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El Mundo no Puede Esperar organiza a las personas que viven en Estados Unidos para repudiar y parar el rumbo fascista iniciado durante el régimen de Bush y evidenciado en las ocupaciones asesinas, injustas e ilegítimas de Irak y Afganistán; la “guerra de terror” global de tortura, rendición extraordinaria y espionaje; y la cultura de discriminación, intolerancia y avaricia. A ese rumbo no le darán marcha atrás los líderes que nos instan a buscar puntos en común con fascistas, fanáticos religiosos e imperio. Solo es posible si la población forja una comunidad de resistencia –un movimiento independiente de grandes cantidades de personas—que, actuando en pro de los intereses de la humanidad, pone fin a dichos crímenes y demanda que se procese a los responsables por ellos.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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(Nuevo)
03-15-11

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Jueves 29 de junio de 2006

Solecito Preocupantes, los programas de espionaje de ciudadanos revelados por la prensa

Advierten legisladores de EU que Bush intenta acumular un poder ilimitado

Solecito El presidente hace a un lado el papel de supervisión del Congreso o los tribunales: NYT

DAVID BROOKS CORRESPONSAL

Nueva York, 28 de junio. La Casa Blanca de George W. Bush está intentando convertirse en la presidencia más poderosa en la historia moderna de este país, empleando la llamada "guerra contra el terror" como justificación de sus poderes extraordinarios y casi siempre secretos, advierten legisladores, editorialistas y analistas.

Ayer, el Comité Judicial del Senado (vale recordar que está en manos del Partido Republicano) sostuvo audiencias en donde varios senadores, incluyendo el presidente del comité, el republicano Arlen Specter, acusaron al presidente de un intento "sin precedente" de incrementar el poder presidencial. Se reveló que el presidente ha empleado un instrumento por el que se ha otorgado la autoridad para enmendar o ignorar a su discreción más de 750 leyes desde que asumió su puesto. De acuerdo con la revista Harper's, ese número de "excepciones" supera el total de todos los presidentes de la historia del país, cuyo total acumulado desde George Washington es de 568.

El mecanismo es un memorando que firma el presidente al promulgar ciertas leyes donde se otorga el derecho de no cumplir con aspectos de estas mismas normas, si él considera que podrían violar la Constitución o la seguridad nacional. Por ejemplo, criticó Specter, Bush empleó el mecanismo para reservarse el derecho de interpretar a su gusto la ley contra tortura aprobada abrumadoramente por el Congreso, también medidas para someter a supervisión legislativa disposiciones de seguridad interna contenidas en la Ley Patriota.

No sólo eso, sino los programas de vigilancia y espionaje de ciudadanos estadunidenses revelados últimamente -el más reciente, el monitoreo de transacciones bancarias internacionales y las intervenciones de comunicaciones electrónicas revelado hace seis meses- han provocado alarma entre algunos legisladores, agrupaciones de defensa de derechos humanos y libertades civiles, y de un creciente número de funcionarios de carrera del mismo gobierno (fuente de las filtraciones de éstos y otros programas secretos).

A todo esto también se pueden agregar los programas clandestinos de detención secreta de tal vez miles (nadie sabe) de extranjeros, investigaciones secretas sobre usuarios de bibliotecas, el empleo de tortura y otras medidas que, según algunos, violan leyes estadunidenses. En respuesta, el presidente y su equipo han insistido en que todo es legal bajo los poderes de "emergencia" que se le otorgaron a la presidencia después del 11 de septiembre.

"Desde el 11 de septiembre, el gobierno de Bush ha tomado la necesidad de mayor vigilancia contra el terrorismo y la ha transformado en una justificación para un rama ejecutiva extraordinariamente poderosa, eximida de los límites y equilibrios de nuestro sistema de gobierno", opinó hoy el New York Times en su editorial. "Ha creado nuevas y poderosas herramientas de vigilancia y rehusado, casi como asunto de principio, emplear los procedimientos que reconocen que o el Congreso o los tribunales tienen un papel de supervisión".

Ante esta acumulación de poder, quien cuestione esto es ferozmente confrontado por este gobierno. Hasta la fecha, el gobierno de Bush ha logrado invertir toda acusación de posible abuso de poder en un cuestionamiento de la lealtad e integridad de sus acusadores. Además de los "terroristas" potenciales, todos quienes revelan secretos de Estado, se atreven a rehusar órdenes y critican desde adentro o afuera el propósito del gobierno, se convierten en sospechosos y quienes "dañan" al país y su lucha contra "el mal".

Los medios, bibliotecarios en Connecticut, el embajador Joseph Wilson, el ex zar antiterrorista Richard Clarke, el representante y veterano condecorado de guerra John Murtha, la madre de un soldado muerto en Irak -Cindy Sheehan-, miles de árabes y musulmanes en este país, agrupaciones de derechos humanos, políticos que demandan el fin de la guerra, entre otros, son sospechosos de ser antipatrióticos, antiestadunidenses y hasta colaboradores del enemigo, según el gobierno de Bush.

La campaña lanzada por el presidente y su equipo contra el New York Times y los medios esta semana es parte de esta maniobra para establecer mayores poderes presidenciales y suprimir toda critica de ello, alertan periodistas. Hoy la Cámara está considerando una resolución de condena al New York Times por revelar programas secretos del gobierno.

"Lo que el presidente y sus voceros nuevamente están aseverando es que el desempeño de esta 'guerra contra el terror' mal definida y abierta es más importante que los derechos democráticos básicos en general y la constitucionalmente consagrada libertad de la prensa en particular", opina el veterano periodista Robert Scheer.

En su columna para Truthdig.com agrega: "aquí hay mucho en riesgo. Ya nos han informado que tenemos que aguantar las mentiras oficiales sobre las armas de destrucción masiva en Irak, la tortura sin precedente de prisioneros de guerra y un programa masivo de intervención de comunicaciones electrónicos y otras invasiones de privacidad. Ahora, el objetivo es más básico -la libertad de la prensa para reportar sobre estas mismas actividades nefarias del gobierno".

Scheer acusa que los argumentos oficiales en defensa de este "asalto de la libertad es el refrán conocido de los dictadores... quienes se agarran del poder a expensas de la democracia: Estamos en una guerra con un enemigo tan poderoso y engañoso que no podemos salvaguardar el gobierno transparente y que rinde cuentas".

El editor del Los Angeles Times, Dean Baquet, publicó una carta a sus lectores defendiendo la decisión de publicar información sobre el programa secreto de monitoreo de transacciones bancarias, poco después del New York Times. Señala que estaba cumpliendo el papel de una prensa independiente como lo establecieron los fundadores del país. Agrega que "la historia nos ha enseñado que el gobierno no siempre es honesto cuando cita el secreto como razón para no publicar algo". Cita al famoso juez de la Suprema Corte Hugo Black, quien presidió el caso para detener la publicación de los famosos "Papeles del Pentágono" a principios de los setenta, declarando en aquel entonces: "Mantener secretos militares y diplomáticos a expensas de un gobierno representativo informado no otorga seguridad real para nuestra República".

Sin embargo, la expansión del Poder Ejecutivo continua sin grandes desafíos hasta la fecha. Los analistas lo documentan, algunos políticos y organizaciones de defensa de derechos constitucionales y de libertades civiles no se cansan de denunciarlo, y ahora algunos medios bajo fuego defienden su derecho a publicar notas críticas o que revelan "secretos" oficiales, incluyendo posibles abusos de autoridad presidencial. Pero no hay nada que se parezca, por el momento, a una gran expresión popular en defensa de la democracia que tanto se glorifica todos los días aquí.


 

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