Revolución #95,
15 de julio de 2007
Se necesita una lucha irreconciliable por el derecho al aborto
Sunsara Taylor
En marzo del año pasado, Bill Napoli, un senador estatal de Dakota del Sur,
describió las circunstancias raras en las cuales, para él, sería permisible un
aborto: “Una descripción en la vida real sería una víctima de violación, violada
brutalmente, atacada salvajemente. Era virgen. Era religiosa. Iba a guardar su
virginidad para el matrimonio. Sufrió una violación muy brutal y sodomía de lo
más feo posible”.
En junio de este año, el senador Sam Brownback, un aspirante prominente y
“legítimo” para la nominación presidencial del Partido Republicano, fue aún más
lejos, al decir: “La violación es terrible. Es horrible. ¿Lo hace menos horrible
matar a un niño inocente? ¿Soluciona el problema para la mujer violada?…
Necesitamos proteger la vida inocente. Punto”.
Nada de excepcional
Por más ultrajantes que parecieran estas declaraciones de Brownback y Napoli,
la realidad es que no tienen nada de excepcional. Un vistazo a los websites de
docenas de organizaciones anti-aborto importantes, entre ellas la Coalición
Derecho a la Vida, Feministas por la Vida, América Pro-Vida, Enfoque en la
Familia y otras, comprueba que todas se oponen al aborto incluso para
las víctimas de violación, a pesar del hecho de que hay tantas víctimas de
violación o intento de violación en este país que ocuparían las ciudades enteras
de Nueva York y Los Ángeles y los estados de Minnesota, Alabama, Wyoming y
Utah.
En el núcleo y desde su inicio, lo que ha impulsado al movimiento “pro-vida”
son los valores bíblicos de que el hombre tenga dominio sobre la mujer y el
papel esencial de la mujer sea criar hijos. Eso se ha visto desde la etapa de
los bloqueos masivos de clínicas de aborto, durante los cuales los grupos
fascistas cristianos como Operación Rescate encabezaban a la multitud a rezar
que dios “rompiera la maldición de la independencia” de la mujer, y se ve ahora
en el reciente fallo de la Suprema Corte que restringe el aborto del último
trimestre en nombre de “proteger” los intereses de la mujer obligándola
a criar niños que posiblemente no quiere. Estas fuerzas son parte de las
estructuras dominantes de la sociedad en todos los niveles y tienen mucha
iniciativa para implementar su programa.
La gente debe hacerse esta pregunta: ¿hasta dónde hemos llegado que un
candidato “legítimo” a la presidencia de Estados Unidos promueve con seriedad un
programa tan retrógrado y no se le responde con indignación y oposición rotunda?
¿Qué significa cuando se limita el debate sobre el aborto a permitir o no a la
mujer violada buscar un aborto? ¿Cómo nos hemos deslizado hasta tal punto?
El verdadero interrogante en la lucha sobre el aborto es: ¿se obligará a la
mujer criar niños contra su voluntad? Sin poder control su propia reproducción,
sin el aborto a solicitud y sin tener que pedir disculpas, la mujer no puede ser
libre. Al movimiento que busca prohibir el aborto no le motiva ninguna
preocupación por la vida. Ninguna organización “pro-vida” en este país defiende
el derecho al control de la natalidad; eso comprueba lo que realmente busca este
movimiento: quitar a la mujer el derecho de controlar su propia
reproducción.
El camino mortal de transigir y ceder el terreno elevado
moral
Este ataque contra la vida de la mujer ha recibido a cada paso la ayuda de
una “oposición” que ha aceptado el marco moral y político promovido por los que
buscan subyugar a la mujer, y que se ha negado a enfrentarse a la locura
sangrienta del literalismo bíblico del movimiento “pro-vida”.
Durante años, los demócratas y demasiada gente del movimiento en pro del
derecho a escoger han aceptado la mentira de que el aborto tenga algo de
inmoral. Bill Clinton lo insinuó al formular la consigna “sano, legal y poco
usado” y Hillary Clinton lo llevó más lejos al calificar al aborto como una
“elección trágica”. En semejante manera, muchos, como Planificación Familiar,
han venido recurriendo más al argumento de que el control de la natalidad es la
manera más efectiva de prevenir abortos, para así defender la planificación
familiar de los ataques crecientes.
Hay que decir dos cosas sobre esta posición. Primero, el feto NO es un ser
humano. Al contrario, es una parte subordinada del cuerpo de una mujer que tiene
el potencial de desarrollarse en un ser humano solo en el curso de meses como
parte subordinada de los procesos biológicos de ella. Terminar la vida de un
feto NO es asesinato y NO hay que pedir disculpas por hacerlo. El aborto y el
control de la natalidad son absolutamente necesarios para que la mujer controle
su propia vida y destino, y ¡por eso son cosas liberadoras y muy buenas!
Segundo, ¡el problema no es que hayan demasiados abortos! En este
país, 87% de los condados no tienen ningún acceso al aborto. Varios estados
tienen una sola clínica de aborto, y la mayoría de estas clínicas aisladas
sufren un estado de sitio constante, y restricciones y revisiones constantes con
motivos políticos. A las mujeres que buscan servicios allí les espera un sinfín
de obstáculos legislativos y financieros. Se está disminuyendo la cantidad de
médicos entrenados para practicar el aborto y dispuestos a hacerlo, debido a las
amenazas físicas y jurídicas, y la falta de entrenamiento en la mayoría de las
facultades de medicina. Lejos de tener que reducir la cantidad de abortos, ¡lo
que hace falta es luchar duro para expandir dramáticamente el acceso al aborto
sano y sin estigma!
Al aceptar la idea de que terminar la vida de un feto es algo no deseado y
que hay que reducir el aborto, gran parte de la dirección del movimiento
pro-aborto ha dejado indefensa a la mayoría de la población que apoya el derecho
a escoger. Estas organizaciones pro-aborto siguen canalizando sus energías y
recursos hacia apoyar a los demócratas, que se niegan a hacerse frente a la
máquina fascista cristiana –con el pretexto de que son “lo mejor que se podría
esperar”-- en vez de librar una batalla sin reparos ni vergüenza contra este
ataque ideológico. Esto ha tenido un impacto devastador sobre el pensamiento de
millones de personas.
Por ejemplo, un nuevo documental, Unborn in America (El feto en
Estados Unidos), describe en detalle las tácticas del movimiento anti-aborto
(empezando con una sesión de entrenamiento de Enfoque en la Familia que explica
por qué el aborto es malo incluso en casos de violación). Al ver esta película
lo que impacta --y tanto frustra y entristeza-- es lo grande y lo amplio que es
el coraje popular ante el ataque contra los derechos reproductivos de la mujer,
y por otro lado la falta de una coherente oposición ideológica o política. Una y
otra vez en el documental, los luchadores por el derecho a escoger enfrentan a
los activistas anti-aborto con gran rabia y rechazo, pero una y otra vez
declaran que consideran el aborto algo que se debe evitar y reducir.
Esta trayectoria conciliadora resulta en una cruel realidad para la gente,
como se ve crudamente en la negativa de los demócratas a obstaculizar por
filibuster (maniobra dilatoria) la promoción a la Suprema Corte de los
magistrados Roberts y Alito el año pasado. Como resultado, hace poco un fallo
draconiano de la Suprema Corte prohibió un procedimiento que llaman
engañosamente “aborto por parto parcial” y criminaliza un procedimiento que
disminuye el dolor, riesgo de complicaciones y hasta la muerte para la mujer que
se hace el aborto. El magistrado Kennedy consagró en precedente judicial la
lógica que considera a la mujer como criadora, al notar por la mayoría que el
estado tiene un interés en fomentar “respeto a la vida” y que “el respeto para
la vida humana encuentra su máxima expresión en el vínculo entre mujer e hijo”.
Seguramente este fallo resultará en la muerte de mujeres por falta de este
procedimiento médico necesario, y establece los trámites para encarcelar a los
médicos que traten de ayudarlas. Más peligroso aún, pone los cimientos para
elevar “los derechos del feto” a la par con o más alto de los de la mujer. De
una manera muy real, este fallo es un paso significante hacia dar pie al tipo de
futuro inspirado por la Biblia que Brownback y Napoli promuevan.
¿Qué de lo que dice la Biblia?
La Biblia (y el Corán, el Torá y otras obras religiosas importantes)
presentan mitos de creación que reflejaban la ignorancia de la gente en aquellos
tiempos sobre cómo evolucionaron los seres humanos, y al mismo tiempo servían
los intereses de una clase explotadora en ascenso que consagró en las
estructuras sociales y la cultura el patriarcado (la dominación de la mujer y la
familia por el hombre). En otras palabras, lo que dice la Biblia es reaccionario
y opresivo, y no es verdad. El código moral de la Biblia (y otras obras
religiosas importantes) refleja e impone la organización de la sociedad de
aquellos tiempos, con la esclavitud generalizada y una extrema opresión de la
mujer.
La Biblia echa la culpa a la mujer de la “caída del hombre”, pues Eva tentó a
Adán a morder la fruta prohibida y por lo tanto los expulsaron del Jardín de
Edén. Como castigo por esa supuesta maldad, “dios” decidió hacer terriblemente
doloroso el parto y que a la mujer “la dominará” el esposo (Génesis 13:16). En 1
Timoteo 2:14-15, la Biblia explica que la mujer se salvará de haber cometido el
pecado original “gracias a la maternidad, con tal de que lleve una vida
ordenada, perseverando en la fe, el amor y la obra de santificación”. De esta
manera, la Biblia insiste que la naturaleza particularmente pecadora de la mujer
requiere que el hombre la domine estrictamente y consagra la maternidad como el
papel más esencial y ordenado por dios para la mujer. De allí que todo lo que
haga la mujer para controlar su propio cuerpo, su sexualidad o su reproducción
es contra la voluntad de dios.
Por otro lado, todo tipo de actos brutales y violentos que comete el hombre
para controlar la vida, sexualidad y reproducción de la mujer los defiende la
Biblia, hasta insiste en ellos. (Ver Números 31:7-18 o Deuteronomio 20:10-14,
por ejemplos de cómo ordena a violar como arma de guerra).
Este punto de vista sobre la mujer es el núcleo del movimiento anti-aborto y
explica por qué, por distintos que sean las facetas y los ángulos de ataque del
movimiento anti-aborto, fuerzas como Brownback y Napoli han llegado a ser la
corriente dominante.
Dos puntos de vista fundamentalmente opuestos sobre la mujer
No hay ninguna razón en absoluto para transigir, hacer cualquier arreglo con
las fuerzas anti-aborto o aceptar su exaltación de los valores tradicionales. Al
contrario, lo que hace falta es repudiar y rechazar ese marco, sin transigir ni
pedir disculpas.
Uno de dos futuros nos tocará: o una sociedad basada en la idea y las leyes
correspondientes de que el papel esencial de la mujer es engendrar hijos y ser
propiedad del hombre O lucharemos para crear una sociedad que reconozca a la
mujer como un ser humano pleno e igual en todo aspecto, libre para participar
plenamente y hacer la revolución en toda esfera de la sociedad, no ser “una
madre primero”. Este último requiere que la mujer controle por completo su
reproducción y pone los cimientos para ponerle fin a la opresión de la mujer, y
con ella la epidemia de la violación.
Tener hijos, cuando una los desea y planifica, puede dar mucha alegría. Pero
obligar, presionar o hacerle avergonzar a una mujer para que tenga un hijo es
una forma de controlarle el cuerpo y la vida que no es menos opresiva que la
violación.
En la situación actual, no basta con expresar oposición a la ala más extrema
del movimiento anti-aborto. Hay que tomar la ofensiva política, ideológica y
práctica contra todo el programa de valores tradicionales y
bíblico-literalistas, y librar una lucha implacable para defender el aborto y el
control de la natalidad a solicitud.
Hay que dar a luz y luchar por una visión radicalmente nueva y liberadora de
una sociedad donde se rompan las cadenas que atan a la mujer, y la mujer y el
hombre se relacionen con igualdad y respeto mutuo, donde juntos nos propongamos
a ponerle fin a toda forma de injusticia y explotación.
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