24-08-2006
Libano: Ensayo general para Irán
Seymour M. Hersh
The New Yorker
A principios de este verano, antes de las capturas de Hezbollah,
varios funcionarios israelíes visitaron Washington por separado "con el fin de
obtener la luz verde para las operaciones de bombardeo y averiguar cuánto estaba
dispuesto a aguantar Estados Unidos". "Israel empezó por Cheney. Querían estar
seguros de que contaban con su apoyo y el de su gente"
En los días posteriores a que Hezbollah, el 12 de julio, en un
enfrentamiento con el ejército israelí retuviera a dos soldados, un acto que
desencadenó un ataque aéreo de Israel contra Líbano y toda una guerra, el
Gobierno de George W. Bush tuvo un comportamiento extrañamente pasivo. "Es un
momento de claridad", señaló el presidente en la cumbre del G-8 en San
Petersburgo, el 16 de julio. "Ahora está claro por qué no tenemos paz en Oriente
Próximo". Añadió que la relación entre Hezbollah y sus patrocinadores de Irán y
Siria era una de las "causas fundamentales de inestabilidad" y que, por
consiguiente, eran dichos países los que debían poner fin a la crisis. Dos días
más tarde, pese a los llamamientos de varios Gobiernos a que Estados Unidos se
hiciera cargo de las negociaciones para interrumpir los combates, la secretaria
de Estado, Condoleezza Rice, declaró que era preciso aplazar un alto el fuego
hasta que "las condiciones fueran propicias".
Sin embargo, la Administración de Bush tuvo una relación muy
estrecha con la planificación de las represalias israelíes. El presidente Bush y
el vicepresidente Dick Cheney estaban convencidos, según me han contado
diplomáticos y miembros de los servicios de inteligencia en activo y retirados,
de que una campaña de bombardeos de las fuerzas aéreas israelíes contra los
complejos fortificados de misiles subterráneos y de mando y control que posee
Hezbollah en Líbano podía aliviar las preocupaciones israelíes sobre la
seguridad y servir de preludio a un posible ataque preventivo de Estados Unidos
para destruir las instalaciones nucleares de Irán, algunas de las cuales también
están enterradas a gran profundidad.
Los expertos militares y de los servicios secretos israelíes con
los que he hablado destacan que los problemas inmediatos de seguridad eran
motivo suficiente para enfrentarse a Hezbollah, independientemente de lo que
quisiera la Administración de Bush. Shabtai Shavit, asesor de seguridad nacional
de la Knesset [el Parlamento israelí] y responsable del Mosad, el servicio
exterior de inteligencia, entre 1989 y 1996, me dijo: "Hacemos lo que creemos
que nos conviene más; si resulta que satisface las necesidades de Estados
Unidos, eso no es más que parte de la relación entre dos amigos. Los miembros de
Hezbollah están armados hasta los dientes y entrenados en la tecnología más
avanzada de la guerra de guerrillas. Era cuestión de tiempo. Teníamos que
ocuparnos de ello".
Los israelíes consideran que Hezbollah es una grave amenaza, una
organización "terrorista" que actúa en su frontera, con un arsenal militar que,
gracias a la ayuda de Irán y Siria, se ha reforzado desde que terminó la
ocupación israelí del sur de Líbano, en el año 2000. Su líder, el jeque Hassan
Nasralá, ha dicho que no considera que Israel sea un "Estado legal". Los
servicios israelíes de inteligencia calculaban, al empezar la guerra aérea, que
Hezbollah tenía aproximadamente 500 cohetes Fajr-3 y Fajr-5 de alcance medio y
varias docenas de cohetes Zelzal de largo alcance; estos últimos, con un radio
de unos 200 kilómetros, podrían llegar hasta Tel Aviv (un cohete golpeó Haifa al
día siguiente de las capturas). Además posee más de 12.000 cohetes de menor
alcance. De éstos, ha disparado contra Israel más de 3.000 desde que comenzó el
conflicto.
Los motivos de Bush
Según un experto en Oriente Próximo que conoce lo que piensan en
la actualidad los Gobiernos de Israel y Estados Unidos, los israelíes habían
elaborado un plan para atacar a Hezbollah -e informaron de él a funcionarios del
Gobierno de Bush- mucho antes de las capturas del 12 de julio. "No es que Israel
tendiera una trampa a Hezbollah", explica, "pero en la Casa Blanca había una
clara sensación de que, tarde o temprano, los israelíes iban a actuar".
Este experto en Oriente Próximo dice que la Administración tenía
varias razones para apoyar la campaña israelí de bombardeos. En el Departamento
de Estado lo consideraron como una forma de fortalecer al Gobierno libanés para
que pudiera reafirmar su autoridad en el sur del país, controlado en gran parte
por Hezbollah. "La Casa Blanca", continúa, "estaba mucho más interesada en
arrebatar los misiles a Hezbollah, porque, si se pusiera en marcha la opción
militar contra las instalaciones nucleares de Irán, sería necesario deshacerse
de las armas que Hezbollah pudiera utilizar en posibles represalias contra
Israel. Bush quería las dos cosas. Bush quería enfrentarse a Irán, uno de los
miembros del Eje del Mal, y acabar con sus instalaciones nucleares, y quería
también enfrentarse a Hezbollah como parte de su empeño democratizador, porque
Líbano es una de las joyas de la corona de la democracia en Oriente
Próximo".
En la Administración estadounidense niegan que conocieran el
plan de Israel sobre una guerra aérea. La Casa Blanca no ha contestado a una
lista detallada de preguntas. En respuesta a otra petición aparte, un portavoz
del Consejo de Seguridad Nacional dijo: "Antes de que Hezbollah atacara a
Israel, el Gobierno israelí no dio a ningún funcionario de Washington ningún
motivo para pensar que estaba preparando un ataque. Ni siquiera después de la
incursión del 12 de julio supimos cuáles eran los planes israelíes". Un portavoz
del Pentágono me dijo: "El Gobierno de Estados Unidos sigue comprometido en una
solución diplomática al problema del programa clandestino de armas nucleares en
Irán", y negó las informaciones anteriores, igual que otro portavoz del
Departamento de Estado.
Estados Unidos e Israel llevan decenios compartiendo
informaciones y con una estrecha cooperación militar, pero a principios de esta
primavera, según un antiguo responsable de los servicios de inteligencia, varios
estrategas de alto rango de la fuerza aérea estadounidense -presionados por la
Casa Blanca para que elaboraran un plan de guerra con un ataque decisivo contra
las instalaciones nucleares de Irán- empezaron a consultar con sus homólogos de
la fuerza aérea israelí.
"El gran interrogante para nuestras fuerzas aéreas era cómo
alcanzar una serie de blancos cruciales en Irán", explica el antiguo funcionario
de inteligencia. "¿Quién es el mayor aliado de las fuerzas aéreas
estadounidenses en cuestiones de planificación? No es el Congo, es Israel. Todo
el mundo sabe que ha habido ingenieros iraníes que han asesorado a Hezbollah en
la construcción de túneles y puestos subterráneos de armas. Así que la fuerza
aérea fue a ver a los israelíes con algunas tácticas nuevas y les dijo: 'Vamos a
concentrarnos en los bombardeos y compartir lo que nosotros sabemos de Irán y lo
que vosotros sabéis de Líbano". Las conversaciones, dice, llegaron hasta la
Junta de Jefes de Estado Mayor y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
"Los israelíes nos dijeron que sería una guerra barata y llena
de beneficios", cuenta un asesor del Gobierno de EE UU con estrechos contactos
en Israel. "¿Por qué íbamos a oponernos? Podíamos buscar y bombardear misiles,
túneles y búnqueres desde el aire. Sería un ensayo para Irán".
Ataque preventivo
Un asesor del Pentágono dice que la Casa Blanca de Bush "lleva
tiempo tratando de encontrar un motivo para llevar a cabo un ataque preventivo
contra Hezbollah". Y añade: "Teníamos la intención de debilitar a Hezbollah, y
ahora hemos conseguido que lo hagan otros por nosotros". (El domingo pasado, el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó una resolución de alto el fuego,
aunque no estaba claro si eso iba a alterar la situación sobre el terreno).
Según Richard Armitage, que fue subsecretario de Estado durante
el primer mandato de Bush -y que, en 2002, dijo que Hezbollah "es tal vez el
equipo A de los terroristas"-, la campaña de Israel en Líbano, que se ha
encontrado con dificultades inesperadas y críticas generalizadas, puede servir
de advertencia a la Casa Blanca sobre Irán. "Si el mayor poder militar de la
región -las fuerzas de defensa israelíes- no es capaz de pacificar un país como
Líbano, con una población de cuatro millones de personas, habría que pensárselo
cuidadosamente antes de aplicar el modelo a Irán, que tiene profundidad
estratégica y 70 millones de habitantes", dice Armitage. "Lo único que han
conseguido hasta ahora los bombardeos es unir a la población contra los
israelíes".
Varios funcionarios actuales y retirados que conocen bien
Oriente Próximo me han dicho que, para Israel, la captura de los soldados
representó la oportunidad de iniciar la campaña militar prevista contra
Hezbollah. "Hezbollah estaba instigando alguna cosa pequeña cada uno o dos
meses, como un reloj", dice el asesor estadounidense con contactos en Israel.
Dos semanas antes, a finales de junio, los miembros del grupo palestino Hamás
excavaron un túnel bajo la barrera que separa el sur de Gaza de Israel, y
capturaron a un soldado israelí. Además lanzaron una serie de cohetes contra
ciudades israelíes cercanas a la frontera con Gaza. En respuesta, Israel comenzó
una intensa campaña de bombardeos y volvió a ocupar partes de Gaza de las que se
había retirado.
El asesor del Pentágono hace notar que ha habido, asimismo,
incidentes fronterizos entre Israel y Hezbollah, en ambas direcciones, desde
hace tiempo. "Se han dedicado a dispararse mutuamente", dice. "Cada bando podría
haber señalado algún incidente concreto y decir que tenía que iniciar una guerra
contra el otro, porque ya estaban en guerra".
Decisión forzada
David Siegel, portavoz de la Embajada de Israel en Washington, dice que la
fuerza aérea israelí no estaba buscando ninguna excusa para atacar a Hezbollah.
"No planeamos la campaña. Fue una decisión que se nos obligó a tomar". Había
alertas constantes de que Hezbollah "estaba presionando para pasar al ataque",
dice Siegel. "Hezbollah ataca cada dos o tres meses", pero la captura de los
soldados agudizó la situación.
En varias entrevistas realizadas a intelectuales, periodistas y
oficiales retirados del ejército y los servicios de información israelíes, todos
hacen hincapié en una cosa: que fueron los dirigentes israelíes, y no
Washington, quienes decidieron comenzar la guerra contra Hezbollah. Los sondeos
de opinión muestran que contaban con el apoyo de un gran número de israelíes.
"Los neocons de Washington pueden estar satisfechos, pero no hacía falta empujar
a Israel, porque los israelíes querían eliminar a Hezbollah", explica Yossi
Melman, un redactor del periódico Ha'aretz que ha escrito varios libros sobre
los servicios de espionaje israelíes. "Al provocar a Israel, Hezbollah
proporcionó la oportunidad".
"Nos encontrábamos ante un dilema", dice un funcionario israelí.
El primer ministro, Ehud Olmert, "tenía que decidir si convenía llevar a cabo
una respuesta local, como hacemos siempre, o una acción más amplia, atacar a
Hezbollah para acabar con ellos de una vez por todas". Olmert sólo se decidió,
dice el funcionario, después de que fracasaran diversos intentos de rescate de
los israelíes.
Sin embargo, el asesor estadounidense vinculado a Israel me dijo
que, desde la perspectiva israelí, la decisión de emprender una acción enérgica
era inevitable desde hacía varias semanas, cuando el equipo del ejército israelí
especializado en interceptar señales, denominado Unidad 8200, captó, a finales
de primavera y principios de verano, mensajes de tono belicoso entre Hamás,
Hezbollah y Jaled Meshal, el líder de Hamás residente en Damasco.
Una de las comunicaciones interceptadas fue la relativa a una
reunión, a finales de mayo, de la dirección política y militar de Hamás, en la
que Meshal participó por teléfono. "Hamás creía que la llamada desde Damasco
estaba codificada, pero Israel había descifrado la clave", explica el asesor.
Antes de su victoria en las elecciones palestinas de enero, Hamás llevaba casi
un año recortando sus actividades guerrilleras. En la conversación interceptada
a finales de mayo, me contó el asesor, los líderes de Hamás decían que "no les
había servido de nada, y estaban perdiendo prestigio ante la población
palestina". La conclusión, dice, fue: "Vamos a volver a emplear la lucha armada,
y entonces trataremos de arrancar concesiones al Gobierno israelí".
El asesor me ha explicado que Estados Unidos e Israel estaban de
acuerdo en que, si la dirección de Hamás tomaba esa decisión y Nasralá ofrecía
su respaldo, sería necesaria "una reacción a gran escala". En las semanas
posteriores, mientras Hamás empezaba a excavar el túnel hacia Israel -dice el
asesor-, la Unidad 8200 "captó comunicaciones entre Hamás, Siria y Hezbollah en
las que, en definitiva, se decía que querían que Hezbollah calentara el norte".
En uno de los mensajes interceptados, dice el asesor, Nasralá calificó a Olmert
y al ministro de Defensa, Amir Peretz, de "aparentemente débiles" en comparación
con los ex primeros ministros Ariel Sharon y Ehud Barak, que poseían gran
experiencia militar, y dijo que, "en su opinión, Israel iba a reaccionar de
manera local, a pequeña escala, como habían hecho hasta entonces".
Según el asesor estadounidense, a principios de este verano,
antes de las capturas de Hezbollah, varios funcionarios israelíes visitaron
Washington por separado "con el fin de obtener la luz verde para las operaciones
de bombardeo y averiguar cuánto estaba dispuesto a aguantar Estados Unidos".
"Israel empezó por Cheney. Querían estar seguros de que contaban con su apoyo y
el de su gente, así como el del departamento de Oriente Próximo en el Consejo de
Seguridad Nacional". Después, "convencer a Bush no fue nada difícil, y Condi
Rice estaba de su parte", explica el asesor.
El plan inicial perfilado por los israelíes consistía en una
gran campaña de bombardeos como respuesta a la próxima provocación que hiciera
Hezbollah, según el experto en Oriente Próximo que conoce la forma de pensar de
Estados Unidos e Israel. Los israelíes -dice el ex alto cargo de los servicios
de inteligencia- pensaban que, al atacar las infraestructuras de Líbano,
incluidos depósitos de combustible, carreteras e incluso las pistas civiles del
aeropuerto central de Beirut, podrían convencer a las populosas comunidades
cristiana y suní del país para que se volvieran en contra de Hezbollah. Los
bombardeos han afectado, entre otras cosas, al aeropuerto, las carreteras y los
puentes. Hasta la semana pasada, la fuerza aérea israelí había realizado casi
9.000 misiones. (David Siegel, el portavoz israelí, dice que Israel no atacó más
que lugares vinculados a Hezbollah; el bombardeo de puentes y carreteras
pretendía impedir el transporte de armas).
La prisa de Olmert
El plan israelí, según el ex funcionario de los servicios de
inteligencia, era "exactamente igual a los planes de Estados Unidos respecto a
Irán". (Según funcionarios actuales y retirados, las primeras propuestas de la
fuerza aérea estadounidense sobre un ataque aéreo para destruir las
instalaciones nucleares iraníes se encontraron con la resistencia de los máximos
jefes del ejército, la marina y el cuerpo de marines. Afirman que el plan no
saldrá bien y desembocará inevitablemente, como la guerra israelí contra
Hezbollah, en la utilización de tropas de tierra).
Uzi Arad, que perteneció durante más de 20 años al Mosad, me ha
dicho que, por lo que él sabe, había contactos habituales entre el Gobierno
israelí y el estadounidense, y que, "en todas mis reuniones y conversaciones con
funcionarios del Gobierno, nunca oí que nadie se refiriera a actividades
anteriores de coordinación con Estados Unidos". Le preocupa un aspecto: la prisa
que se dio el Gobierno de Olmert en comenzar la guerra. "Puedo asegurar que
nunca he visto una guerra decidida a tanta velocidad", dice. "Lo normal es que
antes haya que realizar largos análisis".
El principal estratega militar fue el teniente general Dan
Halutz, jefe de Estado Mayor de las FDI (Fuerzas de Defensa Israelíes), que,
cuando pertenecía a la fuerza aérea, participó en la elaboración de un plan de
contingencia para una guerra aérea con Irán. Olmert, antiguo alcalde de
Jerusalén, y Peretz, ex dirigente laborista, no tenían, ni mucho menos, su
experiencia o sus conocimientos.
* Seymour M. Hersh es el periodista que destapó los
abusos de Abu graib. Este artículo fue publicado originalmente en The New
Yorker. Traducción de M. L. Rodríguez Tapia para El País.
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|