Daniel Ellsberg: 19 de marzo de 2008 Comentarios durante el
plantón
Los comentarios de Daniel Ellsberg en la protesta
de San Francisco
Miércoles 19 de Marzo de 2008
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar
[Estos fueron mis comentarios a varios cientos de activistas y seguidores que
participaron en una protesta (en la cual fingían todos estar muertos y tendidos
en la pista) en el centro de San Francisco al mediodía de hoy, 19 de Marzo de
2008, en el quinto aniversario del inicio del shock y temor en Irak. Todos
aquellos que interrumpieron el tráfico –sorprendentemente por un par de horas,
antes de que todos fuéramos arrestados- fueron esposados, fichados y liberados
algunas horas después con una posterior citación a la corte. Yo escogí
parafrasear, en parte, una declaración que hizo mi hijo mayor Robert, en
Colorado hace ya 30 años para esta primavera, cuando estábamos en juicio por
bloquear las vías del tren que conducían a la Planta de Producción Nuclear Rocky
Flats en 1978.]
En este quinto aniversario del crimen americano contra la paz -que aún sigue
en marcha- es necesario recordar también el 40 aniversario –que se cumplió hace
cuatro días, el pasado Domingo- de un crimen de guerra americano en un pequeño
pueblo llamado My Lai. El 16 de Marzo de 1968, soldados americanos –tan
valientes como cualquiera de los que pelean ahora en Irak- obedecieron órdenes
descaradamente ilegales de matar a 504 vietnamitas civiles, casi todas mujeres,
niños y bebés.
La Guerra en Irak es obviamente un My Lai, pero en la escala de un millar. El
cálculo más aproximado del total de civiles asesinados en esta guerra, como el
del año pasado, es 1.2 millón. No todos ellos, de cualquier forma, han sido
asesinados por americanos. Muchos han muerto a manos de iraquíes; pero el poder
aéreo americano ha asesinado a una gran proporción de esos civiles, junto con
indiscriminado fuego en tierra; además fue una decisión americana que desató
esta masacre hace 5 años. 1.2 millón de personas, lo cual corresponde a un My
Lai por día, todos los días, por seis años y medio. Eso es más de lo que esta
guerra ha durado, pero ni siquiera tan largo como lo que probablemente
durará.
El candidato republicano a la presidencia ha calculado una ocupación de
cincuenta a cien años. Eso podría terminar siendo bastante realista. De los dos
candidatos demócratas, ninguno de ellos ha estado dispuesto a comprometerse –ni
siquiera en intención- a retirar a todos los soldados americanos de Irak para
fines de su primer mandato: en cinco años. Eso es inaceptable. Pero esa
situación no cambiará a menos que la los americanos pidan que cambie. Debemos
pedir que nuestros representantes en el Congreso –como la representante Barbara
Lee y otros han propuesto en resoluciones que no han alcanzado el piso por un
voto- corten totalmente los fondos para cualquier presencia americana en Irak,
incluyendo bases permanentes, a menos que exista un compromiso de retirar a las
tropas luego de un período de meses. Debemos demandar al candidato que quiera
nuestro apoyo que se comprometa con el mismo objetivo.
La gente tendida aquí en la calle [mientras yo empezaba con estos
comentarios, la gente había empezado a tenderse en la pista, en señal de
protesta, en el medio de la intersección de las calles Market y Montgomery en el
centro de San Francisco, en frente de la oficina de la senadora Diane Feinstein]
simboliza tanto a los casi cuatro mil americanos muertos como a más de un millón
de iraquíes que han muerto en la guerra. Pero también expresan, con sus cuerpos,
que esta guerra está continuando, así como empezó, sin nuestro
consentimiento.
Al estar tendidos aquí –obstruyendo por momentos u horas- cincuenta de
nosotros, un ciento, un mil a lo ancho del país, no tenemos el poder de terminar
esta guerra. Pero estamos tratando de mostrar que nosotros como personas –si
tenemos el deseo y la determinación- sí tenemos el poder: el poder de cambiarnos
a nosotros mismos y a la historia. Nosotros como personas tienen el poder de
terminar esta guerra. Y eso es lo que debemos hacer.
Sigamos trabajando en esto.
(A estas Alturas, mi esposa Patricia y yo nos hemos unido a más de sesenta
personas tendidas en la intersección, deteniendo el tráfico y esperando ser
arrestados)
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