. Ceausescu también.
Milosevic escapó a la sentencia. Lo extraño es que ahora, en los años
posteriores a nuestra "liberación" del país, Irak está invadido por asesinos en
masa, culpables de secuestro y masacre, de rebanar gargantas y torturar. Muchos
trabajan en el gobierno iraquí que respaldamos hoy en día, democráticamente
electo, claro. Y en algunos casos esos criminales de guerra son pagados por
nosotros, por medio de los ministerios que hemos instituido en este gobierno
democrático. Y no se les juzgará. Ni se les colgará. Esa es la medida de nuestro
cinismo. Y de nuestra vergüenza. ¿Alguna vez se habían unido la justicia y la
hipocresía en forma tan obscena?
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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