07-06-2006
La forma en que a los estadounidenses les gusta
su guerra
Robert Fisk CounterPunch
¿Pudieran ser los muertos que hemos
alcanzado ver, las imágenes granuladas de los cadáveres y los niños sin vida,
tan sólo unos pocos de muchos más? ¿Va más lejos la obra de este ejército de
rufianes, el ejército de los Estados Unidos?
Recuerdo con claridad las
primeras sospechas de que en Iraq se estuvieran cometiendo los crímenes más
abyectos en nuestro nombre. Me encontraba contando cadáveres en una morgue de
Bagdad cuando uno de los funcionarios médicos de mayor rango en la ciudad, y un
viejo amigo, me confesó sus temores. "Todo el mundo trae los muertos aquí",
dijo. “Pero cuando los estadounidenses traen los cadáveres, nos indican que no
podemos realizar autopsias bajo ninguna circunstancia. Nos daban a entender que
ya ellos la han realizado. A veces recibimos un papel como este con un cuerpo.”
Entonces el hombre me entregó un documento militar estadounidense con el perfil
del cuerpo de un hombre dibujado a mano y la frase “heridas por
trauma".
¿Qué tipo de trauma se experimenta ahora en Iraq? ¿Quién está
llevando a cabo la masacre? ¿Quién tira tantos cadáveres a los montones de
basura? Luego de Haditha nuestras sospechas adquirirán nuevas formas.
No
es bueno decir “algunas manzanas podridas”. Todos los ejércitos de ocupación
están corrompidos. Ahora bien, ¿todos cometen crímenes de guerra? Los argelinos
todavía están descubriendo las fosas comunes que dejaron los paramilitares
franceses que aniquilaron aldeas enteras. Conocemos de los violadores asesinos
del ejército ruso en Chechenia.
Todos hemos oído hablar del Domingo
Sangriento. Los israelíes no hicieron nada mientras la milicia libanesa que
actuaba en su nombre asesinó y destripó a 1.700 palestinos. Desde luego, las
palabras My Lai afloran nuevamente. Sí, los nazis fueron mucho peor. Y los
japoneses. Y los ustachi de Croacia. Pero ahora somos nosotros. Este es nuestro
ejército. Estos jóvenes soldados son nuestros representantes en Iraq. Y tienen
sangre inocente en sus manos.
Sospecho que parte del problema es que en
verdad nunca nos preocupamos por los iraquíes, razón por la cual nos negamos a
contar a sus muertos. Cuando los iraquíes la emprendieron contra el ejército de
ocupación con sus bombas en las carreteras y autos suicidas, se convirtieron en
árabes "amarillos", los llamaron como a esos seres infrahumanos que otrora los
estadounidenses identificaron en Vietnam. Y para colmo ha venido un nuevo
presidente de Estados Unidos a decirnos que estamos luchando contra el mal y en
cualquier momento nos despertaremos descubriendo que hasta los niños tienen
cuernos de diablos y los bebés tienen patas con pezuñas.
Recuerde usted
que esta gente es musulmana y que todos pueden convertirse en pequeños Mohamed
Attas. Arrasar con una habitación llena de civiles solamente es un poco peor que
todos esos ataques aéreos promiscuos que nos dicen que matan “terroristas”, pero
que muy a menudo resultan ser los invitados de una boda o –como en
Afganistán—una mezcla de “terroristas” y niños o, como sin duda escucharemos
pronto, “niños terroristas”.
De cierta forma, la culpa es de nosotros los
periodistas. Sin poder salir de Bagdad --o siquiera a las afueras de Bagdad-- la
vastedad de Iraq ha caído bajo una espesa sombra que lo consume todo.
Eventualmente advertimos algunos destellos en la noche –un Haditha o dos en el
desierto—, pero seguimos dócilmente catalogando la cantidad de “terroristas”
supuestamente eliminados en los remotos rincones de Mesopotamia. Ya no
investigamos por miedo al cuchillo del insurgente. Y a los estadounidenses les
gusta así.
Creo que estas cosas se convierten en un hábito. Ya se mira
con indiferencia a los horrores de Abu Ghraib. Era abuso, no tortura. Y entonces
aparece un oficial subalterno en los Estados Unidos acusado de matar a un
general del ejército iraquí, al meterlo de cabeza en un saco de dormir y
sentarse sobre su pecho. Y otra vez, concita pocos titulares. ¿A quién le
importa si cae otro iraquí? ¿Acaso no están tratando de matar a nuestros
muchachos que están allá luchando contra el terrorismo?
A quien se le
puede pedir cuentas cuando los norteamericanos nos consideramos los más
brillantes, los seres más honorables, librando una batalla eterna contra los
asesinos del 11 de septiembre o el 7 de julio, porque amamos tanto a nuestro
país y a nuestro pueblo --pero no a otros pueblos. Así que nos vestimos de
Galahads, sí como cruzados, y decimos a los países que invadimos que vamos a
llevarle la democracia.
No puedo evitar preguntarme hoy cuántos de los
inocentes masacrados en Haditha aprovechó la oportunidad de votar en las
elecciones iraquíes –antes de que sus “libertadores” los
asesinaran.
(Robert Fisk es un reportero del
The Independent y autor de Pity the Nation. Además, es colaborador
de la colección de CounterPunch Las políticas del antisemitismo. El más
reciente libro de Fisk se titular The Conquest of Middle East (La
conquista del Medio Oriente).
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