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El Mundo no Puede Esperar organiza a las personas que viven en Estados Unidos para repudiar y parar el rumbo fascista iniciado durante el régimen de Bush y evidenciado en las ocupaciones asesinas, injustas e ilegítimas de Irak y Afganistán; la “guerra de terror” global de tortura, rendición extraordinaria y espionaje; y la cultura de discriminación, intolerancia y avaricia. A ese rumbo no le darán marcha atrás los líderes que nos instan a buscar puntos en común con fascistas, fanáticos religiosos e imperio. Solo es posible si la población forja una comunidad de resistencia –un movimiento independiente de grandes cantidades de personas—que, actuando en pro de los intereses de la humanidad, pone fin a dichos crímenes y demanda que se procese a los responsables por ellos.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

¡NO MAS!
¡Ningún ser humano es ilegal!

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Inmigrante se hace oír en medio de polémica

Lucha en Virginia por reivindicar los derechos de hispanos

MANASSAS, Virginia.— En el pintoresco vecindario de Manassas, con antiguas casas de ladrillos rojos, un enorme cartel recibe a los turistas y viajeros suburbanos, no precisamente instalado por la Cámara de Comercio local.

"El CPW y Manassas, capital nacional de la intolerancia", declara, en letras rojas y azules pintadas a mano. El letrero, de 12 metros (40 pies) de largo y 3.50 metros (12 pies) de ancho, se alza en la propiedad de Gaudencio Fernández, de 47 años de edad, un contratista que emigró a Estados Unidos desde México en 1979.

Es una gráfica condena al condado Prince William y la ciudad de Manassas, que equipara los esfuerzos por reprimir a los inmigrantes indocumentados en su jurisdicción con la esclavitud y el Ku Klux Klan. "Exigimos igualdad y justicia para todos", concluye el cartel. "No seremos los esclavos del siglo XXI".

Desde que apareció en el otoño, el cartel —llamado "El muro de la libertad" por los partidarios de Fernández, en referencia a su dirección, en el 9500 de la calle Liberty— se ha convertido en un símbolo político y un punto de encuentro para quienes lo consideran un acto de desafío.

El texto ha cambiado algunas pocas veces, pero su mensaje sigue siendo el mismo: los inmigrantes hispanos han sido explotados por residentes blancos racistas y desagradecidos que se aprovecharon de su trabajo y ahora quieren que se vayan.

Para muchos residentes y propietarios de negocios, el cartel es una diatriba desagradable. Comparar el cumplimiento estricto de las leyes de inmigración con genocidio y esclavitud es ofensivo, insultante y exagerado, dicen.

Numerosas notas editoriales locales y cartas a las autoridades de Manassas han instado desde hace meses a la municipalidad a retirar el cartel. Vándalos con menos paciencia lo han atacado varias veces, incluyendo un intento fallido por destruirlo con una bomba incendiaria el año pasado.

Pese a las presiones públicas, las autoridades de Manassas han actuado con prudencia. Mientras está pendiente una investigación del Departamento de Justicia a la municipalidad local por prácticas injustas sobre vivienda, como también una demanda por discriminación contra la ciudad, las autoridades municipales se previenen de nuevas demandas y críticas raciales.

Por lo general, las autoridades y los concejales se han mostrado silenciosos o circunspectos al discutir la cuestión de Fernández y su cartel, ansiosos por evitar que se agrave la situación. En cambio, han presionado a Fernández para que obtenga un permiso de construcción para el cartel o que lo retire, pero el contratista se ha negado, citando el derecho a la libertad de expresión.

La municipalidad se propone llevar a Fernández ante la justicia. Recientemente envió a la policía a su casa para entregarle un citatorio. El administrador municipal, Lawrence Hughes, dijo que Manassas sencillamente está haciendo cumplir las normas de la ciudad, y que, aunque el texto del cartel es ofensivo para muchos residentes, no es eso lo que está en juego.

Fernández puede escribir lo que quiera en una estructura existente y legal porque la ciudad no tiene una ordenanza contra los carteles, dijo Hughes. Pero las autoridades municipales dicen que como el cartel está montado sobre el muro restante de una casa que se incendió en 2006, y que Fernández reforzó el cartel con una base de madera, debió haber solicitado un permiso de construcción.

"Si cualquiera puede construir algo que quiera, cuando quiera, entonces no tendríamos un código de construcción", dijo Hughes. "Hemos equilibrado la cuestión de la libertad de palabra con la necesidad de hacer cumplir el código de construcción".

Los inspectores municipales han dicho que Fernández no ha mantenido la propiedad en buen estado y que ha posibilitado "un hábitat para animales indeseables", incluyendo ratas y serpientes. Fernández dice que no es verdad.

Aduciendo que son esfuerzos de la municipalidad por acallarlo, Fernández insiste en que no retirará el cartel ni permitirá que lo retiren. Por el contrario, planea agrandar la estructura y ha gastado 1,500 dólares en planes para una nueva pared más grande, en forma de L, de 43 metros (140 pies) por 19 metros (61 pies) a lo largo de toda su propiedad.

El nuevo cartel, afirmó, tendrá murales y leyendas alusivas a la historia de la injusticia racial en Estados Unidos. "Realmente quiero que la comunidad vea lo que se nos ha hecho a la gente de color en estos últimos 500 años", dijo Fernández, cuyo mensaje a los "estadounidenses europeos" de Manassas considera que los inmigrantes hispanos son "nativos americanos" con derecho histórico a vivir en Estados Unidos.

Para construir dicha instalación en su propiedad, Fernández necesitaría solicitar a la municipalidad un permiso especial, porque la propiedad está en una zona residencial. Hughes dijo que considera el cartel de uso comercial, aunque su propietario trata de difundir un mensaje político y no tiene fines de lucro.

Fernández dijo que compró la casa y el terreno en el año 2003, y que la estructura original data de 1880. Está en el extremo de una cuadra que es el último vestigio de lo que fue históricamente el barrio afroamericano de Manassas. La casa no era considerada propiedad histórica, dijo Hugues, debido a las muchas alteraciones y adiciones que se le hicieron a lo largo de décadas.


 

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