La Raza Publicado el 09-03-2006
Consignas y pancartas en favor de Elvira Arellano
Entre solemne y festiva, la Gran Marcha Laboral de Los Angeles fue un
reclamo de amnistía
Con menos asistentes que en marchas anteriores, pero con el mismo fervor para
exigir la legalización de los más de 12 millones de personas indocumentadas,
unas cinco mil personas inundaron nuevamente las calles del centro de Los
Ángeles.
Aunque predominaban las banderas estadounidenses y las
camisetas blancas, no faltaron las banderas de los diferentes países de
Latinoamérica, especialmente la de México.
Carlos, de 9 años de edad,
era uno de los niños estadounidenses hijo de inmigrantes que dijo: "Estoy aquí
para apoyar a mis padres. Ellos no tienen papeles y yo quiero que se queden
conmigo".
Trini Quezada tenía todo listo para irse de campamento a un
lago durante el fin de semana largo, pero pospuso su salida para horas de la
tarde para poder asistir a la marcha. "Es muy importante para mí apoyar a una
mujer como la señora [Elvira] Arellano, que está en Chicago luchando por
quedarse a la par de su hijo. Ella tiene los pantalones para pelear por una
causa justa, me enorgullece que sea mexicana", señaló Quezada.
Andrés
Sánchez, residente de Pomona, vino hace tres años de México y sabe que si el
Congreso aprueba una de las dos propuestas de ley que actualmente se discuten
—HR4437 y la Hegel-Martínez— él no sería beneficiado. "Es difícil trabajar sin
papeles, porque los patrones se aprovechan o a veces no entienden la situación
en la que uno se encuentra. Espero que no pasen nada de lo que están
discutiendo, porque si no, ya estuvo que se nos hará más difícil la vida aquí",
señaló Sánchez.
Elvira Arellano, quien se encuentra recluida en una
iglesia de Chicago después de desafiar una orden de deportación, y su hijo Saúl,
quien nació en Estados Unidos, se han convertido en símbolo para muchos
inmigrantes que piden una reforma migratoria y en la cara pública del problema
de 3.1 millones de niños que son ciudadanos estadounidenses, pero sus padres
están indocumentados.
Durante la marcha de ayer, Héctor, de 8 años de
edad, le pidió el altavoz a su padre, Salvador Íñiguez, para dirigir consignas,
su preferida era: "Bush escucha, el pueblo está en la lucha".
"Él me
pidió el altavoz, yo no le he dado ninguna indicación especial ni pertenecemos a
ninguna organización. Simplemente, vinimos a unirnos a la marcha", dijo el padre
de Héctor, quien explicó que el niño es ciudadano estadounidense.
"Yo no
tengo papeles, vine hace mucho tiempo, cuando yo tenía 5 años y no he podido
arreglar mi situación", subrayó Íñiguez, residente de Inglewood.
El
apoyo que Héctor da a su padre se repetía de diferentes formas a lo largo de la
marcha. Algunos menores cargaban pancartas; a otros, simplemente se les notaba
el orgullo de tener padres y madres trabajadoras que los llevaban de la mano,
mientras repetían alguna consigna.
No faltaron los campesinos del sur de
Los Ángeles, quienes perdieron sus parcelas hace unas semanas, y que ahora
aprovechan cualquier oportunidad para hacer escuchar su mensaje sobre la
necesidad de estas familias de trabajar la tierra.
En la marcha
participaron grupos asiáticos, entre éstos filipinos y coreanos.
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