Revolución #72, 10 de
diciembre de 2006
La batalla por los derechos de los migrantes vs. las necesidades
estratégicas del imperio yanqui
Millones de personas sienten un gran alivio, hasta euforia, por la victoria
de los demócratas y esperan que lleve a un cambio positivo. Pero en realidad las
elecciones fortalecieron una dinámica muy negativa para la frontera y los
migrantes, y podrían preparar el terreno para una serie de leyes muy peligrosas
y de graves consecuencias cuando el Congreso vuelva a reunirse en enero.
Nancy Pelosi, la nueva presidenta de la Cámara de Representantes, anunció que
la inmigración será uno de los primeros frentes de trabajo bipartidista con la
Casa Blanca. Esto marcará la pauta para los temas de la frontera y los
migrantes, y para la cooperación de los demócratas con Bush. Por su parte, Bush
ha dicho que su mayor prioridad nacional es una “reforma integral de la política
migratoria” y que tiene “mucho en común con los demócratas”. Todos los
principales líderes demócratas, de Barack Obama a Hillary Clinton (quien criticó
a Bush por no reforzar “de manera exponencial” la Patrulla Fronteriza como
ella sugirió), apoyan el programa de Bush de “reforma integral” (lo que
significa un programa de trabajadores huéspedes).
Existe un amplio consenso de la clase dominante y de sus representantes
políticos (tanto demócratas como republicanos) de que hay que “asegurar” la
frontera. Lo que queda por resolver es cómo crear un programa de trabajadores
temporales que satisfaga la necesidad de mano de obra para superexplotar
(especialmente en la agricultura, donde los migrantes son más del 70% de los
trabajadores).
Este consenso bipartidista puede explicar por qué Bush corrió a firmar la Ley
de Valla Segura a finales de octubre, que autoriza la construcción de un muro de
1,200 kilómetros, más puntos de control y tecnología avanzada, como vehículos
aéreos teledirigidos, para cazar a los que crucen la frontera. La construcción
del muro era parte del proyecto de ley Sensenbrenner (HR 4437), que millones de
personas rechazaron en las calles en la primavera por ser una medida fascista.
Otro aspecto de dicho proyecto de ley era criminalizar a todos los que contraten
o ayuden a los migrantes.
Un proyecto de ley “aceptable para ambos partidos” que aprobó el Senado es
igualmente represivo y sigue el plan de Bush, aunque no criminaliza a los que
ayuden a los migrantes. Propone una cerca triple a lo largo de la frontera, un
gran aumento de la Patrulla Fronteriza y de centros de detención, y que el
inglés sea el idioma oficial.
Mucha gente cree que ese proyecto de ley es algo positivo, inclusive gente
progresista y que apoya a los migrantes. Pero es muy malo para el pueblo.
Redobla la represión contra los migrantes y, fundamentalmente, tiene grandes
implicaciones para la organización de esta sociedad y las relaciones con México,
como parte de la guerra contra el mundo.
Definir el debate y moldear la opinión pública
Demos un vistazo a lo que pasó en las elecciones en Arizona. La clase
dominante no ha acordado cómo responder a la situación, pero las elecciones
fueron el viejo cuento de policías buenos y policías malos, o sea, candidatos
“moderados” contra los reaccionarios Minutemen. Estos no ganaron, pero sí
lograron definir el debate y hacer que el programa reaccionario de Bush y los
demócratas pareciera “lo mejor posible”. Pero la dinámica de las elecciones le
dio credibilidad a los Minutemen. Se presentaron como una “alternativa posible”
en la discusión sobre la inmigración, y los recibieron como una parte legítima
del debate político (como hace años cuando trataron a David Duke, dirigente del
Ku Klux Klan, como un candidato serio que merecía que lo escucharan).
En tal atmósfera, no es sorprendente que los votantes aprobaran cuatro
iniciativas antimigrantes (que restringen el derecho de salir bajo fianza, de
recibir ayuda pública, de recibir indemnización por daños y perjuicios, y que
declaran que el inglés es el idioma estatal oficial). Eso sucedió en el único
estado en que perdió una ley para prohibir el matrimonio gay (de ocho en que se
llevó a votación). Esto indica la complejidad de la situación política actual:
incluso los que rechazan aspectos del programa de los fascistas cristianos se
han tragado elementos del ataque fascista contra los migrantes.
Muchos representantes de la clase dominante, como los senadores Tam Tancredo
(ultrarreacionario) y Hillary Clinton, dicen que la inmigración y el control
fronterizo deben ser un elemento de la “guerra contra el terror” y de la
seguridad nacional. Robert Mueller, director del FBI, dijo que “ciertos
individuos de países que tienen vínculos establecidos con Al Qaeda han intentado
cruzar la frontera ilegalmente por medio de traficantes de extranjeros y con
apariencia hispana”. Un informedel Comité sobre Seguridad de la Patria de la
Cámara de Representantes dijo que Hugo Chávez, presidente venezolano,
proporciona documentos falsos para que los terroristas de todo el mundo entren a
Estados Unidos.
Preocupaciones fronterizas del imperio
La actual frontera se estableció como resultado de la invasión a México de
1846, cuando Estados Unidos se apoderó de la mitad del territorio mexicano para
expandir el sistema de esclavitud. Los capitalistas y el capital estadounidenses
llevan 160 años cruzando la frontera sin pensarlo dos veces para dominar el
país, saquear los recursos económicos y humanos, y pisotear las instituciones
políticas, sociales y culturales. En 1916, Estados Unidos despachó las fuerzas
armadas a aplastar la revolución mexicana.
Desde 1994, el Tratado de Libre Comercio (TLC/NAFTA) ha arruinado a millones
de campesinos mexicanos, que no pueden competir con los productos agrícolas
baratos que inundan el país. Muchas maquiladoras de productos baratos para el
mercado estadounidense se han trasladado a China, donde pagan aun menos. El
proceso global de explotación ha causado migración y miseria humanas sin
precedente en muchos países, como México.
El control de la frontera no es un tema secundario para los imperialistas. Es
esencial, especialmente durante la actual campaña para establecerse como un
imperio indiscutible e indisputable. No es simplemente cuestión de vigilar
quiénes cruzan la frontera en general. El plan de Bush de seguir militarizando
una zona ya militarizada tiene una dimensión mayor: el temor de trastornos
sociales y políticos, y hasta de un levantamiento revolucionario, que podrían
cruzar la frontera.
Es decir, fuera de echarle la culpa a los migrantes por los problemas
sociales, los imperialistas están respondiendo a verdaderas necesidades y
temores sobre la estabilidad política y social del país y de su “patio”. Por eso
le prestan mucha atención a lo que pasa en México, como el levantamiento de
Oaxaca, y consideran que la frontera y los millones de migrantes que la cruzan
son parte de las fuerzas centrífugas que amenazan la cohesión nacional (cuya
base es la supremacía blanca y la dominación imperialista de México y otros
países). Estados Unidos es la única potencia imperialista que tiene una frontera
directa con uno de los países que saquea, y que capta a millones para seguir
explotándolos dentro de sus propias fronteras.
Fuera “de las sombras” y bajo la luz fascista
En vista de todo esto, la clase dominante ha llegado al consenso de que tiene
que sacar a millones de migrantes “de las sombras”. Esto tiene varias metas:
satisfacer la sed del sistema de mano de obra barata, mantener a este sector
como una casta inferior, y vigilar e impedir la resistencia y la agitación
social. El plan imperialista de guerra sin fin requiere estabilidad en el
“frente interno”, o sea, una población y fuerza de trabajo dócil, con millones
de migrantes superexplotados. Por eso el sistema no puede permitir que millones
de personas sigan viviendo “fuera de la ley”.
Esto es de especial importancia cuando se trata de un sector de la base de la
sociedad que conoce la cruel realidad de lo que hace Estados Unidos en México y
otros países. En vista de la historia imperialista de Estados Unidos y de las
realidades del programa de Bush, ¿cuáles son las implicaciones de tener docenas
de miles de agentes de la Patrulla Fronteriza y tropas de la Guardia Nacional en
la frontera si el gobierno decide intervenir en México, Centroamérica u otras
partes de Latinoamérica? ¿Y quién dijo que no los puede usar para reprimir un
trastorno en ESTE lado?
Resistencia y revolución
Lo que se necesita ahora es redoblar y ampliar la lucha de los migrantes que
empezó en la primavera. No se puede transigir en los derechos fundamentales de
los migrantes ni en la oposición a la militarización de la frontera. No puede
haber terreno común con el programa de Bush y la represión integral de los
migrantes. Hay que librar una lucha ideológica con la clase trabajadora y los
oprimidos, y otros sectores, para que capten que los mismos intereses y fuerzas
que los obligan a emigrar a Estados Unidos (y que crean los sistemas de opresión
y explotación en sus países de origen) oprimen y explotan a los negros y demás
masas aquí. Hay que ayudar a todos a ver que tenemos un opresor común y un
interés común en luchar para quitarnos de encima este sistema.
Ese potencial se vio en forma embrionaria cuando llevaron a cabo redadas de
migrantes en Arkadelphia, Arkansas, un pequeño pueblo en una zona religiosa y
conservadora, y unos trabajadores negros, gente de clase media y hasta empleados
del gobierno municipal apoyaron a los migrantes (Boston Globe, 24 de
julio de 2006). O cuando los Minutemen, supuestamente dirigidos por un negro,
fueron al parque Leimert de Los Ángeles, un barrio negro, y tropezaron con
muchos manifestantes airados, tanto negros como blancos. En octubre, los
estudiantes de la Universidad Columbia protestaron contra un programa de los
Minutemen.
Urge forjar alianzas de distintos sectores populares, especialmente de los
oprimidos y los proletarios, para derrotar los ataques contra los migrantes y
prepararse para los mayores trastornos que se avecinan, e inclusive potenciales
levantamientos revolucionarios. La actual crisis puede empujar la situación en
una variedad de direcciones. Pero por su cuenta, la situación será peor para las
masas, de ambos lados de la frontera y por todo el mundo.
La compleja dinámica subyacente de este sistema empuja al gobierno de Bush y
al Partido Demócrata a unirse para controlar la frontera y reprimir a las masas
de migrantes. Eso exige una resistencia masiva, de múltiples aspectos y
dimensiones, para cambiar la situación y acelerar la posibilidad de que se
presenten aperturas revolucionarias, y de aprovecharlas si se presentan, en uno
o ambos lados de la frontera.
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