Revolución #47, 21
de Mayo 2006
Entrevista de Revolución
Ray McGovern: Rumsfeld el mentiroso cae in fraganti… y por televisión
Larry Everest
Actuar con valor y decir la verdad con audacia, aunque solo sea una persona,
pueden galvanizar a millones. Eso pasó el año pasado cuando Cindy Sheehan acampó
frente al rancho de Bush en Crawford, Texas, y demandó que le explicara por qué
“causa noble” murió su hijo en Irak. Volvió a suceder el 4 de mayo en Atlanta
cuando Ray McGovern, analista de la CIA por 27 años, fundador de Veteran
Intelligence Professionals for Sanity (VIPS) y participante en la Comisión sobre
Crímenes de Bush, careó al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, por las
mentiras que dijo sobre la guerra de Irak y lo agarró in fraganti por
la TV nacional.
Cuando Rumsfeld empezó su discurso en Atlanta, una señora se puso de pie y
gritó: “No puedo guardar silencio, a este hombre lo deben meter a la cárcel por
crímenes de guerra. ¡Hay que sacar corriendo al gobierno de Bush!”. Otras dos
personas se pusieron de pie y lo acusaron de crímenes de guerra y de mentir, y
una tercera persona se puso de pie y le dio la espalda. Luego, durante las
preguntas, Ray McGovern lo confrontó con los hechos.
Ray McGovern (citando un informe del New York Times): Atlanta, 27 de
septiembre de 2002, Donald Rumsfeld dijo (entre comillas): “Hay evidencia
irrefutable de que Al Qaeda está ligada al gobierno de Saddam Hussein”. ¿Fue una
mentira, señor Rumsfeld?... ¿Por qué mintió para meternos en una guerra que no
era necesaria y que ha causado tantas bajas?
Rumsfeld: Bueno, primero que todo, no he mentido. No mentí al decir eso.
Colin Powell no mintió… parece que no había armas de destrucción masiva.
McGovern: Usted dijo que sabía que había armas.
Rumsfeld: No, yo dije que sospechábamos que había armas y…
McGovern: Usted dijo que sabía dónde estaban: “Cerca de Tikrit, cerca de
Bagdad, en el noreste, al sur, al oeste de ahí”. Esas son sus palabras…
Rumsfeld: Mis palabras, mis palabras fueron que…
[Esto es lo que Rumsfeld le dijo a George Stephanopoulos de ABC el 30 de
marzo del 2003: “Sabemos dónde están (las armas de destrucción masiva).
Están en los alrededores de Tikrit y Bagdad, y al este, al oeste, al sur y al
norte”].
El careo de McGovern y Rumsfeld inmediatamente recorrió la prensa y el
ciberespacio. Los canales CNN, MSNBC y otros transmitieron el diálogo y
compararon las palabras de McGovern con las declaraciones de Rumsfeld del 30 de
marzo de 2003. Esto confirmó que Rumsfeld mentía… otra vez. El cómico Jon
Stewart lo aprovechó para burlarse de
Rumsfeld y fue el tema del principal editorial del New York Times
del 7 de mayo.
Entrevisté a Ray McGovern sobre el encuentro.
Larry Everest: ¿Por qué decidiste enfocarte en la cuestión de las mentiras de
Rumsfeld sobre la guerra?
Ray McGovern: Esa mañana estaba leyendo noticias en internet y vi que mi ex
colega Paul Pillar mencionó en una entrevista la “campaña de manipulación de
inteligencia” que trató de crear de la nada lazos entre Irak y Al Qaeda. Pillar
se jubiló el año pasado como el analista/director de más alto nivel del Medio
Oriente y ahora está haciendo críticas.
Así que esa mañana me puse a pensar en la inescrupulosa manipulación de
inteligencia que se usó para engañar al Congreso a que votara por una guerra
innecesaria, pero eso no era lo que más quería preguntarle al secretario de
Defensa. He tenido muchas ganas de que alguien le pregunte directamente si
estuvo involucrado personalmente en la tortura de detenidos. Tenía fresco en la
memoria un informe oficial del Inspector General del ejército que salió el mes
pasado… y contiene testimonio jurado del teniente general Randall M. Schmidt,
quien entrevistó a Rumsfeld dos veces a principios del 2005. Schmidt declaró que
Rumsfeld “estuvo involucrado personalmente en el interrogatorio en Guantánamo en
diciembre del 2002 de Mohammed al-Kahtani, un detenido de Al Qaeda de mucho
interés”. El 2 de diciembre de ese año, Rumsfeld aprobó 16 tácticas de
interrogación más duras contra Kahtani.
Los investigadores del ejército calificaron de “degradantes e insultantes”
las medidas que implementaron los soldados por aprobación de Rumsfeld. Él
“hablaba todas las semanas” con el conocido general de división Geoffrey Miller,
con sus condecoraciones de Guantánamo y Abu Ghraib (que ahora se está amparando
en el derecho a no auto-incriminarse). Durante los 48 días de interrogatorio de
18 a 20 horas diarias de Kahtani, lo obligaban a hacer “trucos de perro” con una
correa al cuello, lo paraban desnudo frente a una interrogadora y le ponían ropa
interior de mujer. El teniente general Schmidt dice que cuando le preguntó a
Rumsfeld sobre esto, le contestó: “Dios mío, ¿que yo autoricé que le pusieran un
brassier y pantaletas en la cabeza?”. Por eso tenía ganas de hacerle a Rumsfeld
la pregunta obvia que los melindrosos periodistas acreditados por el Pentágono
jamás le harán: “Bueno, ¿lo hizo o no lo hizo?”.
Pero lo que Pillar dijo ese día sobre la creación artificial de lazos
inexistentes entre Irak y Al Qaeda me pareció una mejor pregunta porque Rumsfeld
mismo dijo que la evidencia era “irrefutable” y eso eliminaba el pretexto de la
corrupción de la inteligencia. El éxito de esa campaña se puede ver en el hecho
de por mucho tiempo el 69% de los estadounidenses lo creyó. Fue una mentira
descarada que hizo correr asiduamente el gobierno y, desde el punto de vista de
la Casa Blanca, dio buen fruto.
Esa era una manzana de la discordia para mí porque tipos como Rumsfeld y
Cheney nos pusieron mucha presión a la CIA para hallar evidencia de lazos
considerables entre Al Qaeda y Saddam. La CIA trabajó duro por años hasta que
llegamos a la conclusión de que no existían lazos sustanciales. Sin embargo,
Rumsfeld dijo que las pruebas eran “irrefutables”.
O sea que estaba pensando en lo que dijo Paul Pillar. Y en esas pasó otra
cosa. Cuando el secretario de Defensa llevaba varios minutos hablando, dos
señoras lo interrumpieron y lo acusaron de decir mentiras. Rumsfeld paró y
después de que las sacaron decidió responder como si hubieran acusado al
presidente, no a él. Se retorció las manos y sermoneó solemnemente:
“Al presidente con frecuencia le hacen esa acusación por una razón u otra y
es tan incorrecta, tan injusta y tan destructiva de un sistema libre en que la
gente tiene que tenerse confianza y tenerle confianza al gobierno. La idea de
que los miembros del gobierno mienten destruye esa confianza y de fondo es
falsa”.
Para mí esa fue la última gota: la finta de aborrecer la mentira y su
destructividad. Excelente material para el cómico Jon Stewart o para el programa
Saturday Night Live, pero escandaloso. Eso hizo que la sangre irlandesa se me
subiera a la cabeza. Ahí decidí que a la hora de las preguntas trataría de
preguntarle sobre eso, sobre las mentiras; pero material no me faltaba.
Everest: ¿Cómo reaccionó él ante la pregunta?
McGovern: Pareció sorprendido. Cuando dije que soy un veterano de la CIA de
27 años, como que sonrió; ha de haber pensado: “Este amigo no me dará
problemas”. Cuando dije que soy miembro de Veteran Intelligence Professionals
for Sanity, su actitud cambió un poco. Empecé felicitando a Rumsfeld por su
comentario de que las mentiras destruyen la confianza que el gobierno necesita
para gobernar. Luego le pregunté por qué había dicho que las pruebas eran
“irrefutables” cuando prácticamente todos los analistas de inteligencia habían
dicho que no existían.
Everest: ¿Qué respuesta has recibido?
McGovern: La respuesta de la prensa ha sido interesante. Tan pronto salí,
recibí una llamada de CNN; me preguntaron por mis fuentes y les di todos los
detalles. A los 10 minutos estaba invitado a varios programas de CNN esa noche.
Claramente, CNN verificó los hechos, comprobó que yo dije la verdad y le pareció
que el encuentro con Rumsfeld era noticia. No sé si eso hubiera sucedido hace un
año.
Esa noche CNN y Keith Olbermann de MSNBC se tomaron la molestia de presentar
las citas anteriores de Rumsfeld y las compararon con lo que dijo la semana
pasada en Atlanta. Las cadenas CBS y Fox solo dijeron: “McGovern dijo esto y
Rumsfeld dijo lo otro”. Lo mismo de siempre, sin verificar los hechos ni buscar
la verdad.
Everest: Has trazado una importante comparación entre los Estados Unidos de
hoy y la Alemania de los años 30. ¿Qué cambios has visto en Estados Unidos que
te hacen pensar de esa manera, que te preocupan tanto?
McGovern: En primer lugar, tenemos que reafirmar la primacía del estado de
derecho. La frase típica de la Casa Blanca es que después del 11 de septiembre
todo ha cambiado y que ahora hay un nuevo “paradigma”. Ojalá no hayamos
remplazado la Constitución con ese nuevo “paradigma”. Si lo primordial sigue
siendo la Constitución, los legisladores y otros líderes deben confrontar las
claras ilegalidades que se están cometiendo. Es difícil llevar la cuenta porque
son tantas; cada semana hay una nueva injusticia y es muy difícil priorizarlas y
decidir en cuál concentrarse.
Pero si no prestamos atención a estas violaciones de la ley, el fascismo se
va a colar. En realidad, ya vamos por ese camino; por ejemplo, cuando vemos lo
que ha estado haciendo la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) por órdenes del
presidente; cuando vemos que un oficial de la fuerza aérea, Michael Hayden, es
incapaz de defender los principios del derecho y se deja corromper por la
cercanía al poder, nos encontramos en una situación muy peligrosa. Hayden, como
yo y todos los otros oficiales, juró defender la Constitución; también nos
enseñaron que ningún oficial militar tiene la obligación de cumplir una orden
ilegal, que no se le permite. Nadie en el país sabía más sobre la ley FISA
(Foreign Intelligence Surveillance Act—Ley de Vigilancia de Inteligencia
Extranjera), de 1978 que Hayden. Él sabía que era ilegal espiar a los americanos
sin orden judicial, y así y todo hizo un saludo militar lo hizo. El espionaje
sin autorización no es ilegal por una razón caprichosa; es ilegal por lo que se
hizo antes de 1975, cuando la Comisión Church documentó los increíbles abusos de
la Cuarta Enmienda por el espionaje del presidente Richard Nixon, el director
del FBI, J. Edgard Hoover, y otros, como por ejemplo la intervención de llamadas
telefónicas de Martin Luther King y tratar de chantajearlo.
Así que tenemos la ley. Si se considera que una ley está pasada de moda, se
le pide al Congreso que la cambie. No se puede simplemente saltársela. Si uno se
pone a saltarse las leyes, nuestra democracia está perdida. En una palabra, el
Congreso formula las leyes y la rama ejecutiva debe implementarlas y
observarlas. Ningún presidente tiene el poder de decir: “Vamos a descartar las
leyes porque después del 11 de septiembre todo ha cambiado”. Si se le permite
actuar de esa manera, ponemos en peligro todas las leyes, como ya lo está
haciendo el presidente con sus “declaraciones a la hora de firmar”. Todo eso
corroe el proceso democrático y las protecciones constitucionales, y en últimas
puede llevar a al fin de la república.
Encima, para echar sal en la herida, muchas de esas acciones las mantienen en
secreto. El conocimiento es el oxígeno de la democracia y poco a poco nos están
asfixiando. ¡Abajo el nuevo “paradigma”!
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Nuestro portal revcom.us tiene otro
artículo sobre la participación de Ray McGovern en la Comisión sobre Crímenes de
Guerra de Bush y su reciente presentación en el programa de noticias de la
cadena de televisión pública PBS “News Hour with Jim Lehrer”.
La transmisión de
MSNBC del careo de McGovern y Rumsfeld y las protestas organizadas por el
Mundo No Puede Esperar y otros está en la internet.
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