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El Mundo no Puede Esperar organiza a las personas que viven en Estados Unidos para repudiar y parar el rumbo fascista iniciado durante el régimen de Bush y evidenciado en las ocupaciones asesinas, injustas e ilegítimas de Irak y Afganistán; la “guerra de terror” global de tortura, rendición extraordinaria y espionaje; y la cultura de discriminación, intolerancia y avaricia. A ese rumbo no le darán marcha atrás los líderes que nos instan a buscar puntos en común con fascistas, fanáticos religiosos e imperio. Solo es posible si la población forja una comunidad de resistencia –un movimiento independiente de grandes cantidades de personas—que, actuando en pro de los intereses de la humanidad, pone fin a dichos crímenes y demanda que se procese a los responsables por ellos.



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The New York Times

1o de Abril de 2007
La Nación

El Complicado Poder del Voto a Ninguna Parte

por SCOTT SHANE

WASHINGTON

Es sí para los cronogramas para Irak, dijeron ahora tanto el Congreso cuanto el Senado. ¡Pero no programemos todavía los desfiles de bienvenida!

Para empezar, los dos proyectos de ley pendientes pasados en los últimos diez días, necesitan aún ser reconciliados y el Presidente Bush ha prometido vetarlos, siendo que es poco probable que se consiga anular el veto.

Pero eso no quiere decir que los votos fueron sin sentido, al juzgar por la colisión a cámara lenta entre el presidente de tiempo de guerra y las voces antibélicas del Congreso.

Historiadores de la guerra de Vietnam sugieren que aquellos que buscan que el Congreso tome acciones decisivas para terminar con la presente guerra quedarán decepcionados. Pero también dicen que hoy, como en los 60 y 70, el Congreso no solo refleja sino que también amplifica la decepción popular. Sus votaciones, aún que sean simbólicas, pueden fijar límites políticos en las opciones presidenciales.

“El Congreso se convierte en la voz pública de la oposición” dice Robert Dallek, el historiador de la presidencia, que ha disecado la interacción del Congreso tanto de Lyndon B. Johnson como de Richard M. Nixon. “Y está pasando más rápidamente ahora porque la sombra de Vietnam paira sobre Irak”.

Vietnam ciertamente arroja una profunda sombra sobre el reciente debate, tanto para los que pidieron una retirada rápida de Irak como para los que advirtieron el error de la guerra.

“El Departamento de Defensa nos vivía asegurando que cada nueva escalada en Vietnam sería la última”, expresó el Senador Edward M. Kennedy, Demócrata de Massachussets, el cual sirvió en el Congreso durante esa guerra. En el debate del último martes, él dijo que el Congreso no debería ser engañado nuevamente.“Ecos de aquel desastre aún nos acechan” dijo. Y añadió: “Irak es el Vietnam de Bush”.

El Diputado John Boehner, líder de la minoría, sacó una lección diferente. “Nuestros enemigos entienden lo que pasó en Vietnam”, dijo el Sr. Boehner. “Cuando el Congreso votó para cortar los gastos, nos fuimos de Vietnam. Dejamos el caos y genocidio en las calles de Vietnam porque retiramos a los tropas y no tuvimos la voluntad de ganar”. En la visión antibélica, ambos conflictos empezaron con un cheque en blanco del Congreso: la autorización del uso de fuerza contra Irak del 2002 es innegablemente similar a la resolución del Golfo de Tonkin de Agosto del 64. En ambos casos, muchos legisladores vendrían a arrepentirse de sus votos por el sí, acusando al presidente (sea Johnson o Bush) de manipular la inteligencia para ganar apoyo.

Para el Senador J. William Fulbright, demócrata de sur como lo era Johnson y presidente del Comité de Relaciones Internacionales, el arrepentimiento vino rápido. Ya en 1966, después que el Sr. Johnson estaba bien comprometido con el aumento del envío de tropas que llegaría a que 545,000 norteamericanos fuesen desplegados, el Sr. Fulbright escribió que un número mayor de senadores se hubiesen opuesto a la resolución de Tonkin si supiesen que el presidente la trataría como “un aval substancial para la conducta de una guerra en gran escala en Asia” El Sr. Fulbright llamó a una conferencia en Febrero de 1966 donde sus preguntas duras – televisadas nacionalmente hasta que presiones de la Casa Blanca hicieron que la CBS cancelase la cobertura – fueron el primer indicio de las dudas personales de algunos miembros clave del Congreso. “Aquellas conferencias hicieron con que se empezase a materializar en la opinión pública y del Congreso la corriente contra la guerra, a pesar de que el Congreso no tenía la menor idea de cómo acabarla”, comenta Robert K. Brigham, un historiador de Vassar y autor de “¿Es Irak un nuevo Vietnam?”

Pero solamente a fines de 1969, estando el Sr. Nixon en la Casa Blanca, es que el Congreso consideró poner límites reales a la acción militar norteamericana. En el Senado, John Sherman Cooper, un Republicano de Kentucky, y Frank Church, un Demócrata de Idaho, propusieron prohibir nuevos recursos para las acciones militares de los EEUU en Laos y Tailandia, y la ley fue aprobada.

Pero cuando los senadores propusieron extender la prohibición a Camboya, el Presidente Nixon la peleó, promoviendo que la Legión Americana elaborase una campaña contra la ley y aconsejando a sus aliados en el Senado que acusasen a las palomas pacifistas de “traición por la espalda”, de acuerdo con notas del asesor H.R. Haldeman.

“Cuando una aguada versión de la Enmienda Cooper-Church se transformó en ley en Enero de 1971, las demostraciones contra la guerra ya habían transbordado el país. Las tropas norteamericanas habían salido de Camboya y el impacto de la ley fue mayormente simbólico”, relató Fredrik Logevall, profesor de Historia de la Universidad de Cornell, y autor de “La Opción por la Guerra”, sobre la ida de los EEUU a Vietnam.

Entretanto, el Sr. Logevall señala: “la Cooper-Church marcó un hito, como los primeros límites que el Congreso impuso a la guerra. “Nixon y sus asesores se sintieron contenidos por el Congreso” – dijo Logevall – “pero en un sentido político y no en un sentido legal”.

Nixon temía que si no se movía más rápidamente para retirar las tropas, el Congreso tomaría la iniciativa. Una enmienda suministrada por el Senador George McGovern, Demócrata de Dakota del Sur, y el Senador Mark Hatfield, un republicano moderado del Estado de Oregon, para forzar la retirada total para fines de 1971 tuvo un rotundo fracaso – pero eso en parte porque Nixon ya se había adelantado en hacer una reducción en el número de tropas.

La legislación más significativa fue realmente un legado de la guerra, y vino después que la retirada norteamericana se completase a comienzos de 1973. El Acto de Poderes de Guerra (War Powers Act), una respuesta retardada a la resolución de Tonkin, requería que el Presidente consultase al Congreso sobre acciones militares. Una nueva enmienda, auspiciada por el Sr. Church y el Senador Clifford Case. Republicano de Nueva Yérsey, prohibía el gasto en más acciones militares norteamericanas en el Sudeste de Asia

Esa prohibición, además de los cortes del Congreso para ayuda a Vietnam del Sur, aseguraron lo que algunos conservadores todavía consideran un resultado evitable: la rápida caída de Vietnam del Sur en manos de los comunistas de Vietnam del Norte.

Para persuadir a Vietnam del Sur a aceptar el tratado de paz de París de 1973, los Estados Unidos prometieron que darían aviones, reposición de equipamientos y dinero, señala Lewis Sorley, un oficial del Ejército retirado que sirvió en Vietnam y es ahora biógrafo de líderes militares de aquella época.

“Nosotros no cumplimos esas promesas, y el responsable por eso fue el Congreso”, dijo. Añadiendo: “Al final, los soldados sur-vietnamitas estaban lavando vendas y comprando granadas en el mercado negro”.

Pero la mayoría de los historiadores sostienen que el colapso sur-vietnamita era inevitable, en parte porque Nixon había hecho su apertura estratégica hacia China una prioridad mayor. También sugieren que mismo sin la prohibición de Church-Case de más acciones militares, lo que hicieron movidos por el clamor popular, el Congreso no hubiese tolerado nuevo respaldo aéreo.

Un hecho que llama la atención de la historia de Vietnam – y el cuento cautelar de Irak hoy en día – es cuando demoró la retirada.

Ésta ocurrió recién siete años después de la sección del Congreso promovida por Fulbright cuando se destacó por primera vez el escepticismo en relación a las metas de los EEUU y sus capacidades.

“El Congreso es una institución agregada” dice Julián Zelizer de la Universidad de Boston, que escribe sobre las políticas de seguridad nacional. El Sr. Brigham de Vassar dijo que la demora ilustra “un antiguo pero buen proverbio: es mucho más difícil terminar una guerra que empezarla”.


 

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